La Jornada 10 de diciembre de 1998

Insultos, jaloneos y golpes entre asambleístas condimentaron el debate

Raúl Llanos y Gabriela Romero Ť El debate de las reformas a la Ley de Instituciones de Asistencia Privada en la Asamblea Legislativa degeneró ayer en un zafarrancho que obligó al presidente de la mesa directiva, el petista José Narro Céspedes, a suspender la sesión durante una hora ante la ``falta de garantías y condiciones mínimas''.

Diputados y asesores priístas y perredistas cayeron en provocaciones mutuas y escenificaron en el salón de plenos un enfrentamiento en el que hubo de todo: jaloneos, insultos, golpes, desalojo de las galerías y amenazas de denuncias penales por agresiones contra los representantes populares. Los ``acarreados'' de PAN, PRD, PVEM y PRI --que desde hora temprana ocuparon las galerías del recinto de Donceles y Allende-- también tomaron partido. Abucheaban, aplaudían, sacaban cartulinas, reprobaban con el pulgar hacia abajo, lo que enrareció el ambiente en la Asamblea.

Simpatizantes del PRD provenientes de Iztapalapa mostraron varias pancartas luego de la intervención de la priísta Angélica Luna Parra, en la que la acusaban de ``vendedora de pobres'' e ``hipócrita''. Una más rezaba: ``Angélica lana Parra''.

Situación que motivó la airada reacción de la aludida, quien de plano acusó al vicecoordinador de la bancada perredista, René Arce, de traer gente para atacarla. ``Si traen carteles para injuriar a los diputados, eso sí es ensuciar el debate y la vida parlamentaria. Eso es ofender la democracia'', le dijo. Y los ánimos se desbordaron. Mientras Arce rechazaba las imputaciones, los perredistas de la parte alta tronaron en gritos y chiflidos contra el PRI.

Entre las curules los diputados también se agredían verbalmente: ``Porros'', ``rateros'', ``ignorantes'', ``ceceacheros'', iban y venían entre priístas a perredistas, pero fue el asesor de Oscar Levín Coppel, Enrique Laviada, quien puso la gota que derramó el vaso. Cara a cara, increpó a la perredista Angeles Correa: ``son unos burros, porros''. Ambos se hicieron de palabras e intervino la diputada Guillermina Martínez, a quien el asesor priísta le gritó: ``usted no se meta, pinche vieja''. ``Traidor'', le gritaron en las galerías a quien el 2 de febrero de 1988, como integrante del PRT, firmó un desplegado en apoyo a la candidatura única de Cuauhtémoc Cárdenas. Y la sesión se salió de control.

Rafael López de la Serda saltó de su curul para exacerbar el ambiente. Empujones entre diputados y asesores de ambos bandos, jaloneos, caos y llamados inútiles al orden del presidente de la mesa. Vicente Cuéllar, Elia Mendoza y Guillermo Hernández, del PRD, tuvieron que ser controlados por sus compañeros de fracción. Asesores priístas tuvieron que sacar por la fuerza a Laviada para atenuar la situación. López de la Serda reclamaba al priísta José Alfonso Rivera: ``yo te oí cuando dijiste `vamos a armar ya el desmadre'''. Desencajado, Oscar Levín gritaba a Martí Batres: ``te exijo que pongas orden... te exijo que pongas orden, pinche porro; saca a los porros, ya no estás en el CEU''.

José Narro tuvo que decretar un receso hasta que se restableciera el orden. En tribuna seguían los gritos: ``muera el PRI''. Guillermina Martínez recibió un golpe en el ojo izquierdo y acusó a Enrique Laviada: ``también le dio una cachetada a Angeles Correa''.

Batres y los integrantes de la mesa directiva, José Narro, Roberto Rico y René Rodríguez, discutían posibles soluciones. Se habló de suspender definitivamente la sesión; el coordinador del PRD pidió hacer un llamado a sus homólogos para controlar a los diputados. Narro, después, decidió reiniciar la sesión.

De nueva cuenta las protestas, ahora de los panistas Armando Salinas y Fernando Pérez, quienes desde sus curules pedían suspender la sesión porque ``no hay las condiciones mínimas para seguir la discusión y salvaguardar la integridad. Narro, con base en el artículo 37 del reglamento interno, pidió que se desalojaran las galerías, lo que volvió a generar tensión en el recinto legislativo.

Arriba seguían los gritos, los empujones. Una valla del personal de resguardo debió proteger la salida de 20 integrantes de la Fundación Mexicana para la Rehabilitación de Enfermos Mentales.

La sesión se reinició, pero cuando los diputados perredistas advirtieron que había regresado al salón de sesiones Enrique Laviada, exigieron a gritos que se le aplicara el artículo 109 y 111 del reglamento. Fue expulsado. Los sobresaltos no estuvieron exentos a lo largo de la sesión, que se prolongó muy entrada la noche, sin embargo la guerra fue de menor intensidad.

Las diputadas perredistas Guillermina Martínez y Angeles Correa interpusieron una denuncia penal en contra de Enrique Laviada por lesiones y calumnias. Los hechos quedaron asentados en el acta UMI/CUA/34/98-12.