La Jornada 16 de diciembre de 1998

Presentó el Centro Fray Bartolomé libro de testimonios y fotos sobre Acteal

Blanche Petrich Ť La portada es el llanto de un tzotzil en blanco y negro en el libro ``...Esta es nuestra palabra. Testimonios de Acteal''. En la introducción sentencia la escritora Elena Poniatowska: ``¿Quién tiene la culpa en Chiapas? ¿Acaso no es el mal gobierno? Si somos todos culpables, todos coincidimos también en afirmar que el gobierno es el asesino''.

De las últimas voces del libro es la de Elena Pérez Jiménez. Dice: ``Murió mi padre, mi hermano Ignacio, mi hermano Miguel, mi cuñada, un su hijo de mi finado hermano, Alejandro, también una hija, Silvia, otra hija, Regina. Ellos se murieron. Yo lo que quiero, que les den castigo duro, tanto como a sus líderes de sus organizaciones como por ejemplo el presidente de la cabecera, él estaba repartiendo las armas, tanto como el gobierno. El lo empezó, porque él es el mero cabeza, no fue en sus propios cabezas a sus compañeros indígenas, sino al gobierno lo planteó muy bien, por eso quiero yo que tenga castigos y hasta sus empleados del gobierno''.

No se ha cumplido ese reclamo

A un año de la matanza en la ermita de Acteal, el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas documenta los ``crímenes sin castigo'' que convirtieron al municipio de San Pedro Chenalhó en un símbolo de esa ``guerra cruel y alevosa que mata indios y trata de acabar dignidades''.

Testimonios con nombres y apellidos en una cuidada edición que atrae y lastima. Cuatro capítulos.

El camino a la masacre

El primero documenta la violencia acumulada en los meses anteriores, desde el ensayo de San Pedro Nixtalucum, municipio de El Bosque, pasando por una treintena de asesinatos nunca esclarecidos, hasta el asalto a todas las comunidades zapatistas --dos tercios del territorio del municipio-- que provocó la mayor oleada de desplazados que ha conocido el país en su historia moderna.

Es el éxodo, en la voz de una mujer desplazada en Polhó: ``Mire la piel de mi niño, está lastimada y quemada por el miedo de las balas. Tenía otro niño que hoy apenas murió por el daño del frío y por la enfermedad cuando corrimos por las montañas. Mis niñitos los tapamos con un trapo su boca, para que no se los escucharan los soldados y la seguridad pública''.

La preparación

El segundo capítulo documenta el episodio del secuestro de varias familias de la comunidad de Tzajalucum capturadas por priístas de Pechiquil. Cinco semanas estuvieron retenidos en la iglesia presbiteriana de ese lugar, base de operaciones del grupo paramilitar. Días después de la matanza fueron rescatados por la Cruz Roja y el ``Fray Bartolomé''. El caudal de información de los desplazados y el impacto de la noticia de Acteal eclipsó esta historia.

En el relato de Mariano Pérez Luna se describe cómo con la llegada de los hombres armados la comunidad --19 de noviembre-- se congregó en la iglesia, cómo a la medianoche fueron rodeados, cómo sonaban los disparos y les dijeron:

--¿Están aquí? ¿Aquí están?

--Sí, aquí estamos.

Eran de Los Chorros e iban vestidos de camisa negra, pantalón verde, armados. A las seis de la mañana, el ultimátum.

--Venimos a decirles nada más que se junten con nosotros, si no toman acuerdo desde ahora, mañana venimos y los acabamos. Solo decimos una vez, no lo repetimos.

Así fueron llevados a Pechiquil. Hay un testimonio de un muchacho que por resistirse fue amarrado a un árbol toda la noche y fusilado al día siguiente. De las cinco semanas en Pechiquil, otro testimonio de Manuel Pérez Jiménez:

``Nos obligan a hacer todas las cosas y robar café y robar las pertenencias los que tienen las casas. Entonces si no cumplimos, si no hacemos nada, amenazan a matar, dicen las gentes paramilitares, si usted no quiere, si usted no van a hacer, pues, aquí te mato''.

Sangre en el arroyo

El tercer capítulo. Todas las voces comienzan diciendo: ``Ahí estábamos rezando en la iglesia''.

Una dice: ``La balas estaban como granizos, que vienen del cielo. Nos persiguieron los paramilitares. Tenía una hija y la perdí''.

Otra, niña, oculta seis horas dentro del hueco de un árbol muerto le dice al hermanito: ``No llores, aquí tengo un pedacito de manta para que te cubras''.

Elena Pérez: ``Ahí me tiré en el suelo, entonces me di cuenta en el arroyo se estaba corriendo sangre en el agua''.

El cuarto y último capítulo es el de los refugiados. Los desplazados. Y el de la impunidad.

En la introducción de la escritora Elena Poniatowka, ésta escribe: ``Los machetes resuenan en la oscuridad y en las noche de luna se les ve espejear''. Y siguen espejeando. Ahora en Los Plátanos.


Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis y Oscar Oliva presentaron anoche, en la Sala Ollincalli del Movimiento Ciudadano por la Democracia (MCD), el libro ``... Esta es nuestra palabra'', documento integrado por testimonios y fotos sobre la masacre de Acteal, elaborado por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas.

De la citada obra, Monsiváis opina, entre otras cosas, que ``la matanza de Acteal --que el próximo día 22 cumplirá un año de haber sido perpetrada-- remite a la matanza de Acteal, y esta reflexión circular es ganancia en una sociedad acostumbrada a dispersarse en torno de las consecuencias inexistentes o improbables de los crímenes masivos, y no a centrarse en el sentido radical.

``Según creo, Acteal le niega la razón a partidarios de la violencia, el gobierno en primer término, y se la concede a quienes en el caso de Chiapas y del país entero privilegian la paz y la restructuración fundada en el combate a la desigualdad, y el respeto irrestricto a los derechos humanos, incluido el derecho a la diferencia''.

En este sentido, Poniatowska, al leer el texto de la obra que ella contribuyó a prologar, dice: ``Si bien el EZLN le declaró la guerra al gobierno (es decir, a esa forma de ejercer el poder), el 1o. de enero de 1994 pasará a la historia como la organización armada que se esforzó, hasta sus últimas consecuencias, en hacer inútiles las armas: soldados que son soldados, para que un día ya nadie tenga que ser soldado...

``Los zapatistas aspiran a desaparecer como llegaron: de noche y sin futuro. En su mayoría indígenas, mayas casi todos, hombres, mujeres y niños han recuperado la palabra y se la han dado a los suyos. Exigen les sea reconocido un lugar en el mundo, un lugar donde vivir no sea una vergüenza''. Piden ``una paz con justicia y dignidad, no una paz de los sepulcros''.

Monsiváis llamó la atención sobre los medios electrónicos diciendo: ``Desde la matanza de Acteal, la televisión hizo posible la diferencia entre la serie de asesinatos masivos que culmina el 2 de octubre y los de ahora''. Recordó los dos videos difundidos por Ricardo Rocha en su programa Detrás de la noticia, que permitieron, primero, conocer cómo fueron los hechos del multihomicidio de Aguas Blancas, en Guerrero, y luego, el estado por demás infrahumano en que se encontraban los desplazados de Chenalhó, filmado poco antes de lo ocurrido en Acteal.

Para este escritor, el programa de Rocha es pieza fundamental en la nueva conformación de la memoria colectiva. Su difusión ``perturbó el relato de tanta inermidad, las denuncias de las acciones priístas, el aspecto desolador de mujeres y niños. De golpe se hizo trizas (una vez más) la demagogia que en sus informes, en el maquillaje de los desastres, prodigaba millones y millones de pesos para los menos favorecidos''.

Por su parte, Oscar Oliva, que entonces formaba parte de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) --hoy disuelta--, rememoró cómo los miembros de dicha agrupación civil --en la que entre otras personalidades figuraba Pablo Romo, presidente del ``Fray Bartolomé'', quien anoche se desempeñó como moderador del acto-- días antes de la matanza promovieron y fueron testigos de pláticas entre los llamados Las Abejas (simpatizantes del EZLN) y los priístas de esa zona, buscando llegar a un entendimiento, ``el cual creímos que se había alcanzado, sobre todo cuando al felicitar a Jacinto Arias (líder priísta) nos dijo que su corazón estaba tranquilo, porque ya todo se había arreglado; no vimos el fondo de su corazón, pero sí conocimos después que él había distribuido las armas de fuego y machetes que se utilizaron en la masacre''.

La obra ``...Esta es nuestra palabra'' está dividida en cuatro partes, en las que aparecen históricamente los antecedentes, los hechos del 22 de diciembre de 1997, los testimonios y fotos de los desplazados y todo un cúmulo de información que permite ``a través de sus páginas --a los lectores que no han estado ahí-- poder ver y oír lo que sucedió y sucede en Acteal''.