La Jornada 16 de diciembre de 1998

Gélido, el mensaje de Ernesto Zedillo al entregar los premios nacionales

Angélica Abelleyra y Rosa Elvira Vargas Ť Fría ceremonia la que marcó ayer la entrega del Premio Nacional de Ciencias y Artes 1998 en los rubros de Literatura, Bellas Artes, Ciencias Físico-Matemáticas y Artes y Tradiciones Populares. No sólo la baja graduación de los centígrados definió la sesión matutina en Palacio Nacional; también la temperatura de los ánimos estuvo alicaída y todo resultó en una suma de 30 minutos del acto oficial, donde el presidente Ernesto Zedillo anunció la reasignación de un fondo de 300 millones de pesos al desarrollo científico de México como mero trámite para lanzar un llamado a los diputados y senadores para que aprueben el presupuesto de 1999.

Para Zedillo, destacar los méritos de los ganadores de este año se redujo a seis párrafos de un mensaje con énfasis en la labor educativa de su administración, una referencia a la aprobación del Fobaproa sin nombrarlo como tal, y una felicitación a la actitud ``responsable'' de una parte del Congreso por haberlo logrado.

Dar voz a valores auténticos

En el presídium y tiritando de frío, escuchaban el mensaje político y dos discursos más, tanto los ganadores como una larga lista de secretarios de Estado y titulares de organismos académicos que conforman el consejo de premiación de este reconocimiento instaurado en 1945. Flanquearon al primer mandatario, Miguel Limón Rojas, secretario de Educación Pública; Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y Francisco Barnés de Castro, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, junto con los premiados en esta versión: el filólogo Antonio Alatorre, distinguido con el Premio Nacional de Lingüística y Literatura; el pintor Francisco Toledo, en el rubro de Bellas Artes; el químico Eusebio Juaristi, ganador en Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales; y el artesano Antonio López Hernández y el músico Carlos Santa María, director de la Banda de Música Brígido Santa María de Tlayacapan, quienes compartieron el galardón en el área de Artes y Tradiciones Populares.

El año que está por finalizar se marcó por la ausencia de premiados en tres especialidades declaradas ``desiertas'': la de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía, y Tecnología y Diseño que, según los siete dictaminadores no contaron con creadores con ``suficientes méritos'' para obtener el ``máximo'' reconocimiento oficial para los hacedores del arte y la ciencia mexicanos.

El primero en tomar la palabra fue el escritor Ernesto de la Peña, quien a nombre del jurado en el campo de Literatura dijo que premios como éste sirven de ejemplo y estímulo para las generaciones futuras y señaló que México será una nación más grande en la medida que todos ``nos esforcemos para dar voz a nuestros valores auténticos'' y un sentido universal a nuestra cultura. Luego de su participación, Ernesto Zedillo se aprestó a entregar su diploma, medalla y dinero (280 mil pesos) a Alatorre, Toledo, Juaristi, López Hernández y finalmente a Carlos Santa María, cuya banda de música tradicional se encargó de ofrecer una pieza, El chinelo libre, que sirvió de receso para que el Presidente y el secretario de Educación bromearan apenas unos minutos en la gélida ceremonia donde algunos ``bravos'' dispersos y la mayor cantidad de aplausos recayeron en la banda morelense, al concluir su interpretación, y en Toledo y en Santa María, cuando fueron a recibir sus premios acompañados de vítores discretos de los oaxaqueños y morelenses que viajaron hasta el DF para la ocasión.

El científico Eusebio Juaristi tomó el micrófono en segundo lugar. Especializado en la estereoquímica, con aplicaciones en la industria farmacéutica y alimenticia, habló del amplio futuro de una ``ciencia creativa'' como la química, que por desgracia ``no siempre cuenta con el prestigio que merece'' pero que -definió- ``jugará un papel social relevante en el siglo XXI'' al resolver problemas alimentarios, epidemiológicos y ecológicos previsibles en un futuro cercano.

Los agradecimientos del galardonado hacia el gobierno y su presidente fueron una y otra vez subrayados. Ninguna voz crítica se escuchó en el acto oficial. Ni Francisco Toledo mostró su rebeldía natural y se abstuvo de entregar a Ernesto Zedillo, como había anunciado, una carta de protesta por la aprobación en Oaxaca de la ley transexenal que otorgará protección, con cuerpos de seguridad, a cuatro funcionarios durante su gestión y tres años después de dejar sus cargos.

``Sabemos que las cartas no sirven, no solucionan nada en México. Mi postura contra la ley Diódoro está más que clara cuando fui a protestar a la Cámara de Diputados'', respondió Toledo al final de la ceremonia frente a los cuestionamientos de la prensa. Y se desprendió de las grabadoras para ir a tomarse una foto con los 40 integrantes de la Banda de Tlayacapan, que entonces continuaban tocando su música de sones de toros y chinelos conocida también en Estados Unidos, Francia y Cuba, hasta donde han efectuado giras con rotundo éxito.

Payán, patrono de Tlayacapan

En medio de los músicos morelenses, Zedillo hizo la broma de la mañana. Luego de ofrecer su discurso con énfasis en la educación, el Presidente saludó de mano a los invitados de las primeras filas y se dirigió al extremo donde se situaba el grupo musical con más de cien años de tradición. Entre comentarios sobre el futbol, su afición por el Necaxa y su apoyo a los rayos, el Ejecutivo federal se tomó la foto entre sombreros, flautas y trompetas, pero solicitó completar el cuadro con la compañía del gobernador de Morelos, Jorge Morales Barud, con la del senador priísta Rodolfo Becerril y con el alcalde de Tlayacapan, Rigoberto Flores. ``Ya estamos los tres niveles de gobierno'', comentó entonces al señalar que ``por ahí'' estaba el senador Carlos Payán, a quien Zedillo calificó primero como ``padrino'' de la agrupación para luego rectificar: ``en realidad es el patrono'' de Tlayacapan.

Pocos pintores, algunos escritores y contados hacedores de las artes: Arnaldo Coen, Sergio Hernández, Juan Alcázar, Elena Poniatowska, Margo Glantz, José María Pérez Gay, José Solé, Michel Descombey, Consuelo Velázquez y Edith González, entre familiares y amigos de los premiados que vinieron de Oaxaca, Morelos y Chiapas a hacerles compañía.

Director de la Banda Brígido Santa María de Tlayacapan, Carlos Santa María dijo con humor: ``Gracias a Dios, pasaron cien años y ahora se acordaron de nosotros,'', subrayó al recordar que el grupo se fundó en 1870, ``desde que tenemos memoria''.

Por su parte, el tallador de máscaras de Chiapa de Corzo, Antonio López Hernández, pidió disminuir la presencia de los intermediarios en el campo de las artesanías.

``Los acaparadores son una de las peores lacras que han acabado con la artesanía y perjudican a la cultura'', dijo al finalizar la ceremonia el maestro que ha capacitado a artesanos de Tabasco, Cuba y Jamaica en la recuperación de técnicas prehispánicas para la preparación del aceite de chía (terminado de las máscaras) y recuperación de estos objetos en la zona zoque, cuyas comunidades han sido reubicadas en Veracruz y en Chiapa de Corzo.

También solicitó apoyos para la exportación de las artesanías y un trato preferencial a los trabajadores de las máscaras frente a las autoridades de Ecología para obtener la madera que utilizan para elaborar sus productos.

``Para los de la Forestal los que tienen prioridad son las empresas que sí pueden tirar bosques, pero a nosotros, que usamos madera muerta, nos ponen muchas trabas. Es necesario que nos den un mejor trato y nos surtan la madera como trabajadores no industrializados'', concluyó quien también se vio atraído por la melodía que surgía de la banda musical que ya había invitado a dos o tres parejas a bailar en medio del frío de la mañana.