¿A dónde van los indios de México?
Guillermo Delgado-P
Vistos desde afuera, los descendientes de los antiguos mesoamericanos han logrado sentar bases firmes en la reproducción de sus sistemas de comunicación, la restitución de sus lenguas, la validez de sus rituales, el cultivo de la estética fundada en la complejidad lingüística y cultural y la memoria de sus territorios. Es claro que se avanza hallando nuevas formas del pensar y de co-laborar construyendo a pesar de los idiomas coloniales, por sobre las historias coloniales, y hay quienes subrayan incluso las nociones relativas a la soberanía intelectual, y la restitución de las lenguas indígenas como sistemas vivos de comunicación y literatura.
Está demás observar que las estrategias elaboradas bajo inspiración del EZLN han invitado a subrayar la noción de autonomías como elaboraciones urgentes en el arduo camino de la búsqueda de la dignidad y el territorio al interior de la Nacion-Estado. Varios autores han subrayado, y continúan haciéndolo, los elementos de la descolonización de la historia que permite ver a los pueblos y naciones indígenas en control absoluto de su ser.
Por todo lo anterior me parece francamente sorprendente el paso regresivo y anacrónico patrocinado por el partido de gobierno. Así es. Como una noticia inofensiva aparece en la pagina 13 el encabezado: Establece programa para organizarlos: los indios siguen siendo los mas pobres y humillados: PRI (La Jornada, 25 de octubre, nota de Angélica Enciso).
Sin intención de negar que, en efecto, el termino genérico ``indios'', ``pobres'' y ``humillados'' revela una profunda verdad, también es necesario apuntar que en el contexto de las luchas de los pueblos indígenas de las Américas se están dando viables contribuciones en el proceso de democratización de nuestros pueblos. Varias de esas contribuciones ya han logrado cambiar la anacronía de las constituciones políticas en las que las proposiciones indígenas (cuando las hay) generalmente han creado un rico debate de transformaciones, que en otras circunstancias, bajo otras culturas políticas, se absorben y olvidan. Otros países están abiertos a los cambios porque ven que son urgentes, porque reconocen que las medidas coloniales (que siguen siéndolas respecto a los indígenas) ya no pueden tener actualidad.
Pero México, como caso particular, necesita verse en el contexto de las Américas. Existen dos lecciones básicas que ha legado el EZLN: uno, la necesidad de la autonomía política de los movimientos indígenas como base de su articulación con el resto de la sociedad civil, y dos, el rechazo absoluto de una política regresiva implementada por el caciquismo, el asistencialismo basado en la prerrogativa racial de los partidos clásicos que detentan el poder y el abandono de prácticas coloniales (de las ``pigmentocracias'', de control y prebenda) sobre esos movimientos. Luego, los instrumentos tales como Acción Indígena de la CNC según informa el artículo de Enciso: ``se ha[n] dado a la tarea de organizar a las comunidades donde habitan etnias. En los próximos meses [se] prevé poner en marcha el Consejo Nacional de los Pueblos Indígenas, con el cual busca[n] incorporar a esos grupos, para lograr su unidad y organización''.
¿``La tarea de organizar''?, ¿``Busca incorporar a esos grupos''?, ``La CNC participa en la organización de esos grupos a través de los comités comunitarios que dentro de la estructura que propone el PRI serían la base sobre la que se eligirían los delegados y se formaría el consejo''; se habla también de ``integración estatal y étnica''. ¿A qué se debe toda esta miopía? A lo largo de esta década, se han hecho sustanciales aclaraciones respecto a las nociones de ``campesinado'' como categoría clasista, y ``etnia'' o ``pueblo o nación indígena'' como categoría de la etnicidad, de su carácter de subjetividad, como especificidad histórica.
Si la semántica no me falla, el encabezado al que hago alusión muestra que estamos de regreso a la creación de una política colonial, creada a ``dedazo'' (esa palabra que los cientistas políticos subrayan cuando explican el autoritarismo mexicano) y encabezada por extraños individuos no elegidos por la voluntad de la comunidad. En el trasfondo de estos hechos, casi todas las reuniones internacionales indígenas afirman la necesidad de la ``autonomía'', la ``dignidad'' como pueblos y naciones, el ``territorio'' donde se pueda ejercer la ``autodeterminación'' cultural y económica dentro de los parámetros de la Nacion-Estado, además de recomendar re-pensar el Estado-Nación y sus mecanismos legislativos y jurídicos.
La nota de La Jornada también subraya paradójicamente otro hecho: ``[El documento] asevera que la democracia mexicana y la reforma del Estado, así como el despertar de la conciencia nacional sobre la problemática indígena son el marco propicio para erradicar en forma definitiva los vestigios coloniales que mantienen a nuestros pueblos en la total impotencia política y al margen del desarrollo de la nación''. Erradicar vestigios coloniales significaría respetar el carácter autónomo de pueblos, naciones y organizaciones indígenas; sus lenguas, formas de organización y liderazgo, y la naturaleza de su articulación diseñada en proposiciones por ellos mismos hacia la Nacion-Estado. Además, sí existe una oportunidad para hacerlo, ahí está esperando Chiapas con un documento en la mano que se llama Acuerdos de San Andrés. Pero las leyes parecieran tener un carácter polisémico, nunca significan una sola cosa.
El documento base del Consejo Nacional de los Pueblos Indígenas claramente desea desenterrar formas neocoloniales de control para crear el ambiente de la ``incorporación'', de la ``asimilación'', de arriba para abajo. La tarea se asemeja a la figura del Mito de Sísifo. sta es una grave falla, un deseo gestado en la ``tabula rasa'' desde el pasado que no ha logrado romperse, que no ha logrado dar paso a la noción de la igualdad entre las personas. Me parece que, en cambio, hay que descolonizar al Consejo Nacional de los Pueblos Indígenas y hacer, al mismo tiempo, una seria crítica positiva, de impulso, al Congreso Nacional Indígena que parecía traducir la capacidad autonomista y auto-determinativa de los pueblos indígenas mesoamericanos. Además, siempre viendo desde afuera, ya los Diálogos de San Andrés marcan la pauta en la seria necesidad de establecer una relación descolonizada de diálogo entre los insurgentes y el Estado-Nacion. Pero, dejemos esta observación con una interrogante. ¿Es acaso el Estado-Nación mexicano capaz de abandonar sus practicas prebendales, sus estrategias jerarquizadas de arriba a abajo, sus antiquísimas practicas caciquiles, sus relaciones de compadrazgo político, sus ``dedazos'', las relaciones entre egos cognoscentes y otros supeditados? La reciente creación priísta del Consejo Nacional de los Pueblos Indígenas nos dice que no; su acto de peonaje es otro escaño en la triste historia de la manipulación y la renovación del pensamiento colonialista. Los ojos internacionales, empero, siguen a Chiapas como el marcapaso de la descolonización de actitudes y mentes.
Guillermo Delgado: antropólogo quechua nacido en Bolivia y radicado en Santa Bárbara, California; miembro de la Fundación Abya Yala para el Etnodesarrollo, promotor de la comunicación entre los pueblos indios de América y de su representación ante organismos multilaterales.