Hace cinco años, Emeterio Torres, marakame cantador de El Cántaro, pequeña ranchería de San Andrés Cohamiata o Tateikie en nomenclatura wixárika, anunció que debía viajar a Roma con el único fin de hallar y hacerse del corazón de San Andrés --por un sueño que tuvo, y los sueños entre los wixárika suelen ser decisivos.
Meterio-marakame relata que la imagen de madera del santo, que permaneció en Tateikie muchos años, se consumió en un incendio. Las autoridades, como es debido, repusieron la figura con una nueva. Pero un sueño le reveló a Meterio que esa no era la verdadera y que el auténtico San Andrés se hallaba en Roma en el interior de un árbol sobre unos peñascos cerca del agua (``por donde nació Cristo''). El árbol, claro, contiene al santo no como si estuviera preso, sino conformándolo. Bastaría devastarlo para que naturalmente la imagen fuera tomando cuerpo. Hay quien le señaló que por la descripción del paraje, y por aquello de que sería encontrado en donde nació Cristo, el sitio no era Roma sino Belén. Otros insistieron que si dijo Roma se fuera a Roma, al fin y al cabo ahí nació el cristianismo. Meterio lo consideró y se decidió en principio por Roma, la palabra le surgió en el sueño, y ahí él verá. Cuando alguien le dijo que no le dejarían cortar el árbol, Meterio respondió con bastante aplomo que bastaría con hacer una ceremonia para recuperar la esencia del santo y que después encargaría especialmente una figura de San Andrés para imbuirla del espíritu. Hoy esta ``esencia'' tiene un nombre muy preciso en labios de Meterio: le dice el corazón de San Andrés.
A finales de noviembre de este año, llegó al df la noticia de que Meterio-marakame aparecería en el aeropuerto de la ciudad más grande del mundo rumbo a Roma, a perseguir, por fin, su sueño. Había que recibirlo, estar con él unas tres horas en lo que documentaba su vuelo por KLM a Amsterdam, y recomendarlo con la línea aérea para que lo cuidaran en el cambio de avión y de compañía rumbo a su destino final. Era lógico: según su acta de nacimiento Meterio tiene 85 años, y pese al hecho de ser bilingüe, algo que no tanta gente en el mundo puede presumir, sus saberes no pasan mucho por la lectura (de letras).
Los que fueron a recibirlo se preocupaban de que llegara a tiempo en el vuelo 571 de Guadalajara, de que no fuera a ser que se perdiera. Ni se preocupen, dijo alguien con mucho tino: es marakame, ni se va a perder, a la mejor los cuida a ustedes.
Y tal cual. Quienes lo recibieron corrían de la pantalla de las llegadas a la salida de pasajeros (con la consideración de que ``tardan de 20 a 40 minutos en salir desde que se anuncia el aterrizaje'') y justo cuando su vuelo apareció como ARRIBO parpadeando en la pantalla, voltearon y ahí estaba, aparecido, visible, esperando, con tres morrales y una mochila de escolar por único equipaje para andar sus papeles, su guitarrita, sus velas ceremoniales y algo de ropa porque diz que hace frío a donde voy. Su paso por el aeropuerto fue memorable porque la multitud le abría paso, tal era su prestancia, y él mirándolo todo cruzó la aglomeración intocado.
Cuentan que se divirtió mucho cuando sus amigos le dijeron que como lo habían encargado con la línea, los empleados le tenían preparada una silla de ruedas --que rechazó con una mirada de incredulidad. Cuentan que miraba a todos y que formado en la fila de documentación llegó un señor que gritaba manoteando, y que Meterio volteó y con cierta sorna y muy seguro dijo: ese es gringo, ¿no? Que sentados en el restaurant, después de un rato de mirar a lo lejos, se rio mucho y dijo: y esos por qué se la pasan sube y baja todo el día, a poco no paran --señalando los elevadores de la sección internacional-- pa qué.
Un poco antes de irse divisó a la distancia un anuncio de Marlboro iluminado por dentro en el que se muestran unos vaqueros sentados al borde de una cañada con sus caballos en descanso y preguntó: y esos que se ven allá a lo lejos, ¿están deveras sentados ai, o son como fotos? Son fotos, Meterio, dicen que le dijeron. Ah. Ya se me hacía raro que estuvieran ahí sentados.
Meterio es uno de los marakate más entrañables y reconocidos en toda la Huichola, uno de los viejos sabios que siguiendo una tradición de siglos han ido abandonando necesidades y caminan sus días de ranchería en ranchería para curar, proteger y aconsejar a la gente, porque andan cuidando el mundo. Esos ancianos casi no usan los trajes ceremoniales ni portan sombrero que le signifique a los demás su cargo porque su confianza se sustenta en valorar lo que son y en su encargo. Sólo quien sabe mirarlos descubriría en ellos a un sabio porque como los antiguos sufis trashumantes son la sencillez extrema. Viajar a Roma ataviado de flores rosas y azules estampadas en la camisa y un sombrero de chamán con pequeñas plumas haciendo un círculo perfecto en torno a la copa nos dice de la extrema importancia que tiene para él éste su encargo.
Meterio no deja de insistir en la necesidad de ir a traer el corazón de San Andrés porque el mundo como lo conocemos está por terminar, porque hay que ayudar a crearlo de nuevo entre todos, y porque sólo así saldrá bien, dice, trayendo a San Andrés y haciendo ceremonias allá (señala el oeste), allá (el oriente), para acá (al norte), para acá también (el sur) y aquí en el centro (y barre su brazo de arriba a abajo varias veces). No todos los cantadores sienten así, sabe por qué será, a lo mejor no sienten lo que yo, no están viendo o sabe qué pasa --repite. Pero yo sí veo que sólo entre todos vamos a nacer el mundo otra vez, porque ya se cumplió otra vez sus dos mil años, ya se hizo viejo. Antes sólo se moría lo viejo y ora también se muere mucho lo nuevo, hay mucha muerte, también los niños se mueren mucho, la lluvia está descontrolada, eso no está bien, como que ya se está muriendo este mundo. Hay que hacer uno nuevo, pero entre todos.
Seguramente muchos disentirán profundamente de la empresa de este anciano marakame. Pero hay tradiciones extendidas que llevan a algunas personas a buscar los sentidos de la vida, a sentirse responsables --no culpables-- por que no se pierda nuestra capacidad de transformarnos. El impulso de Meterio implica un acto de responsabilidad, si se quiere de bondad, y por eso la búsqueda ansiosa de un orden que corresponda (aunque sea tentativamente) con los tiempos y la experiencia (y no la imposición de uno por acomodado que parezca). No importa en lo absoluto que desde acá haya quien juzgue su acción como inútil. Lo que Meterio reinaugura con su tarea es una actitud para los otros, para el resto de su comunidad, y si se puede, de todos los que caigan dentro de sus sueños, sus reflexiones y sus impulsos amorosos. Meterio está cuidando el mundo. Por eso hallar a San Andrés puede ser un acto para todos, así en genérico. Y eso tendremos que valorarlo y valorarlo. Ese sentido especial de responsabilidad --insiste Elías Canetti--, ese cuidar la capacidad de transformación de todos, del todo, es uno de los regalos más importantes que nos vienen de lo remoto, y no habría que perderlo: cazar milagros y transfiguraciones es uno de los pendientes de ese compromiso extraño que marca a personas como Meterio a buscar afanosamente salidas al misterio que nos rodea.
Ramón Vera Herrera