A salto de mata, los habitantes huyen y se ocultan en la montaña
Hermann Bellinghausen, enviado, San Juan de la Libertad, Chis., 16 de diciembre Ť Bajo la amenaza de que les van a hacer ``como en Acteal'', pues ya los tienen ``apuntados con bala'', los habitantes de Unión Progreso se encuentran ocultos en la montaña, con las manos vacías y los ojos grandes de sorpresa, de susto, de enojo y llanto. Anoche huyeron durante seis horas en la oscuridad. Llovía. A sus espaldas había explotado una granada que les arrojaron agentes de Seguridad Pública del Estado; su estruendo se escuchó en los vecinos pueblos de Los Plátanos y San Antonio El Brillante.
Mojados, temblando de frío, hambrientos y desvelados, infestados de pies a cabeza de las garrapatas que pepenaron en el angustioso ascenso a través de los potreros y las plantaciones, casi hombro con hombro, las familias (menos una) de la comunidad perseguida reciben a los periodistas y observadores de derechos humanos en una escarpada y húmeda ladera. Su escondite.
Muchos están golpeados, pues el lodazal del trayecto que hicieron desde Unión Progreso es atroz y tropezaron muchas veces. Una jovencita cayó de un puente a un río estrecho dos metros más abajo.
Bastaron una apresurada acusación (hasta el momento, sin pruebas) del procurador chiapaneco Montoya Liévano el domingo pasado, y una eficaz campaña publicitaria del gobierno de Albores, para arrojar a toda esta gente al sufrimiento.
Ellos insisten en que la persecución es injustificada. Nada tienen que ver, afirman, con la emboscada que en el camino de Los Plátanos costó la vida de un menor y dejó siete heridos, entre ellos un dirigente priísta de esa comunidad, hace tres días.
``Nos persiguen porque simpatizamos con la organización del EZLN -dice el agente municipal del pueblo-. Como no nos pueden convencer, nos quieren matar''.
``Huidos en el montecito''
La comunidad de Unión Progreso se encuentra desierta. Los animales domésticos están sueltos, o amarrados los que así quedaron anoche a las 20:30, cuando comenzó el nuevo ataque de la policía sobre el pueblo. Las luces de las casas, encendidas. De una casa sale el humo de un fogón que quedó ardiendo en la soledad.
Como se recordará, el pasado 10 de junio, varios hombres de esta comunidad fueron asesinados por la policía y los soldados, en un ataque anterior. En aquella ocasión, las fuerzas del orden ``desmantelaban'' el municipio autónomo San Juan de la Libertad (El Bosque). Ahora se supone que se aplicaban órdenes de aprehensión relacionados, presuntamente, con la emboscada del domingo.
La única familia priísta, que vive en las afueras de Unión Progreso, sigue en la comunidad, como si nada. Sólo ellos niegan que haya entrado anoche la policía, y también son los únicos que no oyeron ninguna explosión de granada, que ocurrió a 200 metros de su casa. Un hombre mayor, su mujer y sus hijos, lucen extraordinariamente tranquilos. Incluso divertidos.
Según los refugiados en la montaña, ``son amigos de los paramilitares de Los Plátanos'', y están contentos ``porque les tienen prometidas las tierras y los animales''.
``Los priístas, en sus reuniones en Los Plátanos, piden que entre el Ejército Federal a matarnos, para quedarse con nuestras casas, animalitos y pertenencias'', dice uno de los voceros del pueblo fugitivo.
``Esas personas dicen que nos quieren hacer como en Acteal -agrega-. Nosotros no lo creemos posible. No somos culpables de nada. Pero desde hace varios días dicen que estamos apuntados con bala de los cañones los que somos representantes, para que dejemos nuestra lucha.
``Pero buscamos el interés general -agrega el hombre, con el rostro cubierto-. Mi vida personal no me preocupa. Yo puedo quedar dondequiera que me dejen tirado, pero me dan lástima los niños, los jóvenes, las mujeres''.
Otro hombre dice: ``Es pura falsedad lo que nos acusa el gobierno de que escondemos al asesino de los priístas. Son ellos mismos que tienen división y se matan. O a lo mejor la policía fue la que los mató, para echarnos la culpa''.
Según diversos testimonios, la misma mañana de la emboscada, un grupo de policías apareció en las inmediaciones de Alvaro Obregón: iban armados y se dijeron ``perdidos''.
No obstante, según los fugitivos, ``no lo podemos saber quién lo hizo, nosotros estábamos en la comunidad, tranquilos''.
``Sí oyimos los disparos -dice el agente municipal-, pero no supimos lo que era hasta después, cuando supimos que tenían en Bochil un carro todo con sangre. Pero no pensamos que nos fueran a echar la culpa''.
Después del ataque de anoche, dice, ``nos dimos cuenta de que era verdad de lo que decían de las amenazas. No queremos que suceda lo mismo de Acteal, pero el gobierno forma los paramilitares para acabar con el pueblo''.
Un hombre mayor agrega: ``Nosotros hemos tratado de unirnos día por día con los que aceptaron ser del PRI en la comunidad. Pero ya vimos sus planes. Siempre se juntan con el gobierno, y ahora le fueron a echar la mentira para que mande contra nosotros la Seguridad Pública''.
Voces en la montaña
``Como nos ven chicos nos quieren chingar -dice otra voz en la ladera-. Pero ya basta de sufrimiento''.
Y otra voz: ``Hay muchos rumores. La gente no quiere ir a sus casas. No tiene ganas de dormirse, de trabajarse, de comer. Por el temor''.
Y otra: ``Unos niños se duermen parados''.
Y otra: ``Nos dicen que si recibimos al Ejército Federal nos dejan de chingar''.
Una niña de alrededor de 10 años, cubierta del rostro y el cuerpo por una erisipela sangrante, mira con tristeza a los periodistas. A su lado, otro hombre más (sólo hablan los hombres) relata que en estos días estaban por concluir las negociaciones con la Secretaría de Gobierno para las indemnizaciones de los muertos del 10 de junio. ``Hoy íbamos a entregar la documentación en San Cristóbal. El secretario de Gobierno nos dijo que nos apuráramos, a ver si el dinero de nuestros muertos salía antes de las vacaciones''.
Y con un gesto de inutilidad agrega: ``Pero como nos corrimos, ya no fuimos a llevar los papeles''.
Otra voz: ``No creemos en su paz. Cada que hacen pláticas los representantes del EZLN, vienen los ataques. ¿Quién su culpa? Del gobierno''.
Y dice del ataque de anoche:
``Ese es el cumplimiento que hacen los del gobierno de los acuerdos de San Andrés''.
Un anciano: ``Queremos salir de la crisis, así no podemos vivir. El ataque de junio fue cuando íbamos a cosechar el maíz. Ahora, cuando estamos cortando el café''.
De hecho, una decena de jornaleros de otra región, que trabajaban con estos campesinos en la recolección del café, los acompañan ahora en el refugio.
``El café se está cayendo. Lo podemos perder''.
No hacen fogatas porque los pueden ver los policías.
``Cómo no vamos a tener miedo -dice el agente municipal-. Duele la bala''.
Anoche huyeron sin alumbrarse con lámparas, para que no les pudiera seguir la Seguridad Pública. Hoy no saben si dormirán, casi de pie, en esta inhóspita ladera. ``Mañana -dice un joven- no sabemos si nos van a matar o meter en la cárcel''.
Y se interrumpe para contener el llanto. ``Yo no tengo hijos todavía, pero me duelen los niños sufriendo de frío, hambre y cansancio, que están huidos en el montecito''.