Noam Chomsky
Estados criminales y guerreros
Estados Unidos y su cada vez más patético lugarteniente británico quieren que el mundo entienda (y en particular, quieren que los pueblos de la región de Medio Oriente entiendan) que ``lo que decimos se hace'', tal como el presidente George Bush definió su nuevo orden mundial mientras llovían misiles sobre Bagdad en febrero de 1991. Esto significa: ``Somos estados violentos y sin ley, y si no les gusta, apártense de nuestro camino''. Este asunto no es poco significativo.
Simplemente hay que echar una mirada a las proyecciones de geólogos sobre el papel que ejercerá el petróleo de Medio Oriente en la generación de la energía global en las próximas décadas . No cuesta nada a Estados Unidos y Gran Bretaña mantener un yugo sobre Irak. Existe una saturación (probablemente temporal) de petróleo, y desde el punto de vista de los principales actores del crudo (Estados Unidos, Gran Bretaña y otros clientes), es mejor mantener el combustible iraquí fuera del mercado por el momento, sería dañino para las ganancias si los precios mundiales de crudo caen todavía más.
Por otro lado, los competidores de Estados Unidos y Gran Bretaña, como Francia y Rusia, tendrán la ventaja cuando Irak --que cuenta con las segundas reservas energéticas más grandes del mundo-- sea reintegrado al sistema internacional, lo que ocurrirá en cuanto sus recursos sean requeridos. Tal vez no sería mala idea bombardear también las refinerías.
Se trata de una región altamente volátil y turbulenta, y las alianzas pueden cambiar rápidamente. Recordemos que Estados Unidos y Gran Bretaña protegían a su admirado amigo y socio comercial Saddam Hussein durante el tiempo en que cometió sus peores crímenes (como atacar a los kurdos con gases venenosos, etcétera), y nuevamente después de la Guerra del Golfo, en marzo de 1991, cuando procedió a aplastar una rebelión chiíta en el sur del país lo hizo con el apoyo tácito de Estados Unidos. Es muy posible que las alianzas fluctúen nuevamente, pero los intereses fundamentales se mantienen estables; y los dos estados guerreros están dejando lo más claro posible que son peligrosos y que los demás deben cuidarse.
El aspecto más ominoso de todo esto es, tal vez, que estas abiertas declaraciones, que no ocurren por primera vez, avanzan sin que haya el susurro de un comentario de principio entre las clases educadas, las cuales consideran que la postura de Estados Unidos y Gran Bretaña es tan evidentemente válida que está fuera de discusión, e incluso más allá de todo pensamiento.
Esto incluye el tema de el derecho internacional (en Estados Unidos esto es también ``la ley suprema del país'') que, no obstante, ha sido violada descaradamente por los estados guerreros. Cuestiones como ésta apenas son mencionadas, y si acaso se llega a cometer la intromisión, se les desestima como ``tecnicismos''. El asunto se menciona por fuera de la corriente principal, pero dichas alusiones a las violaciones tienen prohibido atravesar fronteras sagradas.
No sólo los estados guerreros están declarando oficialmente --y de nuevo, no es la primera vez-- que los cimientos del orden internacional son de una irrelevancia absurda, sino que lo están haciendo con el apoyo, virtualmente unánime, de las clases educadas. El mundo debería estar dándose cuenta.
La manera y el momento en que se llevaron a cabo los ataques tenían seguramente la intención --y así fue como se entendió-- de ser una bofetada en la cara de Naciones Unidas, y como un acto en el que fueron ignoradas las leyes internacionales y otras obligaciones.
Los bombardeos comenzaron en momentos en que el Consejo de Seguridad celebraba una sesión de emergencia en la que se discutía la situación en Irak, y ni siquiera los delegados de los otros miembros permanentes del organismo fueron notificados de la acción militar.
Los ataques empezaron a las cinco de la tarde, tiempo local estadunidense, y a la hora en que las tres principales cadenas televisoras transmiten sus noticieros. Este guión ya es conocido: el primer crimen de guerra preparado para aparecer en horario estelar televisivo fue el bombardeo de Libia, en 1986, que fue programado para comenzar a las siete de la tarde, la hora en que en ese entonces co- menzaban los más importantes noticieros estadunidenses.
Personalmente dudo que todo esto tenga mucho que ver con la farsa del juicio de destitución del presidente. Desde el punto de vista de Bill Clinton, la coincidencia sólo sirve para socavar aún más su credibilidad, aunque los demócratas --quienes son tan cínicos como los republicanos-- simplemente están esperando reforzar el asunto para campañas posteriores sentando la base para una retórica mucho más apasionada sobre cómo estos perversos republicanos atacaron a nuestro comandante en jefe en momentos en que nuestros valientes hijos e hijas arriesgaban sus vidas luchando por su patria.
Y lo hacían no sólo en Irak, sino también en el marco del largo y horrible récord de los países guerreros en general.