Vigilia constante en Unión Progreso ante la amenaza de paramilitares
Hermann Bellinghausen, corresponsal, Unión Progreso, Chis., 22 de diciembre Ť Con incertidumbre y temor -lo que los amenazaba no ha dejado de amenazarlos-, los habitantes de esta pequeña comunidad campesina regresaron ayer a sus casas, después de pasar seis días a la intemperie en condiciones precarias.
Después del ataque policiaco y paramilitar que, procedente de la vecina comunidad de Los Plátanos, se dejó venir el pasado 15 de diciembre (hace exactamente una semana) sobre este caserío, la gente corrió hacia la montaña.
Hoy están de vuelta en sus solares y cafetales las 30 familias que componen Unión Progreso. Les urgía regresar, pues la cosecha del café apenas empieza, y además, el grano seco que tenían listo para vender quedó abandonado durante la huida, y había que ponerlo a orear para que no se pudra.
``Tranquilos, pero estamos con el temor'', define la situación Anselmo, teniendo como fondo el cascarón ruinoso del que fuera casco de la hacienda Kucalwitz.
Anselmo es miembro de una de las cinco familias tojolabales que vinieron al corazón de la serranía tzotzil a participar, hace 10 años, en la creación de esta comunidad ejemplar, y hoy tan castigada. El resto de las familias son de aquí mismo, el municipio que hoy llaman San Juan de la Libertad. Eran los peones acasillados de las familias de finqueros, en especial los Pedrero, antiguos dueños de Kucalwitz. Es decir, son los herederos de los más antiguos dueños, los indígenas que la patria vino a acasillar a principios de siglo.
``Estamos dispuestos en desplazarnos en caso de que los de Seguridad Pública piensen atacar la comunidad --prosigue Anselmo--. Nos siguen acusando. No lo sabemos a quién de nosotros quieren venir a agarrar''.
El campesino se dice enfermo de la garganta. ``Así nos enfriamos muchos en la montaña; más los chamaquitos''.
Los hombres fueron hoy por primera vez a los cafetales en más de una semana. Las casas reabiertas dejan ver a las mujeres limpiando, apilando leña, extendiendo café en las planchas de cemento y alimentando a los cuches.
Como es diciembre, los guajolotes andan como locos, nerviosos. Ha de ser por eso que se los comen a fin de año. Los tuluc (guajolote en tzotzil) se hacen notar. Por todo Unión Progreso se oye parloteo de los guajolotes peleando entre sí.
``Siquiera esta vez no nos saquearon'', comenta Juan mientras seca su café. El 10 de junio, la incursión policiaca lo dejó sin televisión, sin machetes, sin cama.
Un municipio perseguido
En cuanto el gobernador Roberto Albores ordenó que se localizara a esta gente metida en el monte, ``para hacerle llegar ayuda'', el pasado fin de semana, los vuelos de helicóptero sobre sus cabezas se volvieron continuos. Se sumaron a la pesadilla.
Los campesinos fugitivos no veían como una ``ayuda'' a los helicópteros, sino como otra expresión de la amenaza.
Ya les mataron cinco ``hijos, padres, hermanos'' el pasado 10 de junio, durante un episodio violento y a la postre bochornoso para el gobierno, que entregó los cadáveres en condiciones de basura días después.
Este es otro pueblo herido. Y vive bajo el espectro de Los Plátanos, la comunidad que, ladera arriba, sirve de sede a los paramilitares de El Bosque.
Los Plátanos tiene unos 500 habitantes. Las familias zapatistas fueron expulsadas desde abril de 1996, al instalarse en la cabecera de El Bosque el primer concejo municipal autónomo de San Juan de la Libertad. Así, desde el primer momento quedó como enclave cerrado, y exclusivamente priísta. También desde entonces Los Plátanos es custodiado por la Seguridad Pública del Estado.
Se sabe que hay una disputa intensa de los grupos priístas, pero cada que hay un problema violento entre ellos, oficialmente se culpa a los zapatistas, y en Unión Progreso, prácticamente todos son bases de apoyo del EZLN.
``Tenemos guardias orita todo alrededor de la comunidad -dice Anselmo señalando a los cerros-. Nada más para saber si vienen y poder salir. No los podemos detener. ¿Con qué? Ellos vienen armados''.
El municipio autónomo renovó hace un año su concejo, y aunque perseguido por la justicia de Albores, pronto cumplirá tres años de funcionamiento. El operativo militar y policiaco del 10 de junio costó varias vidas en Unión Progreso y Chavajeval, y el encarcelamiento de los guardianes, esa noche, de la presidencia municipal en El Bosque, pero el municipio autónomo no fue ``desmantelado''; sencillamente se le despojó del edificio del ayuntamiento, y se mandó a la resistencia a sus autoridades, elegidas por usos y costumbres.
El asedio sobre Unión Progreso significa la etapa actual de la estrategia contrainsurgente sobre las comunidades en resistencia. Se le asigna un papel ejemplar. Como decía en su refugio montañés un viejo en días pasados: ``Nos ven tan chicos que nos vienen a rechingar''.
Ayer mismo se instaló aquí un campamento civil de paz, para acompañar a esta comunidad amenazada.
Una y otra vez se repite la historia de David y Goliat.