Crece la frecuencia de inspecciones de la Fuerza Aérea en el municipio de El Bosque
Hermann Bellinghausen, enviado, Alvaro Obregón, Chis., 23 de diciembre Ť Algo huele a podrido en El Bosque. Algo que no se atreve a decir su nombre pero está cobrando una triste cuota de muertos, heridos, desplazados y perseguidos. Con su perdón de la Navidad, y a pesar de las declaraciones oficiales en contrario, los aires se han cargado por acá.
Los cuerpos de Seguridad Pública del estado empezaron a rondar esta comunidad una semana antes de la emboscada criminal en las inmediaciones de Los Plátanos, que costó la vida de un niño, dejó heridas a varias personas y dos días después provocó la huida a las montañas de todo el pueblo de Unión Progreso.
El domingo 29 de noviembre, de manera inesperada, se presentó en Alvaro Obregón un destacamento de Seguridad Pública, diciendo que venían a ``proteger'' a la población, sin que la gente supiera de qué la tenían que proteger.
Pronto se reunieron cientos de pobladores tzotziles en torno a los policías y de manera pacífica los invitaron a marcharse.
El domingo siguiente, 6 de diciembre, ocurrió la emboscada en un relativamente remoto paraje de Los Plátanos. Horas después aparecieron, llegando del monte y no por el camino, 11 agentes policiacos, quienes se dijeron extraviados al prácticamente ocupar la primera casa que encontraron.
Según testimonian los hombres de Alvaro Obregón, los policías daban muestras de cansancio. De haber estado varias horas en el monte.
``Estaban conociendo el terreno'', aventura un hombre que, rodeado de decenas de personas, accede a hablar con este enviado en el centro del pueblo.
``O buscaban algo'', agrega otro hombre a su lado. ``No dijeron qué. Si no es que venían huyendo''.
Una vez más, decenas de indígenas de Alvaro Obregón acompañaron a los policías al camino principal, solicitándoles que se fueran. Los agentes de Seguridad Pública tomaron el camino, presumiblemente con dirección a Puerto Caté, no lejos de aquí, donde hay un cuartel policiaco y un gran campamento del Ejército federal.
Días después, el procurador chiapaneco, Eduardo Montoya Liévano, excusó esta aparición policiaca diciendo que las investigaciones por la emboscada de Los Plátanos habían conducido a los agentes a esta comunidad.
El mismo día de la emboscada, el procurador estatal se había apresurado a acusar del hecho al EZLN. La organización rebelde negó inmediatamente la imputación y dio a entender que a quienes había que investigar era a los policías. Los zapatistas afirmaron además que en Los Plátanos los priístas pelean por el dinero y equipo que el gobierno surte a los paramilitares. Desde entonces, la zozobra se ha apoderado de Alvaro Obregón. Todos miran con desconfianza a los extraños, y la convivencia entre la minoría priísta y los ``autónomos'' (perredistas y bases de apoyo del EZLN) se ha deteriorado.
Renuentes a hablar, los seguidores del municipio autónomo (y perseguido por el gobierno de Roberto Albores desde el 10 de junio) San Juan de la Libertad, reconocen que hay un grupo paramilitar, por lo menos en Los Plátanos.
``No sabemos si en otros pueblos están'', comenta uno de los hombres. ``Ni siquiera sabemos si aquí'', dice, mirando hacia las instalaciones ejidales, donde se encuentra reunido un grupo de priístas que miran la escena con atención, pero sin hablar con este reportero.
La comunidad de Alvaro Obregón, viejo bastión de la CIOAC, se encuentra no lejos del municipio de Bochil.
Un fantasma recorre el municipio autónomo y rebelde San Juan de la Libertad (oficialmente El Bosque): el de la violencia prefabricada en las comunidades.
Una combinación de operativos de Seguridad Pública y la aparición soterrada de un ``grupo civil armado'' sin nombre, cuya base de operaciones parece ser la inaccesible comunidad de Los Plátanos, mantiene en vilo a las comunidades.
¿Para quién es inaccesible Los Plátanos? Para la prensa, los organismos de derechos humanos, los observadores internacionales (sean del Peace Council o del Pentágono); y, sobre todo, inaccesible para sus propios habitantes que, por no militar en el PRI, fueron expulsados hace cerca de tres años y es la fecha que no han podido retornar a sus casas ni a sus tierras.
En Alvaro Obregón, aunque los indígenas insisten en que la situación es de tranquilidad, resulta palpable la zozobra.
Las últimas semanas, han sido frecuentes los sobrevuelos de helicópteros y aviones militares y del gobierno estatal sobre Alvaro Obregón y otras comunidades del hermoso municipio cafetalero de El Bosque, o San Juan de la Libertad. Aun antes del asesinato en el camino de Los Plátanos, indican los ``autónomos'' (que se dicen perredistas).
Ayer mismo, de manera simultánea a la conmemoración de la masacre de Acteal en Chenalhó, al otro lado de las montañas, un avión patrulló a muy baja altura estas partes, en uno de los extremos de la vasta serranía tzotzil de Los Altos.
``No nos quieren dejar en paz'', dice, frente a la iglesia, el indígena que había hablado primero, en un tono contenido. ``Nosotros nada sabemos de quién mató allí en Los Plátanos, y no sabemos qué tanto buscan aquí los Seguridad Pública'', concluye.