Miguel Concha
Militares y derechos humanos
La manifestación pública y pacífica de un grupo de miembros de las fuerzas armadas el pasado 18 de diciembre, reivindicando ante nuestras autoridades legislativas, entre otras cosas, el respeto a sus derechos humanos, suscitó de forma progresiva en quienes los vieron, o entre los que por los medios de comunicación se enteraron de ello, sorpresa, estupor, interés y en muchos casos hasta simpatía. Lo inaudito del acontecimiento y los sentimientos de insatisfacción y angustia que afligen a los ciudadanos, por la crisis moral, social y económica que padecemos, explican indudablemente estas reacciones espontáneas. Sin embargo, el fenómeno, de por sí complejo y delicado, debe como todo lo importante ser analizado con atención y discernimiento, contando con más datos de los que hasta ahora ha sido posible obtener. Por lo menos son estas las actitudes que privan entre varias de las organizaciones ciudadanas que desde hace años defienden y promueven los derechos humanos de los mexicanos, incluidos los de los militares.
No causa extrañeza que reivindiquen la vigencia de los derechos humanos al interior de su institución, pues desde hace tiempo se presentan de manera informal, ocasional y frecuentemente con discreción, denuncias en ese sentido. El caso del general José Francisco Gallardo Rodríguez, conocido por la opinión pública y que ha merecido resoluciones de parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, es el más típico de ellos. Lamentablemente la reiterada reacción negativa de nuestras autoridades ha sembrado, incluso internacionalmente, la desconfianza en los organismos encargados de procurar justicia. Ello obliga a colaborar y documentar con mayor amplitud las denuncias que de ellos se reciban, principalmente por parte de la CNDH, y a hacer las observaciones y recomendaciones que se consideren pertinentes. Tampoco sorprende el que se planteé la necesidad de establecer un ombudsman al interior del Ejército, o de revisar los márgenes entre el fuero civil y el militar, dentro de un verdadero estado de derecho moderno, pues no sería el primer caso ni se trataría del primer país en el que estos asuntos se resuelven de manera civilizada y en forma satisfactoria. La misma defensa de los derechos humanos a nivel internacional, a 50 años de la Declaración Universal, exige cada vez más la solución de estas cuestiones.
Lo que sí llamó poderosamente la atención, como lo expresara hace 8 días Raúl Benítez Manaut, es la creación de un Comando para la Concientización del Pueblo, y sobre todo la publicación de un Manifiesto al pueblo de México, en el que se aventuran algunos juicios que institucionalmente no corresponden a las fuerzas armadas, pues para el pueblo es evidente que las funciones del Ejército están claramente delimitadas en su Constitución, aunque no sean precisamente -y siempre- sus autoridades quienes se ajustan con cabalidad a ellas.
Qué bueno además que se precisó a tiempo que no se trataba de un golpe de Estado, ni siquiera de una rebelión o sedición, pues lo que le interesa al pueblo es que su Ejército se mantenga con dignidad y decoro dentro del mandato que le confió, sin usurpar ni permitir que se le obligue a ello, las competencias que son propias de la sociedad.
Y no es que se quiera negarles individualmente a los soldados de la patria su derecho a la libertad de pensamiento y expresión, y menos que se pretenda atentar contra su indispensable disciplina militar, respetuosa claro está en todo momento de sus derechos humanos. Lo que sucede más bien es que las circunstancias y el accionar legítimo de las organizaciones ciudadanas, son las que han venido concientizando al pueblo sobre las causas de sus carencias, y le han permitido venirse organizando, pacífica y legalmente, para reivindicar sus derechos y demandar su participación en la solución de sus problemas.
Ello no quita que como organizaciones defensoras de todos los derechos humanos de todos, nos mantengamos alerta para que luego de este episodio, complejo, pero significativo, no se violen los derechos humanos de nuestros soldados. Lo que igualmente se hará con gallardía, pero también con responsabilidad. Les pedimos también que respeten los nuestros.