La Jornada 25 de diciembre de 1998

La novia vendida, ópera en el Londres de tiempos de guerra

Pablo Espinosa, enviado, Londres Ť En paralelo a como en las calles hierve un tufillo guerrero irradiado desde los puestos ambulantes de periódicos (``Esta noche bombardeamos'', rezaban algunos titulares; ``Son ustedes unos héroes'', cabeceaban en primera plana en días posteriores al ataque), la prensa londinense dedica en estos días espacios de privilegio a información menos belicosa pero tampoco exenta de cierta jiribilla: los dineros del erario destinados a cultura.

Si bien una manera de resumir la historia de la humanidad residiría en el binomio comercio-guerra, los presupuestos oficiales dedicados a la violencia suelen ser contrarrestados en público (pues es sabido que las verdaderas decisiones se ventilan en privado) con los centavos puestos en la pequeña alcancía de La- Cultura-Con-Mayúsculas.

Es el caso en estos días en Londres: prácticamente todos los periódicos llevan en sus primeras planas una nota -desplegada por supuesto de acuerdo al criterio editorial respectivo- cuyos titulares van desde el chisme de lavadero hasta la ironía, siempre en divertidísimos juegos de palabras que resultan verdaderos jeux d'esprit: las broncas internas en la Royal Opera House y el anuncio de las soluciones, mediante la adjudicación de apetitoso presupuesto recientemente asignado, cantidad millonaria que, empero, pareciera pírrico para los apurados productores operísticos y que, encima, tiene una serie de condicionantes, la principal de las cuales es abatir los altos costos de entrada a las funciones de ópera y, por lo tanto, propiciar un acercamiento mayor entre público y ópera.

En medio de los varios intríngulis, algunos diarios manejaron rumores acerca de una inminente renuncia de Bernard Haitink como director musical de la Royal Opera, debido supuestamente al malestar causado en los afanes de la antigua batuta mayor del Concertgebouw de Amsterdam, por realizar proyectos artísticamente ambiciosos en los escenarios londinenses. Además, está de por medio un pronto remozamiento del Covent Garden, escenario por antonomasia de la ópera británica. Pero todo esto, de acuerdo con los reportes periodísticos y sobre todo la asignación de millonario presupuesto, tiene visos de solución feliz, tanto, que el maestrísimo Bernard Haitink está en el foso de la orquesta, empuñando la batuta, para dirigir la actual superproducción de The Royal Opera: la puesta en escena de una ópera poco frecuentada en todo el mundo: La novia vendida, del autor checo Biedrich Smetana (1824-1884).

Congujar lo circense y lo operístico

El escenario es prodigioso: la moderna sala de ópera Sadler's Wells, utilizada mientras se reconstruye la sede original, el Covent Garden, y espacio más que propicio para sostener una exitosísima y monumental temporada: 14 funciones, entre el 10 de diciembre y el 14 de enero, de The Bartered Bride (La novia vendida, en español; Prodaná nevesta, en checo) , ópera cómica en tres actos en versión escénica de Francesca Zambello, directora multipremiada por producciones memorables de títulos mayores, entre ellos Khovanshchina, Billy Budd y Lady in the Dark, esto tan sólo en Londres, pero igualmente altipreciada en París, por versiones inolvidables de, por ejemplo, Tristán e Isolda, Boris Godunov y Les Dialogues des Carmélites, además de La guerra y la paz..

La combinación que resulta de reunir a creadores colosales como Bernard Haitink (en la dirección musical) y Francesca Zambello (en la dirección escénica) tienen su coronación en un elenco formidable, encabezado por la soprano finlandesa Soile Isokoski en el papel central, compartiendo honores con el tenor, también finés, Jorma Silvasti, el barítono alemán Franz Hawlata y otros cantantes solistas de primer nivel planetario. La participación de The Royal Ballet es definitiva en esta producción cuya supremacía tiene redondez, luego de que los renglones de diseño escénico y sonoro han rebasado los niveles de excelencia, en la apuesta por los tonos, matices, tramado de subtextos, interlineados de dramaturgia a la europea y una suma de aleluyas que hacen estallar la fiesta de los sentidos que es el arte operístico en las dos horas y media que dura esta representación que tiene, también, la rara virtud de conjugar en uno sólo el arte del circo y el arte operístico.

En escena, la magia de las voces y la magia circense. Como lo pide el libreto, escrito por el checo Karel Sabina, las acciones de segundo y tercer actos involucran escenas de circo, con cirqueros, es decir con trapecistas, payasos, saltimbanquis, un apache, un oso, ilusionistas y, también en escena, músicos de circo. En el trazo escénico ideado por Zambello, la bella limpidez de escenas campiradas en contrapunto con escenas circenses. Una multitud de actores, cantantes, bailarines, habitando escenografía, colorido, vivacidad, arte, ciencia, artesanado. Una producción operístico con calificación de Mil.

Opera, pues, en épocas guerreras. La vida en el escenario majestuoso del Sadler's Wells prosigue en estos días con acontecimientos igualmente de ensueño: Sankai Juku y Pina Bausch traerán en breve sus nuevas producciones a este mismo escenario, donde por lo pronto ocurren las funciones de estreno de La novia vendida en su versión original, es decir cantada en checo.

Opera, opera la ópera. Bombardean, Sancho ¿señal de que avanzamos?