1941. Dorset, Inglaterra. En Mujeres en conflicto (The land girls), el realizador británico David Leland (Ojalá estuvieras aquí, 1987), elabora una ficción romántica a partir de hechos reales que bien podrían ser materia de un documental: la creación durante la segunda guerra mundial de un ejército femenino de tierra, integrado por jóvenes voluntarias citadinas que realizaban las faenas agrícolas que muchos granjeros habían interrumpido al partir al frente. El ejemplo había surgido en Estados Unidos, en las famosas huestes de Rosie the Riveter (la remachadora), verdadera infantería femenina encargada de incrementar y agilizar el abastecimiento alimentario de las tropas.
A partir de la novela de Angela Huth, el guionista Keith Dewhurst y el propio Leland concentran su atención en tres de las doscientas mujeres jóvenes que son reunidas en Dorset, a unos kilómetros de Southampton, donde arrecian los bombardeos aéreos, para cumplir la tarea patriótica. Stella (Catherine McCormack), 21 años, prototipo de la heroína romántica, es, con su combinación de reserva y arrojo y su manera contenida de manifestar el gozo sentimental, un personaje fascinante. Sus dos compañeras, la muy cerebral y analítica Agatha (Rachel Weiz) y la emancipada chica de la clase obrera, Prue (Anna Friel), ofrecen dimensiones nuevas, a menudo sorprendentes, del comportamiento de la joven inglesa durante la guerra: una mujer liberada del yugo patriarcal por las circunstancias.
Un personaje masculino, el joven granjero Joe (Steve Mackintosh) es la presa codiciada en el juego de seducción que libran con malicia cómplice las tres jóvenes. El semental a pesar suyo, el hombre-objeto en la nueva moral sexual que temporalmente ha propiciado el conflicto bélico y la consecuente escasez de elementos masculinos en el campo y en las ciudades. El joven llega a sentirse utilizado y a protestar cuando la chica más tímida le propone tener relaciones sexuales con ella. Por su parte, el padre del muchacho, Mr. Lawrence (Tom Georgeson), exclama resignado: ``El trabajo agrícola voluntario es sólo un pretexto de las mujeres para divertirse''.
A través de situaciones cómicas que la guerra convierte a menudo en eventos dramáticos (como la imposibilidad de Joe de poder participar en el combate), David Leland construye minuciosamente un cuadro de costumbres rurales y al mismo tiempo un relato de iniciación: el proceso de maduración sentimental de las tres jóvenes observado en dos tiempos, durante y después de la guerra. En el relato domina el tema de la infatuación física que deviene, casi inadvertidamente, pasión amorosa, para volverse luego el centro de un dilema ético entre el deber y la dicha personal. Con el personaje de Philip, el soldado pretendiente de Stella herido en el campo de batalla, el director subraya los aspectos morales que plantea la novela, y que la cinta refleja con discreción y sin acentos melodramáticos. De una parte a otra de la cinta se transita de la comedia a un drama no exento de crueldad y de ironía, como en una vieja cinta de Lubitsch sobre la Gran Guerra, Broken Lullaby (El hombre que yo maté, 1931), donde la mentira es por un tiempo el precio obligado de la ilusión sentimental, y la cuestión ética un ingrediente inseparable del drama.
Mujeres en conflicto explora en forma muy sugerente la mudanza de actitudes sociales y costumbres de la moral sexual dominante durante la guerra, aprovecha la comicidad de los enredos que produce la sorpresiva emancipación femenina, la pasajera subversión de los roles sexuales (el macho conquistador se vuelve semental en subasta), y la mirada entre divertida y consternada de la generación anterior (Sr. Lawrence y esposa) que tal vez recuerde parecidos relajamientos de la moral sexual durante la pasada guerra, un cuarto de siglo antes.
Considerar la guerra a través de la vida amorosa y la expresión erótica de tres mujeres jóvenes es una apuesta original del director de Ojalá estuvieras aquí, acaso una variante (con perspectiva histórica) de la propuesta anticonvencional que aquella cinta representó a finales de los ochenta. El cine británico actual es dueño de un estilo muy sólido capaz de concentrar en un cuadro costumbrista todo un drama nacional, un episodio de nota roja, o incluso una tragedia. El cine de Mike Leigh y, también, el de Neil Jordan (The butcher boy, aún sin estrenar en México), ofrecen de ello muestras elocuentes. Desafortunadamente, algunas de esas cintas naufragan en la cartelera comercial o jamás llegan a nuestro país por la negligencia o desinterés de las compañías distribuidoras. Mujeres en conflicto (The land girls) merece mayor atención y mejor sobrevida en nuestras pantallas.