Las comunidades indígenas tienen su propio sistema normativo, que se conoce como usos y costumbres. Una de las características del mismo es que ha servido para reforzar la cohesión de esta sociedad y salvaguardar la identidad comunitaria frente al mundo exterior que las hostiliza y devalúa. Cuando desde el interior de los pueblos indios se reta el sistema jurídico, los disidentes se topan con la imposición de penas que pueden llegar hasta la expulsión del poblado.
Una de las crisis difíciles de resolver para la normatividad de las comunidades tradicionales es el surgimiento y arraigo de la diversidad religiosa en un campo que se ha caracterizado por la homogeneidad en este terreno. Es larga la lista de indígenas conversos a grupos no católicos que han sido desarraigados de sus lugares de origen por dejar de compartir la religión del pueblo. Al listado se agrega un grupo de mixes que en vísperas de la Navidad fue advertido sobre que la asamblea comunitaria de San Juan Metaltepec, Oaxaca, había decidido expulsarlos, porque en el lugar no se admite la presencia de creyentes evangélicos. De acuerdo con la nota de Víctor Ruiz Arrazola (La Jornada, 24/XII), los afectados son 37 adultos y 33 niños, y tienen diez días de plazo para abandonar la población, localizada en el oaxaqueño municipio de Zacatepec. En la zona ya se han dado expulsiones que, a decir del coordinador de la Defensoria Cristiana de Derechos Humanos, Enrique Angeles Cruz, no fueron denunciadas en su momento por las víctimas, dado su ``desconocimiento de las leyes y la falta de recursos''. El abogado considera que la dinámica expulsadora en Oaxaca se basa ``...fundamentalmente en los usos y costumbres (y no en las leyes), para deliberar mediante asamblea de ciudadanos, levantándose el acta correspondiente'', la que es avalada por las autoridades municipales.
En el centro del problema está la cuestión de la identidad comunitaria y la posibilidad de que en su seno otros y otras puedan compartir parcialmente aquella, rechazando la parte que por diversas razones les parece inaceptable. La cuestión se agudiza cuando la identidad ancestral tiene como uno de sus principales componentes a una tradición religiosa, la católica, que se piensa inamovible y excluyente de otras maneras de relacionarse con lo sagrado y su consecuente concepción de sociedad. El asunto se relaciona, también, con si es posible la construcción de otras formas de ser indígena sin compartir las creencias religiosas históricas de un grupo determinado. Yo creo que sí, no sólo por mi convicción en que los derechos humanos (la libertad de conciencia es crucial en tópicos como el que nos ocupa) son para todos y todas, sino también por el cúmulo de investigaciones antropológicas que muestran cómo los disidentes religiosos reinterpretan su herencia identataria y la integran creativamente a su nueva fe. Es el caso, por ejemplo, de los indígenas presbiterianos chiapanecos, que bautizaron a su respectivo cuerpo eclesiástico (presbítero) con los nombres de sus grupos étnicos: tzotzil, chol y tzeltal.
Rosalva Aída Hernández Castillo, en Identidades Colectivas en los Márgenes de la Nación: Etnicidad y Cambio rReligioso entre los Mames de Chiapas (Nueva Antropología, abrilde 1994), saca a la luz datos que contradicen a quienes consideran sujetos pasivos en el proceso de conversación a credos distintos al catolicisimo. Entre los mames el presbiterianismo sirvió como espacio de refugio y potencialización de la entidad y fue un factor central en la conservación del idioma ante la castellanización impulsada por el sistema educativo. Con un argumento sacado de la Biblia, el misionero tabasqueño José Coffin Sánchez, en la década de los años 20 de este siglo, enseñaba a los conversos que la lengua mam era igual de valiosa que cualquier otra, porque había sido creación de Dios. Hallazgos similares a los de Hernández Castillo tuvo el legendario José Revueltas en 1943, cuando en un largo viaje que lo llevó desde la ciudad de México hasta el pueblito de Vicam, Sonora, se topó con los primeros resultados de misioneros protestantes entre los yaquis. A Revueltas le impresionó gratamente la posibilidad de que yaquis y otros grupos indígenas pudieran contar con literatura en su propio idioma, lo que se traduciría en una ``...vida libre y de pleno desarrollo'' (Viaje al Noroeste de México, Obras Completas, t. 24). El luchador libertario y pensador de izquierda estaba lejos de creer en la teoría de la conspiración como argumento para comprender el trabajo de los misioneros.
Es un error totalizar los usos y costumbres hacia un lado u otro; no son el paraíso en la tierra, pero tampoco son el infierno. Simplemente, como cualquier otro sistema jurídico, pueden servir para impartir verdadera justicia o ser instrumentos de opresión en el interior de las comunidades, que se usan para restringir la libertad de creencia de otros que son tan indígenas como quienes los persiguen y expulsan.