Marco Rascón
Verdades, vilezas, réplicas y retractaciones

En mayo de 1997 fui objeto de una difamación sin fundamento por parte de la revista Contenido, que dirige Armando Ayala Anguiano, donde se me exhibía y señalaba como autor de las invasiones a bienes inmuebles en el Distrito Federal, en una portada con mi fotografía que titulaba ``La floreciente industria del despojo. Diputado Marco Rascón, protector de invasores de predios y edificios'', que los lectores recordarán y que rodó por el país durante un largo mes entre voceadores y puestos de periódicos; de esa acusación falsa puse la demanda SC/4943/97-05 ante la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.

Un año después, al referirme en otro artículo a la corrupción del medio periodístico desde el poder, yo hice señalamientos sobre Armando Ayala Anguiano como ``drogadicto'' que motivaron una demanda en contra mía y una respuesta ante el Ministerio Público, que fueron exactamente iguales a la que yo hice y él respondió. Sin embargo, ante la solicitud de retirar mi demanda y que esto fuese aclarado públicamente, consideré importante aceptar este pedido de Ayala Anguiano, a fin de sanear el medio periodístico y sobre todo establecer precedentes de las reglas para dirimir controversias en el ámbito de los medios y la política.

Cierto es que el poder ha utilizado los medios en contra de sus opositores con el fin de intimidarlos y reducirlos. Muchos propietarios de medios y periodistas han aceptado este tipo de tratos infames, y por ello, me parece importante aclarar y deslindar públicamente los motivos de él y los míos en bien del periodismo, ya que la revista Contenido no tiene por norma aceptar el derecho de réplica a favor de quienes difama. Para ello, he tomado una decisión unilateral en relación con mi demanda penal y la de él, con la idea de avanzar un poco en el establecimiento de las nuevas reglas que deberían existir en nuestros medios.

Parto de reconocer que las difamaciones de la revista Contenido me afectaron profesional y personalmente, lo cual, ante la imposibilidad de ser desagraviado en el mismo espacio, sólo podría ser aclarado cuando el responsable de la difamación estuviese exactamente en la misma situación como agraviado, pese a que él utilizó una portada, con fotografía, expuesta durante un mes en puestos de periódicos, y yo sólo utilicé una palabra, un solo día. Puedo decir que en generosidad le voy ganando, siendo que las mentiras de él y las mías fueron iguales.

¿Cómo establecer la equidad? ¿Cómo salir de la vileza y entrar a la verdad? ¿Cómo hacer del derecho de réplica una ley para los medios? Yo sólo pediría al señor Ayala Anguiano a cambio de este artículo una simple explicación de sus motivos para que, sin conocerme ni tener pruebas, me dedicara una acusación para dañarme moralmente en el contexto de la campaña electoral de 1997, y que luego fue utilizada por el candidato del PRI Alfredo del Mazo. No le pido que avale mi conducta, ni lo necesito ni lo pido; sólo que explique sus motivos como periodista. Con esa mera explicación estaría satisfecho; al mismo tiempo se aclararían mis motivos y quedaría restituida la imagen de Ayala Anguiano como hombre sano y sin relación con la drogadicción. Dicho de otra manera, explicaría que mi imputación es una forma de derecho de réplica, situando a cada uno en la misma circunstancia. Es una respuesta abierta y seria a la preocupación del señor Ayala Anguiano por su reputación y una respuesta sana para llegar a un acuerdo, como me lo ha pedido a través de sus abogados.

Busco la explicación del motivo y la pido, ya que en el artículo y portada en la que me difama pareció congratularse irresponsablemente con el Presidente de la República, luego de mi intervención en la Cámara de Diputados, con una máscara de cerdo, el primero de septiembre de 1996, a la que en su reportaje hace alusión fotográfica, como si el que yo hubiera protagonizado ese hecho demostrara que soy un delincuente invasor de predios. ¿Cuántos periodistas no han actuado con vileza buscando el favor del Presidente? ¿Cuántos actos criminales no se han hecho, ``interpretando'' los estados de ánimo y enconos del Ejecutivo en este país presidencialista?

Solicito esa explicación pública de sus motivos, ya que yo le estoy dando explicación de los míos en este espacio. Si esa explicación apareciera en la revista Contenido, yo le ofrezco a Armando Ayala Anguiano reproducirlo íntegramente en mi espacio semanal, así como esperaría la publicación del presente en su próximo número de Contenido.

Como muestra de aportación me adelanto y expreso que lo que señale en mí artículo del 17 de junio de 1998, en el artículo bajo mi firma intitulado ``La credibilidad y los premios'', diciendo en una parte de él que Armando Ayala Anguiano es ``drogadicto'', fue una acusación sin sustento ni prueba y cuyos motivos se explican solos en este artículo. Adjunto a esta precisión el retiro anticipado de mi demanda penal en contra de Armando Ayala Anguiano por el delito de difamación SC/4943/97-05, pues considero que la credibilidad en la palabra de las personas no es un acto mercantil, sino de confianza en la ética de las personas. El señor Ayala Anguiano tiene la palabra ahora, pues el silencio en este caso sería una acusación peor a ser drogadicto, ya que habría fundamento real de soberbia (la cual es madre de la perversión), mientras que ser drogadicto es simplemente una enfermedad dolorosa de nuestro tiempo.