Jalil Saab H.
Determinismo biológico: ¿competencia o cooperación?
``Así, en primer lugar, pongo como inclinación general de toda la humanidad un perpetuo e incansable deseo de poder y más poder, que cesa únicamente con la muerte'', afirmó Thomas Hobbes en su celebérrimo Leviathan. Desde entonces (siglo XVII), el hombre occidental ha querido confundir la competencia y la apropiación con la naturaleza y de ahí extrapolar a leyes naturales. Adam Smith propuso una versión hobbesiana de la economía. Charles Darwin, por otro lado, encontró un proceso mediante el cual los organismos vivos eran capaces de adaptarse a las condiciones del entorno mediante cambios convenientes, adecuados.
Casi de inmediato, William Graham Sumner adaptó la teoría biológica para explicar la injusta realidad social del siglo XIX; Herbert Spencer acuñó la frase ``supervivencia del más apto'', popularizando la idea de que evolución no es más que una lucha sanguinaria en la que el más fuerte es el que sobrevive. La hipótesis caía como anillo al dedo en el ámbito económico: la explotación del hombre por el hombre es natural y, por lo tanto, moralmente aceptable.
No obstante que el llamado ``darwinismo social'' ha sido ampliamente desprestigiado, en la actualidad ha resurgido en la llamada sociobiología, propuesta por Edward O.Wilson con base en los experimentos de Richard Dawkins, quien sugirió el concepto ``gen egoísta''. En esta nueva edición del ``capitalismo genético'' se asume, exclusivamente, la estrategia competitiva de la vida, y se subestima la estrategia cooperativa. Cualesquiera de esos extremos, por sí mismos, no pueden explicar satisfactoriamente los fenómenos tanto biológicos como humanos.
Ahora bien, siendo la biología producto de las leyes físicas y químicas, estas son a su vez incapaces de explicar en su totalidad los fenómenos biológicos. De la misma manera, las leyes biológicas por sí solas no pueden explicar la psicología y la cultura humana: al aumentar la complejidad surgen nuevas variables e interrelaciones que, en etapas más elaboradas, dejan de ser meramente naturales. Ludwig von Bertalanffy sintetiza lo anterior en los postulados de su Teoría del Sistema General, que dicen: ``El comportamiento de una parte aislada es diferente al que se presenta en interacción con el resto''.
Para el antropólogo Marshall Sahlins, ``mientras el mundo de los hombres depende de sus sentidos y de las características orgánicas de la evolución biológica, su libertad con respecto a la biología consiste sólo en la capacidad de darle sentido''. Al conocer y usar las leyes naturales el ser humano se libera, en cierto grado, del determinismo biológico: es capaz de concebir diferentes caminos que aquellos experimentados por la naturaleza; crea nuevos elementos químicos, moléculas, máquinas, etc. Si es capaz de alterar el medio ambiente del cual procede, debe ser capaz de moderar sus propios instintos biológicos mediante la cultura.
Las formas culturales en sus orígenes estuvieron determinadas por el entorno, presentando infinidad de variantes, producto de la mente humana que, a su vez, fue resultado de la evolución biológica del cerebro. Con él, tuvo la capacidad de previsión, entendida como la posibilidad de imaginar o suponer el futuro; desde la planeación de una choza o de una batalla, hasta el diseño de un edificio inteligente o un bombardero supersónico, construir un hospital o un campo de concentración.
La cultura marcará la tendencia hacia la cooperación o la competencia. Ambas, hechos concretos de la biología: simbiosis o parasitismo, asociación o dominio, altruismo o egoísmo, tolerancia o intolerancia. La cultura bien puede ser promotora de convivencia o de agresión. Los atenienses valoraban la filosofía, las artes y el comercio, mientras que sus hermanos espartanos exaltaban la imposición draconiana, la penitencia y la rapiña guerrera. Ambos pueblos compartían lenguaje, mitología y raza, pero disentían en el sentido de la vida.
La violencia biológicamente intrínseca puede ser culturalmente sublimada o exacerbada. En un ambiente hostil, plagado de necesidades, es útil el uso de la violencia; en un ámbito benigno, con suficiencia de satisfactores, la agresividad no tiene razón de ser. Depende, en buena medida, de la educación transmitida, las prioridades en la convivencia: la agresión o la comunión.
Clifford Greetz rechaza el determinismo biológico asegurando en su The Interpretation of Cultures: ``No tenemos por qué aceptar una exclusiva secuencia de eventos biológicos procedentes del genotipo (información genética) incidiendo en un fenotipo (manifestación externa) previamente programado para un comportamiento social por selección natural''.
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