La experiencia es conservadora; la percepción, progresista: Chillida
José Garza, especial para La Jornada, Madrid Con la expectativa que convoca a más de un centenar de periodistas en torno a un superstar, como el que es y como el que también pudo haber sido de no ocurrirle una ingrata lesión que le truncó una exitosa participación como portero del equipo español de fútbol Real Sociedad, Eduardo Chillida aparece ante cámaras y micrófonos como ``el gran escultor del siglo XX, al lado de Giacometti y Moore''.
Chillida está feliz. En víspera de cumplir 75 años de vida, el próximo 10 de enero, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid abrió recientemente un par de salas dedicadas exclusivamente a su producción, e inauguró la primera gran retrospectiva que una institución española organiza sobre la obra de este creador, nacido en San Sebastián en 1924. Se trata de Chillida 1948-1998, muestra que, con la curaduría de Kosme de Barañamo, reúne 170 obras representativas de los diversos materiales y de las distintas etapas productivas de Chillida. ``Es la mejor exposición que se ha hecho en mi vida'', exclama gustoso el escultor vasco.
Inicialmente, se previó que la gran exposición fuera presentada posteriormente en el Museo Rufino Tamayo de la ciudad de México, pero la falta de un buen patrocinador canceló el proyecto de itinerario, que por el momento sólo incluirá su presencia, a partir de abril de 1999, en el museo Guggenheim de Bilbao, informó De Barañamo.
El curador de la exposición explica que Chillida 1948-1998 está dividida en tres secciones. La primera, dedicada a las piezas de gran formato en acero, hierro, granito y madera; sin embargo están ausentes obras representativas -que son las más emblemáticas- de gran volumen y altísimo tonelaje, puesto que, por las condiciones del espacio museográfico, el Centro de Arte Reina Sofía sólo permite la exhibición de trabajos menores a los 5 mil kilogramos. No obstante, De Barañamo aclara, en relación con las piezas incluidas en la muestra que ``no se trata aquí de medidas ni de pesos sino de energía''.
La segunda sección de la exposición corresponde a las obras elaboradas con tierra chamota y alabastro, además de algunos de los famosos relieves en papel conocidos como gravitaciones.
La tercera y última sección de la exposición, que también cuenta con apoyos fotográficos y audiovisuales para ilustrar los procesos de trabajo de Chillida, corresponde a las obras con papel y sobre este material, es decir la evidencia de que el fundamento estético del trabajo escultórico de este creador está en el dibujo.
``La exposición muestra la continuidad que Eduardo logra en toda su producción; una personalidad que no ha variado'', comentó la compañera de vida del escultor, Pilar, quien también hace las veces de manager.
La exposición confirma también la posibilidad de imprimirle a la obra de Chillida una lectura relacionada con las grandes esculturas prehispánicas. Y así lo acepta De Barañamo, quien considera a Chillida como ``el gran escultor del siglo XX, al lado de Giacometti y Moore''.
Existe una referencia clara de Chillida con el mundo de las piedras de Cuzco, asegura De Barañamo. Además, ``con relación al mundo maya de México también puedo decir, más con intuición que con un conocimiento de especialista propio de un colega mexicano, que existe una similitud en el tratamiento casi visceral de la piedra''.
--En México existe una gran tradición ceramística, que destaca en el apartado artesanal, aunque ya está la veta de creadores que siguen la ruta de Chillida en cuanto a la utilización del barro con perspec- tiva más contemporánea.
--El tratamiento que Chillida hace de la cerámica es diferente a todo lo que se ha hecho anteriormente. En vez de utilizarla como un producto de artesanía la ha utilizado como una materia que pesa. La tierra chamota es muy densa, por lo que no la modela con las manos, como los alfareros, sino que la talla, la golpea. En este aspecto ha cambiado el sentido de la cerámica.
Chillida camina por entre las piezas de la exposición, patrocinada por la Fundación Caja Madrid. Permite que una docena de fotógrafos lo retraten, y para los micrófonos y las grabadoras, ofrece fragmentos de su pensamiento, en el que establece que no cree demasiado en la experiencia:
``Pienso que es conservadora. Creo en la percepción, que es otra cosa. Es más arriesgada y más progresista. He llegado a darme cuenta de que pierdo fuerza conforme pasan los años. Un día pensando en estas ideas me di cuenta de que había una cosa en la que yo seguí mejorando con la edad: la percepción. Percibo mejor. Incluso, mis ojos ven mejor, siendo peores que cuando tenía 30 años''.
Chillida piensa que ``el arte, que no es refugio sino intemperie, no orienta. Quizá desorienta hacia delante (...) Nada es previsible desde que se empieza hasta que se termina. Como en la vida, todo se integrará después (...) Cuando comienzo una obra casi no veo a dónde me dirijo. No veo sino cierta figura de espacio de la que, poco a poco, se destacan algunas líneas de fuerza. La forma al principio es casi como un aroma indefinido que se impone a medida que va precisándose''.
El escultor reconoce que la poética está presente en su trabajo pero más en la forma que en la concepción. Sin embargo, el crítico español Francisco Calvo Serraller explica que Chillida concibe poéticamente el espacio como algo animado e intuye que su comportamiento no es en lo absoluto homogéneo. Por el contrario, dice Calvo Serraller, Chillida cree que es un campo de fuerzas, que depende cómo se activan y se desactivan, es decir el espacio gravita o levita con un genuino ritmo en las manos del artista.
Esta magna exposición de Eduardo Chillida permanecerá en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid hasta el 15 de marzo de 1999.