Jorge Luis Borges, resurrección de la palabra en el laberinto del tiempo
Mónica Mateos Una mujer recorrerá el mundo durante 1999 para hablar sobre las tierras míticas que sólo un par de ojos conocieron, pero que, bajo la pluma de esa mirada, invadieron la imaginación y el alma de miles. En el centenario del natalicio de Jorge Luis Borges, su viuda María Kodama se prepara a celebrar el nacimiento del hombre que, dijo, ``es mi amor y que sigue acompañándome en todo momento''.
Durante los próximos doce meses, las palabras de Borges forjarán tantos fértiles laberintos como lectores y escuchas se topen con su obra que, por primera vez completa, será traducida al francés, el inglés y el alemán, entre otras lenguas.
``Es una cosa muy importante, porque significa la posibilidad del acercamiento de las nuevas generaciones'', señaló Kodama, quien preside la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, en la que se está organizando una gran exposición itinerante, que visitará distintas ciudades de Europa. Dicha muestra, montada con base en un enorme laberinto de madera que recorrerá vida y obra del autor, podrá verse a partir de marzo en Venecia, luego irá a París, Nueva York y Buenos Aires. También se formalizan contactos con diversas universidades, que realizarán seminarios, cursos y conferencias acerca de la obra del autor de El Aleph.
Ontologías fantásticas, etimologías transversales, genealogías sincrónicas, gramáticas utópicas, geografías novelescas, múltiples historias universales, bestiarios lógicos, éticas narrativas, matemáticas imaginarias, thrillers teológicos, nostálgicas geometrías y recuerdos inventados son parte del paisaje inmenso que las obras de Borges ofrecen al estudioso o al hedónico lector.
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En la ciudad de Buenos Aires, Argentina, en la calle Tucumán, entre Esmeralda y Suipacha, nació, a los ocho meses de gestación, Jorge Luis Borges, el 24 de agosto de 1899. Su padre, Jorge Guillermo Borges, enfermo de la vista, se acercó al niño en cuanto éste salió del vientre materno. Observó atentamente los ojos del bebé, que eran azules, como los de su esposa, Leonor Acevedo, y murmuró: ``está salvado''. Se equivocó: la sexta generación de los Borges estaba también condenada a la ceguera.
Jorge Luis aprendió a leer inglés antes que español por influencia de su abuela materna, Fanny, quien lo llamaba Georgie y le leía revistas inglesas. A los seis años le dijo a su padre que quería ser escritor, y se tomó en serio la inquietud, pues a los siete años escribió en inglés un resumen de la mitología griega; a los ocho, su primer cuento, La visera fatal, inspirado en un episodio de El Quijote, y a los nueve tradujo del inglés El príncipe feliz de Oscar Wilde.
En 1914, su padre se jubiló debido a que se quedó ciego, y por ello la familia decidió pasar una temporada en Europa. Eran los años de la Primera Guerra Mundial, por lo cual los Borges se instalaron en Ginebra, donde Jorge Luis escribió poemas en francés mientras estudiaba el bachillerato.
Su primera publicación fue una reseña de tres libros españoles, escrita en francés para ser publicada en un periódico ginebrino. En 1919 se trasladó a España, en donde empezó a publicar poemas y manifiestos en la prensa literaria de ese país.
En 1921 regresó a Argentina. Es entonces cuando el joven poeta redescubre su tierra natal y empieza a escribir acerca de ese acontecimiento, publicando su primer libro, Fervor por Buenos Aires, en 1923. A partir del año siguiente publica en revistas literarias y dos libros más Luna de enfrente e Inquisiciones. En 1925 es considerado ya ``el jefe'' de la vanguardia más joven.
Cansado del ultraísmo (escuela experimental de poesía que se desarrolló a partir del cubismo y el futurismo), que él mismo había traído de España, intenta fundar un nuevo tipo de regionalismo, arraigado en una perspectiva metafísica de la realidad.
Escribe cuentos y poemas sobre Buenos Aires, el tango y las peleas fatales de cuchillo, pero pronto se cansa también de este ismo, por lo que empieza a especular por escrito acerca de la narrativa fantástica o mágica, hasta el punto de producir durante las siguientes dos décadas (1930-1950) algunas de las más extraordinarias ficciones de este siglo, como Historia universal de la infamia (1935), Ficciones (1935-1944) y El Aleph (1949), entre otras.
En 1961 comparte con Samuel Beckett el premio Fomentor, otorgado por el Congreso Internacional de Editores. Este será el comienzo de su reputación de gran escritor en todo el mundo occidental y de una cascada de galardones: recibe el título Commendatore por el gobierno italiano, el de Comandante de la Orden de las Letras y Artes por el gobierno francés, la Insignia Caballero de la Orden del Imperio Británico y el Premio Cervantes en España, entre otros. Sin embargo, el Premio Nobel nunca llegó a sus manos.
Una encuesta mundial publicada en 1970 por Il Corriere della Sera revela que Borges obtiene allí más votos como candidato al Nobel que Solzhenitsyn, a quien distingue ese año la Academia Sueca. El 27 de marzo de 1983 Borges publica en el diario La Nación de Buenos Aires el relato Agosto 25, 1983, en el que profetiza su suicidio para esa fecha exacta. Al preguntársele tiempo más tarde por qué no lo hizo el día anunciado, contestó simplemente: ``por cobardía''. Ese mismo año la Academia Sueca otorga el Premio Nobel a William Golding, y uno de los académicos denuncia la mediocridad de la elección.
Todos siguen preguntándose por qué el autor de El libro de arena fue sistemáticamente soslayado por la Academia Sueca. Según afirma uno de los biógrafos del escritor argentino, Emir Rodríguez Monegal, ``el premio a Golding parece dar la razón a los que dudan de que los académicos suecos sepan realmente leer''.
En una entrevista ofrecida al diario El Clarín en 1985, Borges comentó, jugando a la modestia, acerca del tema: ``La inteligencia de los europeos se demuestra por el hecho de que jamás me hayan dado el Premio Nobel... ¿Sabe usted por qué? No hay escritor más aburrido que yo. Es una gran equivocación que la gente me lea, porque ni a mi mismo me gusta lo que escribo y por eso ni yo mismo lo leo. Nunca me he leído. Todo lo que he escrito, todo, no pasan de ser borradores... ¡borradores!, papeles sueltos... No entiendo a las personas. Por ejemplo, en esta biblioteca que usted ve ahí, no tengo libros míos, ¿para qué?''
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``Por lo que a mi respecta, 1999 es celebrar el nacimiento del hombre que es mi amor'', aseguró recientemente María Kodama, la mujer pequeña y elegante que conoció a Borges cuando era una adolescente y que durante las años finales de la vida del escritor se convirtió en sus ojos.
Borges confesó alguna vez que se pasó la vida pensando en las mujeres: ``Fueron las únicas que me hicieron pensar en el suicidio; cuando una no me quería, ya estaba dispuesto a matarme''. Pero nunca lo hizo, porque ``siempre tenía que terminar algún cuento o algún poema, y mientras tanto llegaba otra mujer. Al escribir he tratado de evadirme de ellas. El amor es eterno mientras dura''.
Y a muchas amó sincera, sucesiva y a veces simultáneamente. Esta es una lista incompleta: Concepción Guerrero, Haydée Lange, Wally Zenner, Silvina Bullrich, Ulrike von Kühlmann, Emma Risso Platero, Pipina Diehl, Estela Canto, Susana Bombal, María Esther Vázquez, Bettina Edelberg.
En 1967 se casó con Elsa Astete Millán viuda de Albarracín, pero pronto descubrió que ``había una completa incompatibilidad entre mi mujer y yo''. El día que se confirmó su separación (1972), dos horas más tarde, Borges y María Kodama comieron juntos en un restaurante donde fueron fotografiados para una revista que tituló la imagen ``Borges cena con una estudiante''.
En 1976, Borges aprovecha la aparición de su poemario Historia de la noche para hacerle una declaración amorosa literaria a Kodama con estas palabras: ``Por la memoria de Leonor Acevedo. Por Venecia de cristal y crepúsculo. Por lo que usted será, por lo que acaso no entenderé. Por todas estas cosas dispares, que son tal vez, como presentía Spinoza, meras figuraciones y facetas de una sola cosa infinita, le dedico a usted este libro, María Kodama''.
Compartieron la vida a partir de entonces, y se casaron el 26 de abril de 1986, en Ginebra. Jorge Luis Borges murió en esa ciudad, ese año, el 14 de junio, un sábado, víspera de Corpus Christi, temprano, cuando faltaban 15 minutos para la ocho de la mañana, tomado de la mano de su inseparable María.
María Kodama prosigue imperturbable la tarea de publicar toda la obra de Borges, incluso textos que él desechó. Además de presidir la fundación con sede en Buenos Aires, es miembro del Comité Científico Internacional del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges, institución dedicada desde 1994, en Dinamarca, al estudio de la obra del autor de La muerte y la brújula.
Dicen los especialistas que las imitaciones de Borges en la narrativa y en la poética hastían; en cambio, un borgesiano se distingue por la calidad de su lectura. Al fin y al cabo Borges mismo se vanagloriaba no de sus escritos sino de sus lecturas.
Por la perfección de su lenguaje, la erudición de sus conocimientos, el universalismo de sus ideas, la originalidad de sus ficciones, la belleza de su poesía, Borges es el favorito no sólo del lector común, sino de semióticos, matemáticos, filólogos, filósofos y mitólogos.
En 1999 se cumplirán aquellos instantes que Borges profetizó en su poesía, pues el escritor volverá a vivir, convertido en palabra sempiterna: correrá más riesgos, hará más viajes, contemplará más atardeceres, jugará con más niños, andará descalzo desde principios de la primavera y así, hasta concluir el otoño.