Ugo Pipitone
Bagdad, Cuajimalpa

Este año que está a punto de concluir me trajo dos cosas, Saddam Hussein y una descompostura eléctrica de 48 horas en la zona donde vivo en Cuajimalpa, a dos cuadras de la delegación.

Saddam de nuevo. Ni modo, algún pecado hicimos. Pero, como dice un amigo mío que es antropólogo y se dedica ahora a vender aceite de oliva, produce impresión escuchar de bombardeos sobre Bagdad. Hace mil 200 años atrás Bagdad fue el mayor episodio, seguido después por Andalucía, de una cultura islámica que intentaba conciliarse con la razón. La Bagdad de las 700 bibliotecas públicas, de fuentes y alumbrado público, de las Mil y una noches, de la secta erudita de los mutazilíes que descubría al individuo siguiendo a los griegos e intentaba construir una jurisprudencia islámica no limitada a los dictámenes del Corán. Una Bagdad que nace como proyecto imperial de una nueva dinastía que preside medio milenio de una historia de brillo asombroso. Y después Gengis Kan, los turcos, los ingleses, una monarquía, oficiales nacionalistas, las reformas de al-Bakr en los setenta y después Saddam que ya lleva una agresión a Irán, varios exterminios de kurdos y de la minoría shiíta de su país, un intento de engullir a Kuwait y la construcción de un sistema de represión interna eficaz y despiadado.

Y en este fin de 1998 la intervención angloamericana que refleja la impotencia mundial frente a la irracionalidad de los pueblos. Cada uno tiene sus formas (el ``qué vivan las cadenas'' de los españoles que defendían contra los franceses una monarquía sin aliento y corrupta); a los iraquíes les tocó la responsabilidad y la vergüenza de tener que tolerar a un sátrapa militar que se siente Alejandro Magno o Nizam al Molk. Una locura individual que sintetiza la desorientación de una parte no pequeña de los iraquíes de hoy.

Dicho lo cual habrá que recordar que el siglo XX está recorrido de episodios similares. Los rusos que toleran 70 años de un comunismo que produjo millones de muertos y retrocesos gigantescos a la luz de un futuro de telenovela materialista dialéctica. Alemanes, españoles, italianos que toleran aquello que la más endeble razón no habría podido. Nadie está para dar lecciones a nadie. Pero es evidente la impotencia del mundo frente a un pueblo castigado que enaltece a su opresor. Qué vivan las cadenas en versión iraquí, cientonoventa años después. Como para dejar de creer en el progreso. Aparentemente la misma Bagdad, en realidad dos ciudades separadas por más de un milenio. Y la incómoda sensación que era mil veces más digna aquélla que ésta.

De una ciudad a otra. A propósito de Cuajimalpa, viejo pueblo en el margen izquierdo de la ciudad de México, sólo quiero señalar el apagón que deja decenas de familias en la oscuridad la noche del 24 y todo el 25 hasta la tarde avanzada del 26 diciembre. Y el comienzo de la odisea: aparición de una camioneta de la Compañía de luz la primera noche, que sin dejar resultados visibles se desvanece misteriosamente. Todo el 25 intentando hablar al teléfono que el recibo dice ``para reportar fallas'' y nada: la línea ocupada, muerta o sin responder. El 26 nueva aparición de una fantomática camioneta de la compañía que después de algunas horas se va, informando que el turno ha terminado y que tal vez en la tarde aparezca alguien. Y de todos modo falta una pieza que los trabajadores no tienen. Visita a la estación local de la compañía de luz: disponibilidad y promesas. Explicaciones, ninguna.

En la tarde, cuando buena parte de la calle se preparaba a pasar la tercera noche a oscuras, aparición de una cuadrilla de técnicos y trabajadores, que en una hora dejan todo arreglado en un desplante de eficiencia y profesionalidad. Y uno ya no entiende nada, todo se mezcla y el resultado final puede ser cualquiera. Como estar 48 horas sin luz y sentir después que uno debe agradecer la compañía de luz por haberla restablecido con tanta eficiencia en pocos minutos. Todo se mezcla y los juicios dejan de ser fáciles: sobrecarga de las líneas por personas y negocios que se ``cuelgan'' sin pagar, burocracia incapaz de programar un servicio decente para los días de vacaciones, escasez de dinero para modernizar las líneas, etcétera. Se me ocurren concordancias metafóricas entre Bagdad y Cuajimalpa, que no haré.

Para comenzar bien el año, acabo de descubrir que Carlos Fuentes y Salman Rushdie sostendrán un diálogo público el 4 de enero en esta ciudad. Tal vez con ellos, cabezas lúcidas entre no muchas, podamos quitar algunos de los velos que vuelven mágicamente incomprensible el subdesarrollo. Podamos entender porqué los iraquíes sigan prisioneros del síndrome de Estocolmo, que produce el afecto del secuestrado hacia su secuestrador. O porqué puede faltar la luz por dos días sin que nadie sienta la necesidad de explicar nada.