La democracia tendrá trabas, pero es fantástica y esencial para el artista
José Garza, especial para La Jornada, Barcelona Ť El artista de quien más se habla en España vive en una acogedora casa de la calle Saragossa de Barcelona, al norte del legendario barrio gótico y entre hermosas avenidas de las que penden imágenes con la reproducción de la obra que realizó para el cartel conmemorativo del centenario del club de futbol más importante de la ciudad, el Barca.
Y ahí está como fue indicada a manera de referencia, pegadita a la acera, la monumental puerta metálica de la cochera de la casa. A lo alto de una escalera de acceso al hogar, Teresa aparece para permitir el ingreso al mundo personal que comparte en familia con uno de los grandes maestros vivos del arte de la segunda mitad del siglo XX, y que el pasado 13 de diciembre cumplió 75 años de vida: Antoni Tàpies.
Cuadros y esculturas, una máscara maya y algunos motivos orientales destacan al entrar en la sala. La luz penetra al pequeño espacio por el ventanal y la puerta de cristal hacia un jardín que va a dar al estudio del artista en el que almacena, según se observan desde la escalera, bastidores, materiales y algunas obras informalistas y unos cuadros abstractos de gran formato característicos de la producción que a Tàpies le ha valido reconocimiento mundial. Se trata de una pequeña muestra de sus pinturas matéricas, en las que privilegia los atributos de los materiales y en las que prevalecen los motivos más personales del artista, como la T, las cruces o equis, así como la fragmentación de extremidades y la utilización de objetos efímeros y cotidianos. Allí está Tàpies, en una sillita, abrigado con una bufanda ante la helada tarde de otoño. Mira hacia la cámara y con esa sonrisa que apenas dibuja surge la certeza de que abrirá el corazón y la memoria con el entusiasmo y la reflexión que un año como éste le significa.
Coleccionar arte precortesiano
El cumpleaños de Tàpies coincidió con una serie de proyectos que lo motivaron a someterse a un intenso proceso de trabajo, enclaustrado en el estudio que tiene en la campiña catalana de Montseny, donde cada verano procura realizar la mayor parte de producción.
Los motivos para estar feliz sobran: exposiciones en las galerías barcelonesas Senda, Joan Prats y Ediciones T; en la Antonio Machón de Madrid, en la Pinacoteca Casa Rusca de Lorcano y en la Pace Wadington, de Los Angeles. Además, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona exhibe la instalación con la que triunfó, en 1958, en la Bienal de Venecia. Asimismo, recientemente presentó en Madrid un libro de grabados con poemas de Antonio Gamoneda (Círculo de Bellas Artes), y envió a prensa otro volumen que en marzo surgirá como El arte y sus lugares. Por si esto fuera poco, prepara una gran muestra antológica que durante el año 2000 proyecta albergar el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. También está fraguándose otra gran exposición en el Museo de Arte de Miami y que posteriormente viajará a México, país al que lo liga el gusto por el arte prehispánico, la amistad que mantuvo con Octavio Paz y la referencia que él significó para el movimiento que generó la Ruptura en el arte mexicano.
``¡Ah, México! Me gusta mucho el arte precortesiano, del cual soy coleccionista. Pero ahora me vienen recuerdos lindos: la amistad con algunos personajes como Octavio Paz y con... ¡para recordar los nombres soy una calamidad! Dígame nombres Claro: Vicente Rojo, ha estado aquí en casa. Sí, claro que hay nexos con México, aunque nunca he presentado una exposición individual armada desde acá, pero bueno, el proyecto para Miami podría viajar a México.''
Tàpies es un artista de vanguardia que en medio de circunstancias adversas, después de la Segunda Guerra mundial, desarrolló una actitud crítica y el interés por buscar lenguajes artísticos genuinos, tanto así que una vez decidió abandonar el carril del surrealismo para seguir una ruta paralela a la del expresionismo abstracto estadunidense y a la del informalismo francés. Sin embargo, se proclama más realista que los realistas.
``He tenido muchos momentos de mi trabajo que me han parecido que estaba excavando bajo tierra y que, de repente, encontraba un filón maravilloso por el que me adentraba, que me lo explicaba todo por unos instantes.''
-¿Cumplir y celebrar 75 años de vida le permite esa claridad?
-En casa no somos muy aficionados a celebrar los santorales ni los aniversarios, pero claro, 75 años ya imponen cierto respeto. Pero bueno, estoy ante una ocasión para hacer un poco de revisión del trecho andado. Pero no con el sentido de complacerte con el pasado, sino para cargar fuerzas: tengo ganas de seguir. Soy muy inquieto y muy angustiado en el sentido de que nunca estoy satisfecho. Me gustaría seguir para perfeccionarme.
-En las mesas de debate está la coincidencia de la maestría de su producción, pero igual existe la polémica en torno de cuál resulta el mejor Tàpies, si el de la etapa matérica de los años cincuenta y sesenta, o el actual. ¿Qué opina al respecto?
-Es difícil responder. No puedo ser juez y parte. Tengo la impresión de que con la edad llegué a cierta madurez y cierto dominio de los materiales. Lo último que hacemos es lo que más nos gusta. Lo que tengo entre manos es lo que más me interesa, no sé si después resultará que es lo mejor.
-¿Siente garantizada su presencia en la tradición, en la Historia?
-¿Qué dirán los historiadores del arte cuando hayamos desaparecido? Estoy muy contento. Tengo mi conciencia tranquila: he trabajado mucho. Si lo he hecho bien o no, lo ignoro, lo cierto es que he trabajado bastante y siempre con un sentido social y humanista, pensando que lo que hago puede ser útil para tener, por ejemplo, una visión del mundo más concreta y conseguir un mejor conocimiento.
-¿Esta ambición se materializa en la Fundación Antoni Tàpies? (con sede en Barcelona desde 1984, en un espléndido edificio del siglo XIX de la antigua editorial Montaner i Simón, diseñado por el arquitecto catalán Lluís Domènech)
-Así es. La fundación es un complemento de esta idea de hacer un arte al servicio del hombre. Entonces, su núcleo es una biblioteca especializada en el arte de las culturas no occidentales, además del museo y el centro de investigación artística.
-Digamos, maestro Tàpies, que la fundación instrumenta la idea del arte como un modo posible de conocimiento.
-Así es. Todo el siglo XX ha sido fantástico en términos artísticos. La invención de otros medios de expresión como la televisión resultó explosiva y, por tanto, obligó a los artistas a replegarnos en nuestras propias fuerzas y raíces esenciales, recuperando líneas artísticas sin ataduras académicas.
``Las artes plásticas, por consiguiente, no sólo no han muerto, como pretendían algunos necrófilos que tras proclamar la muerte de Dios, de las ideologías y de la Historia querían liquidarlas también, sino que al contrario: actualmente disponen de más recursos que las hacen más vivas que nunca, y basta ver a las nuevas generaciones de artistas plásticos cómo, lejos de exclusivismos negativos, aprenden a unir esfuerzos, a intertextualizar y a superar el primer nivel de lectura de mucha de la pintura abstracta anterior, abriéndose a estadios más profundos de creación iconológica y de síntesis intuitiva.''
Más realista que los realistas
-El reconocimiento al arte abstracto y al informalismo ha terminado por volverlos academia, aunque no por ortodoxia misma, sino porque se ha entendido que la realidad no es sólo lo que ven los ojos. ¿No lo cree así, maestro Tàpies?
-El arte, como la democracia, corresponde a procesos en constante modificación. El arte abstracto no se ha conquistado de repente y ahí se ha quedado fijo, sino que está en movimiento. El arte es, además, como la música: una composición que en sí misma es expresiva. Y así nos los han hecho ver, por ejemplo, los constructivistas rusos, a los que admiro, que marcaron la importancia de las imágenes, de los signos y de los colores.
-A pesar de los procesos de modificación, usted es constantemente ubicado dentro del abstraccionismo y del informalismo. ¿Está de acuerdo con ello?
-Siempre he luchado por ser independiente, pero me considero más realista que los llamados realistas. La realidad no la encuentro mirando hacia fuera sino dentro de mí, es decir, soy realista no en un sentido documentalista o descriptivo sino en el sentido de profundizar en el conocimiento de la realidad. Así, en mis obras ofrezco pistas y puentes para que el espectador reflexione y ponga en movimiento la conciencia para ver una realidad profunda, una realidad que no se ve siempre con los ojos en la vida de cada día.
-En Memoria personal, su autobiografía, puede encontrarse una afirmación en el sentido de que nunca se ha propuesto ``pintar bien'', sino que únicamente ha pretendido expresarse. ¿Rechaza usted cualquier canon de belleza ideal?
-Más que un rechazo, es no tomarla como una meta. Nunca me propongo hacer una cosa bella, aunque después resulte que desde afuera así parezca. Tenemos que entender la idea de belleza. Muchos confunden la belleza con lo agradable, con lo bonito, cuando también la belleza puede ser algo oscuro y trágico.
-La angustia, el dolor y la muerte son temáticas constantes en su trabajo.
-Bueno, no siempre, pero abundan. En esto quizá estoy cerca de los mexicanos.
-¿Cuándo descubrió que podía prescindir del pincel para realizar su trabajo, dándole valor en sí mismos a los materiales insignificantes que usted coloca en dimensiones sumamente expresivas?
-Esto es parte de la mentalidad que adquirí cuando empecé a trabajar como artista, con un odio tremendo contra la pintura al óleo y contra las normas académicas. Para mí, academicismo era sinónimo de dictadura, de franquismo. Por eso desde muy temprano comprendí que debía transformar el lenguaje, especialmente los soportes en los cuales trabajan los artistas. Me gustaba más coger una madera vieja para desahogarme de las iras que tenía por aquellas situaciones que me tocó vivir.
-¿Así surge entonces la interconexión en su trabajo de dibujo, collage y pintura?
-Al romper las normas ya no hay límites. Claro que hay una base dibujística en mi trabajo que viene del rasgado en vez de la utilización del lápiz. Con las materias ocurre lo mismo: la esencia de lo que se conocen como mis materias, que no son tan inventadas, está conectada con el estudio que se hacía de la física a mediados de siglo, cuando ya no se creía en las ideas filosóficas de la sustancia. Así que paulatinamente conformé mi forma de expresión un poco debido a las circunstancias históricas de la posguerra española, a los descubrimientos científicos y al interés por la sabiduría oriental que me viene desde muy joven con el propósito de extraer las posibilidades que ofrece en cuanto al arte de vivir.
Volver a las raíces
-¿El conocimiento de la cultura oriental le permite crear sus nociones estéticas?
-Sí, pero el conocimiento de esa cultura está incorporado en mi obra de un modo interno, espiritual, más que en términos formales, aunque la pincelada en algunos de mis últimos trabajos adquiere el aspecto de una suave caligrafía con características orientales, muy alejada de los graffiti de los años cincuenta.
``Pronto publicaré un libro sobre este tema en el que afirmo que el tronco principal de la historia del arte está formado por la línea que une todas estas expresiones artísticas (orientales) que han tenido un elemento trascendental. Y es que habitamos un mundo distraído y lleno de vanidades, de superficialidad; es bueno que los artistas llamemos la atención volviendo un poco a las raíces y a lo esencial.''
-¿Qué actitud debe asumir el espectador ante el encuentro con el arte?
-Propongo una actitud ambiciosa para la que, efectivamente, el espectador tiene que realizar un esfuerzo importante que puede complicarse dado que las condiciones sociales respecto de la apreciación artística no son favorables por la escasa preparación y la mínima educación que se ofrece en términos de sensibilidad sobre estos temas.
-En esta ambición de sabiduría, ¿dónde entra la revalorización que usted hace de lo humilde, reflejado en la fragmentación de extremidades y en la utilización de objetos cotidianos y materiales efímeros?
-Todo esto corresponde a mi manera de ver las cosas, a una visión del mundo en la que lo trascendental no está en el más allá sino en un más acá. Lo trascendente está dentro de lo inmanente, en lo que tocamos cada día. Me gusta valorar cosas que las personas incluso no les da importancia, como los pies.
``Realicé un cuadro con la referencia a la axila, una zona despreciada pero que también tiene su mensaje para esta vida que llevamos buscando sólo distracciones. De hecho, muchos han creído que el arte tiene que ser una diversión por lo que quiero llamar la atención sobre estos problemas: que en lo más insignificante puede estar Dios, ya lo decía Santa Teresa. Desde joven tengo esta obsesión.''
-¿En esta mística están también las fuentes que nutren esos signos emblemáticos suyos: cruces y equis?
-Son emblemas que utilizo mucho y he ido variando. Al principio, las cruces implicaban un sentido más mortuorio, de cementerio, pues apenas concluía la Guerra Civil española; después recurrí a las cruces como un símbolo metafísico de las cosas esenciales. Existen otras significaciones, como que las cruces también marcan las coordenadas geográficas, así como la negación. Las cruces, sin embargo, representan un símbolo de unidad de los contrarios. De acuerdo con la cosmogonía china, la realidad está hecha de dos fuerzas opuestas, dos principios que se oponen y que tienen en la cruz al símbolo de la conjunción.
Recordar un callejón sin salida
-Usted se ha distinguido por ser un teórico del arte y de los problemas de su tiempo que con frecuencia se expresa por escrito. ¿El arte necesita explicarse?
-Yo explico poco mi pintura. Por lo general escribo más sobre temas culturales o de arte en términos amplios. Algunas veces me piden que explique tal o cual cuadro, para ofrecer pistas, pero nunca se espera que en un concierto salga el compositor a explicar la sinfonía.
-Sin embargo, usted ha salido a escena en varias ocasiones no sólo para explicar sino para levantar la voz y discrepar. ¿Han sido duros los momentos de crisis?
-Recuerdo un momento profundamente crítico. Ocurrió cuando entré a una etapa influida por el surrealismo y el dadá, lo cual me significó un callejón sin salida. Los pintores surrealistas son, en algunos casos, ejemplares pero la mayoría se aparta de las normas que imponía André Breton. Hay excepciones, como Joan Miró. En mi caso reaccioné y continúe por otros caminos.
-¿Salir de ese callejón sin salida significó su renuncia al grupo de artistas catalanes que publicaron hace 50 años la revista Dau al Set?
Tàpies queda en silencio. Hace un gesto para negarse a conversar sobre esa publicación que armó junto a colegas como Joan Brossa: ``¡Ah, eso. No, por favor!''.
-¿Ese rompimiento lo ubicaba más cercano a los expresionistas abstractos estadunidenses y a los informalistas franceses que a sus compatriotas?
-Se ha hecho una especie de inflación de aquella pequeña revista, diciendo que marcó una época, lo cual considero es una exageración. En primer lugar tuvimos una pequeña influencia ante lo que sí estaba marcando la época, que era el trabajo de Pablo Picasso y de Miró, quien vivía en Barcelona, así como lo que efectivamente estaban haciendo los expresionistas en Estados Unidos y los informalistas en Francia.
-Pero esos rompimientos al parecer le han costado un precio alto. En Memoria personal narra que durante los primeros años de su carrera, Barcelona le ofrecía un clima poco favorable para la aceptación de su trabajo.
-Sí, pero no soy de los que se pueden quejar.
-¿Alguna vez pensó en dejar Barcelona?
-Pues de joven lo pensé un poco. Pero hoy es distinto con las grandes y múltiples comunicaciones.
Conseguir la serenidad de los sabios
-Y el clima político es distinto. Precisamente en este mes de diciembre, España conmemora el vigésimo aniversario de la promulgación de la actual constitución. ¿Veinte años de mayor libertad?
-He tenido la desgracia de vivir 40 años en una dictadura aunque cuando nací, en 1923, fue implantada otra dictadura: la de Primo de Rivera, que duró poco, igual que la República que fulminó Franco. He vivido de cerca todas las desgracias, por lo que todo lo que tenemos ahora me parece la gloria.
``La democracia tendrá sus inconvenientes, pero resulta algo fantástico y fundamental para el trabajo de un artista. Sin embargo la libertad debe acompañarse siempre de una expresión crítica que, por desgracia, no se hace mucho y, de la que se hace, poca resulta buena.''
-A estas alturas de la vida y de la trayectoria artística, ¿qué esperanzas mantienen de pie a Tàpies?
-Estoy obsesionado con perfeccionarme como ejemplar humano. Espero conseguir la serenidad de los sabios. Y espero que me den un poco más de tiempo para alcanzar mis deseos. Pero, sobre todo, la ilusión es dejar algo, lo cual cumplo con la fundación.