Ernest Hemingway creó un tañido dulce y lento que aún perdura
César Güemes Ť La presa más esquiva para un cazador de animales y de historias era él mismo. Imposible no intentar, al menos, una mínima reconstrucción de lo que fueron sus momentos finales. Hecho que, por lo demás, es claro: agobiado por enfermedades diversas, él, que fue vital, el 2 de julio de 1961 decidió renunciar a los mojitos y al daiquirí, a ``pescar'' tiburones desde una lancha armado con una metralleta, a los viajes, a las mujeres que en su existencia fueron legión y sobre todo a escribir.
Una sola bala, al fin buen cazador, le bastó para terminar con la leyenda que era ya en vida y comenzar una nueva que dio inicio en el momento preciso en que en su casa de Ketchum, Idaho (EU), pone el cañón del arma dentro de la boca y apunta hacia arriba, de modo que la bala traspase el paladar, enseguida el cerebro, por último el cráneo y acabe de una vez por todas de dar principio a un mito: Ernest Miller Hemingway.
Contumaz buscador de historias
Ernest Hemingway nació hace prácticamente cien años. El 21 de julio de 1899 toca tierra en Oak Park, Chicago. Su infancia y adolescencia se encuentran poco documentadas debido a que quiso entrar pronto a la edad adulta, y lo consiguió. La Oak Park High School lo ve desfilar por sus aulas, aunque no por mucho tiempo. En 1917, al terminar el bachillerato, decide enlistarse en el ejército, algo que no logra debido a una deficiencia visual. Cambia el arma por la máquina de escribir y se enrola como reportero en el Star, de Kansas.
Y si la armada de su país no le permitió formar parte de sus filas, la Cruz Roja lo admite como voluntario y ese hecho arranca su vida nómada que no terminará sino hasta que él mismo tire del gatillo. De este modo, pues, como voluntario, viaja a Francia y luego a Italia. Corre el año de 1918 cuando la muerte lo roza, discreta, en forma de mortero en la región de Fossalta di Piave. Se recupera en Milán.
Apenas dos años más tarde, la vena periodística lo llama de nuevo y cubre el conflicto entre Grecia y Turquía, en esta ocasión como reportero del Star Weekly, de Toronto.
En 1921 encuentra el primer eslabón femenino de lo que será una larga cadena: contrae matrimonio con Hadley Richardson en Horton's Bay. Para su fortuna, por lo que será luego su encuentro con la Generación Perdida y el despegue de su carrera literaria, el Star Weekly lo comisiona como corresponsal en París.
Una fecha clave es 1923: ese año tendrá su primer encuentro con España en donde indefectiblemente acude a una corrida de toros, hecho que lo marcará de por vida. Nace ese año también su primer hijo, John. Y publica, por fin, su libro inicial: Tres cuentos y diez poemas. A partir de entonces no se detendrá en la búsqueda de historias.
En 1924 da a conocer En este mundo; en el 26, Aguas primaverales. Y es de justicia decir que si bien estos tres volúmenes son el principio de su tarea central, la literatura, pasaron en Europa casi inadvertidos, hasta que en ese mismo 1924 aparece Fiesta.
En 1927 le suceden varios hechos significativos: se divorcia de Hadley Richarson; se casa con Pauline Pfeiffer; se va a vivir a Cayo Hueso, Florida; nace su segundo hijo, de nombre Patrick, y publica, quién sabe si con dedicatoria implícita, Hombres sin mujeres. El lapso que va del 27 al 29 es de particular importancia porque es en este último año cuando publica Adiós a las armas, que de inmediato lo coloca entre los primeros sitios de la literatura estadunidense. Comienza a ser, a los 30 años de edad, Ernest Hemingway.
Detestar la soledad
Luego vienen dos años y medio de silencio. En parte por un accidente de tránsito que lo recluye en un hospital de Billings, Montana. Pero las palabras no escritas valen la pena. En 1932 ofrece al público Muerte en la tardey en el 33, Ganancias de la nada, año en que se reincorpora a la vida periodística trabajando para Esquirey en que realiza, cazador desde siempre, su primer safari a Africa. Esto es en buena medida lo que da por resultado su libro de 1935, Las verdes colinas de Africa y en el 36 Las nieves del Kilimanjaro y La vida corta y feliz de Francis Macomber.
Los viajes continúan. En el 37 aborda un barco que lo lleva hasta España nuevamente, en esta ocasión como corresponsal de la Alianza de la prensa estadunidense. Año fructífero para su obra literaria: entran en circulación sus libros Tener y no tener y Tierra española. Parte del 38 lo dedica a terminar La quinta columna.
El año 1940 es fundamental. Por una parte, se divorcia de la señora Pfeiffer, y contrae matrimonio con Marta Gellhorn. Y luego de 14 libros publicados, con 41 años de edad, dos hijos, viajes y corresponsalías notables, publica la que será, sin duda, su obra central, Por quién doblan las campanas.
El que ha sido hasta este momento su matrimonio más sólido, concluye en 1945, no sin que antes, en el 41, Hemingway se desempeñe como corresponsal en Hong Kong y cubra la guerra chino-japonesa, vaya a Cuba a crear su mítica finca de nombre Vigía y Collier's lo nombre corresponsal en Europa. Hombre que no sabe estar solo, en 1946 celebra nupcias con Mary Welsh, en La Habana.
Respecto de su obra hay un muy prolongado y peculiar silencio. Es el inicio, sin que él lo sepa, de lo que será su último periodo. De modo que transcurren 10 años entre Por quién doblan las campanas y Al otro lado del río y entre los árboles, que aparece en 1950. Pero no será ésta, pese a su belleza, la obra que marcará el inicio del fin de su carrera literaria, sino El viejo y el mar, de 1952.
Días postreros en Idaho
Tan fue importante esta obra, producto de años de convivencia con su gente en Cuba, que en 1953 le es concedido el premio Pulitzer precisamente por El viejo y el mar. Y ya que los lectores están de su lado, ya que ha encontrado por fin la estabilidad emocional, ya que ha escrito y dejado de escribir llega, como culminación, el Nobel de Literatura en 1954, cuando él cursa 55 de edad. No volverá a publicar más en vida.
En su prolongada estancia en Cuba, pergeñará sin embargo dos libros más, París era una fiesta e Islas en el Golfo, y un viaje taurino realizado en el 59 a España le dará por resultado El verano peligroso, para presenciar una serie de corridas de mano a mano entre Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez, dos monstruos del tamaño del propio Hemingway.
Ciertamente, al triunfo de la Revolución cubana, el escritor no entra en conflicto con Fidel Castro. Pero deja la isla en 1960 y se va a pasar los que serán sus días postreros a Idaho.
El resto es una historia que comienza con la muerte, en 1631, de John Donne, predicador de la catedral de San Pablo, en Londres, y quien en su poema Por quién doblan las campanas da inicio a un dulce y lento tañer que atraviesa poco más de tres siglos y que se apaga cuando Ernest Hemingway, cazador de historias y de animales, cobra la última pieza de su existencia, mete el cañón del arma en la propia boca y, ¿por qué demonios no?, jala el gatillo por última vez.