* León Bendesky *
La economía política del presupuesto
El año empieza con un presupuesto federal que muestra que los recursos para la gestión gubernamental de la economía son bastante escasos. Este hecho es totalmente independiente de las preferencias ideológicas o de las interpretaciones que puedan hacerse sobre el quehacer político en el país.
Se ha llegado a acuerdos para contar con las leyes necesarias para el ejercicio de la política fiscal; esto puede complacer a muchos agentes involucrados o a distintos observadores y analistas, pero ello no elimina la cuestión sobre su contenido y eficacia para mantener la economía, cuando menos en la superficie para tomar aire, y lo que se espera sea suficiente para ir por un buen tiempo con la cabeza sumergida. No pueden descartarse sobresaltos de relevancia en el curso del año.
El periodo parlamentario que trató sobre el presupuesto 1999, acabó --a pesar de las diferencias en la estabilidad económica registradas-- siendo similar al del año pasado. El gobierno consiguió pasar su propuesta fiscal, aunque con varios cambios, en alianza con el PAN; lo mismo ocurrió con la iniciativa del año anterior.
Llama la atención la manera en que el PRD fue disminuyendo de manera constante su participación en los debates. Y si en muchos casos las posiciones perredistas expresaban lo que parecía ser el sentir de diversos grupos de la población, se aprecia que tiene una gran dificultad para transmitir el mensaje político y mantener una tensión que favorezca las posiciones negociadoras del partido. En todo caso conviene reflexionar sobre el sentido del autoaislamiento al que, cuando menos visto desde fuera, se condenó a sí mismo el PRD.
Independientemente de los supuestos costos políticos que la actividad en el Congreso pueda acarrear al PAN, es innegable el protagonismo que alcanzó y del cual no es claro que el resultado que tendrá en el año 2000 sea necesariamente adverso. Si el PRD quiere avanzar en sus posiciones de poder tendrá que hacer mucho más, ya que al PAN le luce su disposición de enfrentarse al gobierno para llegar a acuerdos y, al mismo tiempo, hace que le luzca también al PRI y hasta al mismo gobierno.
Tal vez un mayor esfuerzo y un más sólido soporte técnico a las posturas políticas le venga bien al PRD hasta para fijar de modo claro las posiciones internas y para participar de modo activo en los debates nacionales, hacer propuestas que vayan marcando de modo efectivo un nuevo modo de gobernar y un nuevo modelo para administrar la economía y refundar a esta sociedad. Por ahora estuvieron marginados de ese debate, se agazaparon y perdieron una oportunidad de convocar más allá de la denuncia. Esa ya la hace la mayor parte de la sociedad que ahora lo único que tiene a cambio es una política económica fabricada por el gobierno y el PAN con todo y la metamorfosis del Fobaproa.
En una economía capitalista, aunque sea de naturaleza tullida, como la economía mexicana, la debilidad de las finanzas públicas y la precariedad del presupuesto son factores que acarrean más debilidad. Esto es así sobre todo en la medida en que prevalecen las grandes fragilidades estructurales e institucionales. Las primeras se manifiestan en la conformación de la producción y la tendencia crónica hacia el desequilibrio externo; las segundas se expresan en el hecho de que, a pesar de toda la cosmética financiera, el sistema bancario no está siendo saneado y los circuitos de financiamiento seguirán requiriendo de un gran trabajo de plomería, pero del tipo del drenaje profundo.
La única manera en que funcionen los mercados con una relativa eficiencia en la distribución de los recursos y en la capacidad de crear las condiciones para una constante validación de las deudas, es con el concurso de una eficaz gestión estatal, y después de más de quince años de reforma del Estado eso es precisamente lo que sigue pendiente. Este presupuesto, por cierto, no hace más que agravar la situación. La larga crisis económica sigue y entra ya en su año número dieciocho, la mayoría de edad.