La Jornada 4 de enero de 1999

La danza no es mi trabajo, sino mi vida misma: Tihui Gutiérrez

Mónica Mateos Ť ``Cuando bailo con la Compañía Nacional de Danza salgo al escenario a disfrutar, porque ser bailarina es una carrera tan difícil, con tantos sacrificios, que sería muy tonto salir a sufrir lo que es un momento de gloria''. Habla Tihui Gutiérrez, primera figura de una de las agrupaciones dancísticas más importantes del país.

Es una joven treintañera, para quien la danza es ``una cosa mística'' que le despierta ``una inquietud irrefrenable''. Hace 20 años que pertenece a la Compañía Nacional de Danza (CND), que actualmente dirige Cuauhtémoc Nájera: ``Empecé de cero. He pasado por todos los escalones: he sido suplente, aprendiendo de todo el mundo, después entré al cuerpo de baile, luego hice ya un solito, luego fui primera solista, después bailarina principal, hasta llegar a primera bailarina. La categoría la obtuve hace tres o cuatro años. Esto es mi vida, no digo que es mi trabajo, es mi vida misma, de plano. Respiro, como, duermo y vivo para esta carrera, pues mis instrumentos de trabajo son mi cuerpo y todas las vivencias que tengo''.

Sin embargo, Tihui no se considera la típica bailarina de ballet, que ``sería muchísimo más ambiciosa y obsesiva con su danza que yo. Esta actitud en algunos casos me ha perjudicado, pero en otros me beneficia mucho. A mí me interesan con la misma pasión la música, la literatura, viajar, y adoro comer. Estoy casada con un pintor desde hace nueve años, y no sacrificaría mi relación por una gira o una función. Esto en mi carrera me ha conflictuado mucho. Pero conforme he madurado me he dado cuenta de que esas son las elecciones que uno debe hacer en la vida. No puedo ser algo que no soy, aunque sepa que todos esperan que yo sea como debe de ser una primera bailarina''.

Asegura que no tiene delirio por ser famosa: ``A mí me gusta pasar inadvertida, estar en el anonimato. A veces hasta me gustaría ser invisible, porque me encanta observar. Por eso en las fiestas me da pena bailar, aunque me gusta mucho la salsa. Todo el mundo dice: `hay que bailar con la bailarina', pero a mí no me gusta, porque las bailarinas de ballet somos muy tiesas, por la técnica que es muy rigurosa. Prefiero ir a una fiesta a observar. Debe ser muy bonito cuando la gente te reconoce y te dice: `ah, tu eres Tihui', pero a mí no me gustaría ser, por ejemplo, como Thalía. La fama te quita libertad''.

Y como si fuera la vida misma, sobre el escenario Tihui dice haber experimentado algunas de sus más grandes pasiones amorosas, pero también sus momentos de mayor soledad: ``Es difícil pararse frente al público con no mucha ropa; se necesita tener mucha seguridad en una misma. En ese momento no puedo sentir complejos, pues se los proyectaría al público. Ahí arriba no se puede engañar a nadie. Lo que emana es la esencia del bailarín, pues nos desnudamos el alma. Como es algo que he hecho durante toda mi vida, ya tengo oficio, nunca me pongo nerviosa, salgo a seducir al público, para que me sigan viendo, y una vez que están en mi bolsillo decirles: `Ahora créanme esta historia'. Si me gusta la música me siento realizada al bailar, pero cuando no, es más difícil, me siento como hipócrita y necesito hacer un ejercicio de disciplina, convencerme y bailar lo mejor que puedo; y es que hay compositores y músicos de ballet bastante mediocres. Pero aunque no veo al público, que es como una boca enorme y negra, lo siento, hay electricidad, estoy con ellos y les doy mi alma. Cuando he interpretado a Julieta y bailo con Romeo, por lo menos en ese momento, me siento enamorada... Sí he sentido una pasión avasalladora con mi pareja de baile en el escenario''.

Tihui estudia danza desde que tenía 6 años, y siempre la ha ``tomado muy en serio''. En Cuba, como becaria, se graduó como bailarina en la Escuela Nacional de Artes, y después ingresó al Ballet Nacional de ese país. En 1978 se incorporó a la Compañía Nacional de Danza y en 1997 fue becaria ejecutante del FNCA.

Uno de sus personajes favoritos a la hora de bailar es el papel principal de la ópera Carmen, que es suyo en la CND desde hace 10 años: ``Me gusta mucho la música, pero también el personaje, pues cada vez le encuentro algo, una faceta nueva. Carmen ha trascendido, es como un símbolo, una mujer que no se doblega ante nada, con un carácter indomable. Le he encontrado tanta riqueza que ha sido muy interesante enfrentar ese personaje, aunque yo no me sienta así en la vida real. Hacer duetos también me gusta mucho, porque la complicidad que creas con la pareja bailando es algo mágico. Están tú y esa persona solos en un momento dado. En la danza, como es un momento efímero, no puedes cometer ningún error. No es como el que pinta y corrige. Aquí lo haces y ya, tienes un chance nada más''.

En este sentido, lo peor que le puede ocurrir en escena a un bailarín clásico es caerse. Tihui narra orgullosa que en 20 años de carrera profesional solamente le ha pasado una vez: ``Fue hace muchísimos años, en el primer acto de El Cascanueces. Mis compañeros salían con unas velas, había cera en el piso y resbalé. Fue un sentón. Como un resorte me levanté y continué. Fue horrible. Sin embargo, ahí es donde se ve la madera de bailarín. Si tú te paras y decaes ... ¡no, no, no! Al contrario, debe sentirse una especie de coraje, como si te metieran un piquetazo y dices: `Ahora voy a hacerlo mil veces mejor para demostrar que fue un accidente'. Una sola vez en mi vida me he caído en función, ¡es un récord! Y fue muy al principio de mi carrera. Ahora me divierto y me relajo más. Cuando salgo a escena, aunque no sea esa mi personalidad, soy en ese momento la persona más segura del mundo. No me puedo permitir un vestigio de duda, porque entonces me equivocaría. Por eso me gusta observar a la gente, estar atenta a todo lo que me rodea, para agarrar algo y aplicarlo a mi trabajo. Mientras más ricas son la vida y el alma, algo más se tiene para darle al público''.