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n Angeles González Gamio n
Pregoneros
Aquéllos que anuncian a voces su remedio o mercancía, han sido personajes característicos de la vida de la ciudad a través de los siglos e increíblemente aún existen muchos de ellos. Deliciosas son las descripciones que nos brindan los antiguos cronistas en torno a los distintos pregoneros. La que sin duda se distinguía por su melodioso canto, ya que todos lo mencionan, era la chichicuilotera que vendía las pequeñas aves zancudas procedentes de las lagunas de Zumpango o Chalco. El poco conocido y gran cronista don José María Alvarez lo cuenta así: "las inditas enredadas en su huipil, con el canasto a la espalda, sujeto con el raído rebozo, llevan a los pajarillos de sedoso plumaje, tímidos, fugitivos y tristes como sus vendedoras que lloran al cantar su pregón: šmercarán...chichicuiloti...tos vifs" (sic).

Otro tipo muy popular era el cabecero, de quien nos dice don José María: "los vendedores de cabezas de horno, son unos 'pelados' fornidos, tocados con sombreros de fieltro de pequeña ala recortada en piquitos y que ostentando bien ceñida la faja colorada y las fuertes correas de los huaraches, cargaban sobre una parihuela una torre de hojalata, en la que conducían las cabezas de carnero, al sonoro grito de šcaaaaaaabezas.... caaaaalientes..... de horno!"

Estos pregoneros cantarinos se entremezclaban con los de los vendedores de patos, de ranas, de alpiste, los cristaleros, neveros, mamoneros, botelleros, merceros, los que vendían gelatinas, pasteles, y de los que ofrecían sus servicios como el zapatero remendón, el que arreglaba las sillas de tule, mueble muy usado no sólo en las casas, sino en los teatros y carpas. Este gritaba "šsiiii....llas que entular!"

Estos personajes y sus cantos inspiraban versos populares como aquél que decía:

"En el triste callejón
donde vivo desde ayer
oí este viejo pregón:
Ƒhay algo que compoooner?
Y pensando en la mujer
que destrozó mi ilusión
he pensado sin querer
en mi pobre corazón"

Estos componelo-todo recorrían los patios de las casonas cargando un elemental bracero, una pequeña lámpara-soplete, un cautín y otros enseres de su oficio y se les veía sentados en un banquito, parchando cacerolas y bacinicas --objeto indispensable en esos tiempos en que solía haber un baño para varias familias. También soldaban las tinas de lámina en que se calentaba el agua para el remojón que se daban semanalmente... lo necesitasen o no. De los oficios que han sobrevivido, uno verdaderamente grato es el del cilindrero, infaltable en las calles del Centro Histórico y en algunos barrios de tradición de la ciudad. Otro dulce y agradable es el del camotero con su penetrante silbato, al igual que el del afilador, que suma al aparatillo musical su pregón: "šcuchillos, navajas, tijeras que afilaaaaar!" También continúan vivos los herbolarios y los curanderos que ofrecen con grandes y rápidas voces el remedio para todo mal. En aquellas épocas aparecían también sacamuelas ambulantes, que extraían las malas y una que otra buena. A esta clase de comerciantes se les conoce asimismo como "merolicos", por un charlatán extranjero que vino a México en tiempos de Maximiliano, llamado Meroil Lloc, prometiendo curas milagrosas. A él siguieron personajes que aún recuerdan muchos abuelos como Nelly Muleys y Zulema Moraimas, quienes desde sus viviendas en casonas del centro aplicaban: "curaciones maravillosas" con pases hipnóticos o aplicaciones de ungüentos como el de "Las ánimas" o recetas de electuario, triaca, polvo de la simpatía, píldoras de migajón o agua corriente de la llave a la que llamaban de "Juvencio". Hablando de aguas, se nos antojó un revitalizante tepache de los que ofrece el Mercado de Alimentos de San Camilito, en la Plaza Garibaldi, para acompañar el pozole, los tamales y las suculentas costillas de tamaño "americano" con frijolitos charros. Allí mismo se encuentran las "postrerías" con cualquier golosina de tradición que se le ocurra, para mencionar sólo algunas: jericallas, arroz con leche, capirotada o flan. Después de degustar estas viandas se escuchan mejor los mariachis. Para su tranquilidad debajo de la plaza hay un moderno y seguro estacionamiento.