|  "Nos vienen 
          a matar", dicen en El Charco cuando llegan las tropas.Pueblos mixtecos acosados por el Ejército y por delincuentes.
 Desde el 7 de junio la población mixteca de las montañas 
          de Ayutla, Guerrero, vive con miedo por las frecuentes incursiones militares. 
          Ese día todos se enteraron de la masacre de El Charco, donde 
          tropas del Ejército dispararon contra indígenas de diversos 
          poblados de la región y guerrilleros que se encontraban en la 
          escuela primaria, y mataron a once personas, entre combatientes del 
          Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), un estudiante 
          de la UNAM, y campesinos que habían participado en una reunión 
          con el grupo armado.
 Quienes más se espantan con las tropas son las mujeres y los 
          niños. Ven llegar a los "guachos", como llaman a los 
          soldados, y en idioma mixteco dicen: "Uaxira kanira mio'o" 
          (Nos vienen a matar a nosotros).
 Todo se altera, nadie puede trabajar con libertad, nadie puede salir 
          por temor a ser detenido o interrogado. Los niños y las mujeres 
          corren a esconderse. Todos se quedan en sus casas, y no pueden ni asomarse 
          porque hasta ahí les llegan los gritos de los soldados: "¡Qué 
          quieren, métanse hijos de la chingada!" Y esto hace que 
          los habitantes de El Charco y de Ocote Amarillo, la comunidad más 
          cercana, recuerden la voz de un jefe militar, presuntamente el comandante 
          de la 27o zona, general Alfredo Oropeza Garnica, que la madrugada del 
          7 de junio durante la masacre gritaba por medio de un megáfono: 
          "¡Salgan porque se los va a llevar la chingada. Entreguen 
          las armas, están rodeados, no tienen escapatoria. Salgan perros!".
 Un maestro bilingüe pregunta: "¿Hasta cuándo 
          va a tener tranquilidad la pobre gente?", y comenta: "Los 
          niños tienen miedo, ven a los guachos y se esconden, se ponen 
          a llorar. Así no se puede trabajar".
 "El Ejército sube a la zona mixteca, amenaza a la gente, 
          rodea la escuela de El Charco, la revisan, no sé qué cosa 
          le revisan después de lo que hicieron. El Ejército ha 
          regresado al lugar de los hechos, busca intimidar a la gente, hostiga 
          a la población. La gente tiene miedo cuando va el Ejército, 
          que anda constantemente por toda el área de Ayutla", dice 
          el maestro, que pide que no se publique su nombre.
 - Se ha vuelto a ver al ERPI o algún grupo guerrillero?
 - No se ha sabido más, sólo supimos lo que se dijo de 
          la reunión de El Charco. Pero los soldados siguen buscando a 
          los maestros, decían que nosotros teníamos qué 
          ver con el ERPI.
 El Ejército va dejando historias de atropellos en las comunidades 
          por las que pasa, supuestamente en busca de guerrilleros.
 Una de esas historias ocurrió el 4 de diciembre en Tecruz, poblado 
          tlapaneco del municipio de Ayutla, donde tropas del Ejército 
          al mando de un coronel catearon viviendas, interrogaron a los habitantes 
          bajo presión, y destituyeron al comisario, Ambrosio Morales Gila, 
          militante del PRD, a quien acusaron de ser uno de "los encapuchados", 
          en referencia a los guerrilleros y de haber desviado los recursos destinados 
          a programas asistenciales como el Procampo, el Progresa y Empleo Temporal. 
          En su lugar, los militares impusieron al priísta Venancio Navarrete 
          Catarina, a pesar de que no correspondía en esa fecha el cambio 
          de autoridades locales, lo que según la tradición tlapaneca 
          se realiza por mayoría de votos en la asamblea del pueblo.
 Al acoso del Ejército en los últimos meses de 1998 se 
          agregó la total destrucción de las brechas por las lluvias 
          y las actividades delictivas de una banda de asaltantes en uno de los 
          caminos que conduce a la región y que llega hasta Ahuacachahue, 
          comunidad de origen de dos de los once muertos en la escuela de El Charco 
          el 7 de junio.
 La población vive incomunicada. Solamente a pie, caminando por 
          lo menos cinco horas, se puede llegar de la cabecera municipal de Ayutla 
          a las comunidades mixtecas como El Charco y Ocote Amarillo.
 Las primeras afectadas son las mujeres, que viven en estos meses prácticamente 
          confinadas en su pueblo. Cuando se ven obligadas a salir, caminan descalzas 
          o apenas con unas sandalias de hule muy delgado, por veredas lodosas 
          y pedregosas, cargando a la espalda los productos que llevan a vender 
          a las localidades de la costa.
 También son las más afectadas por la violencia de los 
          delincuentes, que tendieron un cerco de peligro e inseguridad en esta 
          región, a la que la gente de afuera teme acercarse.
 Se sabe que los miembros de la banda de asaltantes armados que operan 
          en el camino a Ahuacachahue, aparte de robar, violaron a varias mujeres, 
          entre ellas una pequeña de ocho años, y cometieron incluso 
          homicidios. De esto no hay denuncias ante alguna autoridad. Los agraviados 
          guardan silencio. Algunos vecinos narran los hechos sin dar datos precisos 
          ni nombres, y reconocen que viven aterrorizados, con mucho miedo, indefensos.
 Cuentan que hace tres meses, una banda de pistoleros que opera en ese 
          camino, en los alrededores de Tonalá, cometió una serie 
          de crímenes, incluso asesinatos, y los habitantes de los pueblos 
          de esa ruta no podían ya transitar por los caminos. Varias veces 
          los vecinos vieron que grupos de la policía judicial y de la 
          motorizada del estado llegaron al lugar donde se encontraba la banda, 
          pero como si hubiera algún acuerdo, sus integrantes nunca han 
          sido detenidos.
 Los cabecillas del grupo dormían en una casa en Tonalá. 
          Una noche "les cayeron" unos hombres armados, "con puro 
          cuerno de chivo". Dicen que eran como 15, encapuchados, y vestidos 
          como campesinos indígenas, sin uniforme de guerrilleros. Rodearon 
          la casa, dispararon desde afuera y ejecutaron a uno de los jefes de 
          la banda. Un mes después cayó nuevamente el grupo armado 
          al lugar donde dormían los asaltantes. Todos en Tonalá 
          oyeron la balacera y supieron que los delincuentes habían escapado 
          saltando a otra casa. Al día siguiente se corrió el rumor 
          de que los encapuchados que atacaron en Tonalá son guerrilleros 
          que bajaron de La Montaña "para defender al pueblo".
 Desde entonces los miembros de la banda están huyendo, sus familiares 
          dicen que ya se fueron al norte. Pero la gente vive con miedo a que 
          actúen nuevamente, porque muchos campesinos los han visto escondidos 
          en el monte.
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