Después de conmoverme hace días con la fantasmagórica presencia cinematográfica de James Dean, durante la proyección de Rebelde sin causa (1995), de Nicholas Ray, película que engalanó el ciclo ``75 años divirtiendo al mundo'' con el que la Warner Bros. celebró su extensa-intensa presencia, me formulé la nostálgica pregunta que da título a este artículo. Para responderla recordemos en primera instancia que hace casi seis años -el 30 de septiembre de 1993- cientos de deaners se congregaron en el Park Cementery de Fairmount, Indiana, alrededor de una lápida de mármol en cuya superficie se lee esta inscripción: ``James B. Dean 1931-1955''.
En esa ocasión, ellos y ellas, vestidos con blue jeans, recrearon en el aire la imagen inasible de quien es ``¿uno de los mitos de nuestro tiempo?...'' Recordaron su presencia como Cal Trask, el joven protagonista de East of Eden, aquellos 105 minutos de celuloide creados por Elia Kazan en 1955, y rememoraron otra película que vino a estremecerme, Rebel without a cause. Memorizaron cómo su ídolo, además de encarnar a Jim Stark, codirigió con Ray la desquiciante cinta. Tuvieron presentes escenas brillantes del filme, como cuando Jim declara su amor a Judy (Natalie Wood) bajo las estrellas del planetarium.
No olvidaron, cuando en Gigante (1956), de George Stevens, la ahora presencia mítica en descenso, descubre un pozo petrolero y se convierte en millonario. No olvidaron de idéntica manera las últimas tomas de Dean que engalanaron las pantallas, y que los cinéfilos mexicanos no hemos vuelto a ver, shots con los cuales Robert Altman estructuró el documental James Dean History (1957). También recordaron sus iniciales actuaciones en el teatro (el niño árabe de El inmoralista, de André Gide) y en la televisión.
Continuemos trazando el retrato de aquel ser humano que -¿aún cautiva a cinéfilos del siglo XX?- otorgando la palabra a personas significativas. Por ejemplo, John Dos Passos, novelista estadunidense, que escribió hace algunos años este poema a propósito de la actitud gestual de James Dean: ``The resentful hair (el cabello resentido)/ the deep eyes floating in lonesomenes (y los profundos ojos flotando en la lejana soledad)/ the bitter scorn on the lips (el desdén en los labios)''.
Lejos de la poesía, el crítico inglés David Thomson opinó: ``Su estremecedora presencia es necesario ubicarla entre la generación beat y los representantes del rock n'roll..., y luego agregó en un párrafo intermedio de su artículo ``James Dean the frace of loneliness (J.D. la gracia de la soledad) ``es sin lugar a duda la star más fascinante desde Greta Garbo. Su estilo continúa hoy (¿ahora también?, pregunto) influenciando a los jóvenes actores de Hollywood''.
Días después de que Dean encontró la muerte, entre los restos humeantes de su Porche serie Spyder, el cineasta francés Franois Truffaut (1932-1984) comentó: ``La juventud admira a J.D. porque reconoce en él valores caros a su dinámica existencial: pudor sentimental, pureza moral, amor por la aventura, pena por sentirse marginado, aceptación-negación del mundo tal como es...'' Vuelvo a preguntar: ¿todavía hoy son válidos para los cine-mitómanos la encarnación de esos valores en James Dean?
Continuemos acercándonos a otro prestigiado francés, Jean Cocteau (poeta, novelista, pintor, actor), quien en esas horas de duelo escribió: ``... el coche patinó, se rompió, se dobló contra un árbol y quedó reducido a ruinas silenciosas; sólo una rueda giraba cada vez más despacio como si fuera una ruleta''.
¿Alguien tiene presente en nuestros días aquella rueda que acorde a la poética de Cocteau simbolizaba el corazón de James Dean?
Apenas ayer el cineasta underground Kenneth Anger describió en el texto ``La cara oculta de James Dean'' las facciones del mítico (?) actor hollywoodense: ``...sus facciones delataban a aquel que fue un hombre retraído, promiscuo, suspicaz, voluble, rudo, grosero, maniaco-depresivo, pero que indudablemente poseía un carisma perdurable...''.
Así era James Dean, presencia cinemática a la cual siempre necesitábamos recurrir para entender las actitudes de la juventud que alentó durante la segunda mitad del siglo XX. Ahora, 43 años después de su muerte pregunto y me pregunto ¿James Dean es un mito activo o su venerada personalidad ha descendido a la categoría de simple actor de una época determinada?