Bernardo Bátiz Vázquez
Cuauhtémoc en la mira
No puede uno encender la radio (y creo que tampoco la televisión), sin escuchar alguna crítica abierta o velada en contra del gobierno de la ciudad de México. Tal parece que es el ingeniero Cárdenas el enemigo a vencer para el 2000; evitar que rinda buenas cuentas de su gestión como primer gobernador electo de la capital es el objetivo del PRI, del gobierno del presidente Ernesto Zedillo y de una buena parte del PAN, en especial de la cúpula, que se ha convertido en aliada casi permanente del sistema.
Las maniobras en contra del triunfador del Distrito Federal han sido muchas y variadas. Las consignas se adivinan o se traslucen por la manera burda en que se han planeado, pero nada ha sido tan evidente y mezquino como la resolución de la Cámara de Diputados, que negó el techo de endeudamiento de 7 mil 500 millones de pesos (suficientes apenas para cubrir el servicio de la deuda adquirida por gobiernos anteriores) y disminuyó simultáneamente las participaciones federales para el gobierno de la ciudad.
Tanto la Secretaría de Gobernación como Hacienda, así como diputados y senadores del PRI y del PAN, han tratado de justificar la medida --tildada por Cárdenas y el PRD de venganza política-- aduciendo que el voto que priva al gobierno cardenista de cantidades importantes para afrontar la solución de problemas, algunos espontáneos y otros cultivados desde antes en la urbe más grande del mundo, obedeció a que no se justificó debidamente la necesidad del crédito, cuya autorización se solicitó, pero que Cárdenas se negó a comparecer. Al no justificarse la necesidad del endeudamiento --dicen los acuciosos diputados--, se votó como se votó.
Lo que no han dicho y ocultan es que la cantidad solicitada venía desde un principio en el proyecto de presupuesto presentado por el doctor Zedillo, y que tanto priístas como panistas manifestaron su anuencia de votar para aprobar lo solicitado, pero a cambio de los votos perredistas en favor de propuestas de esos grupos parlamentarios, o sea, siempre y cuando el PRD se mezclara en los arreglos que ellos ya habían cerrado.
Fue una amenaza cumplida; por tanto, no es cierto que sea incongruente criticar el voto que privó a la ciudad de lo que requiere, como tampoco es cierto que lo solicitado no sea razonable; tanto en comisiones como en tribuna se argumentó suficientemente; de otra manera, ni el Presidente de la República hubiera hecho la propuesta ni los diputados de la alianza neoliberal, de la que se excluyeron algunos panistas, hubieran estado dispuestos a votar a favor, bajo ciertas condiciones que se pretendieron imponer al PRD, partido que les dio una lección de congruencia, esa sí, y de honorabilidad política al rechazar la negociación que avalaría la que llevaron a cabo, y a escondidas, las cúpulas panistas-priístas y el gobierno.
Por lo que toca al señalamiento de Cárdenas en el sentido de que el Presidente tuvo su velita en el entierro, todo mundo sabe el respaldo firme que siguen otorgando diputados del PRI y muchos del PAN a un sistema que sigue siendo presidencialista. Nadie ignora que el voto de la mayoría no se decide en San Lázaro, sino en Los Pinos o en Bucareli.
Por último, para reforzar las razones de quienes votamos en contra del presupuesto, tal y como resultó de las negociaciones cupulares, les paso al costo a mis lectores (pocos o muchos) un breve pero contundente razonamiento de uno de los panistas disidentes: ``¿cómo voy a votar a favor de un presupuesto que cancela el subsidio a las tortillas y gasta millones en rescatar a los bancos?''