Asturias, escritor con faz de estela maya esculpida en piedra oscura
Angélica Abelleyra Ť Este 1999 se convertirá en Guatemala en el Año del Centenario de Miguel Angel Asturias, ese escritor con ``faz de estela maya esculpida en piedra oscura'', ese narrador cuyo perfil era el perfil de Guatemala.
Por ello, Hombres de maíz, El señor presidente y Leyendas de Guatemala serán algunos títulos del Nobel de Literatura 1967 que comenzarán a circular en el mundo para que su narrativa cobre vigencia. Y desde el primer día del año con el que empieza la cuenta regresiva del siglo XX, y hasta el 19 del próximo octubre (fecha exacta de cuando cumpliría la centuria), numerosas actividades se realizarán en su nombre. Además de la redición de su obra, uno de los proyectos que cobraría más trascendencia sería la repatriación de los restos del escritor guatemalteco, que tratará de concretar su familia y algunos intelectuales de aquel país, a fin de que viajen desde el cementerio Pre Lachaise, en París, hasta la tierra que lo vio nacer y fue su principal alimento.
Innovador de la palabra que logró emprender una búsqueda estética para transformar la realidad simbólica guatemalteca, Asturias fue sin embargo desatendido por años, puesto a un lado de homenajes mundiales y con obra que no logró alcanzar los cauces de venta y difusión caracterizados en el boom de la literatura latinoamericana y que lo ciñeron a los ``realismos'' de los años treinta y cuarenta.
Así lo señala el investigador Arturo Arias en ``Algunos aspectos de ideología y lenguaje en Hombres de maíz'', análisis por medio del cual emprende un esfuerzo por restablecer el lugar fundamental que le corresponde a Asturias y busca ``desempolvar a la narrativa guatemalteca'' para reintegrarla a las corrientes estéticas del resto del continente.
``Inútil disputa'' con García Márquez
Como Arias, otros especialistas indican que ``el olvido'' respecto de Asturias se dio, en parte, por una ``inútil'' disputa del guatemalteco con Gabriel García Márquez acerca de la originalidad o plagio de Cien años de soledad, que lo ``desprestigió ante los ojos de los narradores latinoamericanos más jóvenes''. Por otra, su aceptación de la embajada de Guatemala en Francia (1966-1970) atrajo la furia de la izquierda latinoamericana en contra suya, como manifestó Roque Dalton en el libro póstumo del escritor asesinado Otto René Castillo, Informe de una injusticia: ``... de ahora en adelante, siempre tendrá (el escritor latinoamericano) que escoger entre el camino de Otto René Castillo y el de Miguel Angel Asturias. Entre el camino duro y limpio de la revolución y el camino para muchos tentador que, en último término, lleva a la traición y al empocilgamiento''.
Nacido en 1899 en uno de los barrios tradicionales de la capital de Guatemala, la Parroquia, Miguel Angel Asturias era hijo de un profesional de corte liberal, Ernesto Asturias, y de María Rosales. Opositor al dictador en turno, su padre tuvo que huir de la ciudad y refugiarse con la familia en Salamá (Baja Verapaz), donde el futuro escritor frecuenta a su abuelo materno e inicia su formación escolar hasta 1908, cuando retorna a la capital. Allá estudia el bachillerato (1912), ingresa a la Facultad de Medicina (1918) que abandona de inmediato para decidirse por las letras y las leyes, que estudia en la Universidad de San Carlos graduándose de abogado y notario en 1923.
Los veinte son años de efervescencia política en Guatemala, cuando sucede el derrocamiento del dictador Manuel Estrada Cabrera y el joven Asturias participa en la constitución del Club Unionista de Estudiantes Universitarios. Su carrera literaria se inicia en la revista Stadium, órgano universitario; gracias a su activismo, viaja a México en agosto de 1921 para participar en un congreso internacional de dirigentes estudiantiles. Conoce a José Vasconcelos, entonces secretario de Educación, y quien influye en su pensamiento social.
No ``ladinizar'' la cultura indígena
Las ideas de Asturias, impregnadas de la configuración vasconcelista, son evidentes en su tesis de graduación como abogado, El problema social del indio, donde el narrador no ofrece una visión analítica de la situación indígena maya sino una imagen superficial del fenómeno, al señalar la desnutrición, el alcoholismo y las enfermedades como consecuencias del atraso de los mayas pero sin ahondar en sus causas; asimismo plantea que el mestizaje y la alfabetización son soluciones frente al fenómeno.
Pero el guatemalteco no profundizará sobre lo maya y el ``alma nacional'' sino hasta su llegada a París, en 1924, donde estudia con Georges Raynaud en La Sorbona y con el pensador peruano Víctor Raúl Haya de la Torre. El periodismo lo ejerce desde 1925, cuando escribe para algunos diarios de México y para El Imparcial de Guatemala; edita Rayito de estrella, pieza poética ``modernista'', y un año después inicia la traducción al español del Popol Vuh, según la versión francesa de Raynaud, que sale a la luz en 1927 bajo el título Los dioses, los héroes y los hombres de Guatemala Antigua o El libro del Consejo, Popol Vuh de los indios quichés. Es tiempo en que se relaciona con Joyce, Unamuno, Tzara y Breton.
La etapa parisiense le ofrece otros frutos: su pensamiento da un vuelco respecto de ``lo indígena'' y, a diferencia de su tesis de 1923, ahora sostiene la importancia de preservar la cultura indígena en lugar de ``ladinizarla'' a la fuerza; por otro lado, continúa su búsqueda del ``alma nacional'' a partir de la colaboración entre las clases sociales, convicción que origina su acercamiento con el Partido Liberal, entonces en el poder, y a que al regresar a Guatemala colaborara con la dictadura del general Jorge Ubico (1930-1944) con una diputación en el departamento de Huehuetenango.
Con esporádicos y cortos retornos a su tierra, en 1928, continúa su estancia en París y afianza su labor escritural en Leyendas de Guatemala, publicadas en Madrid por editorial Oriente en 1930 y traducidas al francés un año después por Francis de Miomandre, atrayendo el premio Sylla-Monsegur para la mejor traducción y mejor libro hispanoamericano.
En 1932 escribe poemas y trabaja sobre el futuro manuscrito de El señor presidente, obra que le dará más fama en el mundo y que sería traducida en 1952, cuya versión en lengua francesa recibe el Premio Internacional del Club del Libro Francés. Una década después, ese libro será galardonado por la William Faulkner Foundation como la mejor novela latinoamericana.
De regreso en Guatemala en 1933, funda el diario Exito que dura apenas un año, edita el poemario Emulo Lipolidón fuera de los circuitos comerciales para dedicarlo a sus amigos Alfonso Reyes, Rafael Alberti, Mariano Brull, Arturo Uslar Pietri, Luis Cardoza y Aragón y Alejo Carpentier, reunidos en Europa. Con el inicio de la Guerra Civil española, toma partido por los republicanos, publica Sonetos (1936) y es retirado de la planta de colaboradores del periódico oficial El liberal progresista. 24 meses más tarde abre otro espacio periodístico, en la radio, con Diario del aire.
Eterno viajero, ministro consejero en Argentina y en París, embajador en El Salvador y Francia, Asturias sumó a su labor diplomática la narración también en el teatro, al que proporcionó Soluna y Bolívar (1955) y La audiencia de los confines (1957), su obra preferida sobre Fray Bartolomé de las Casas y su defensa de los indios.
Tras publicar poesía y prosa en Hombres... (1949), Los ojos de los enterrados, Poesía precolombina y El alhajadito (1960), entre otros, es laureado con el Nobel por ``sus logros de una literatura vívida, profundamente arraigada en las características y en las tradiciones nacionales de los pueblos indígenas de Latinoamérica''. Un año después la Asociación de Periodistas Guatemaltecos le entrega el ``Quetzal de Jade'' y las comunidades indígenas lo nombran ``hijo unigénito de Tecún Umán''.
Jurado de festivales de cine como el de Cannes y San Sebastián, representante del Pen Club francés que se entrevista con astronautas del Apolo 11, Asturias muere el 9 de junio de 1974 y de acuerdo con su voluntad sus restos son trasladados a París; su féretro quedó amparado con la bandera de Guatemala y el bastón de Tecún Umán.