La Jornada 6 de enero de 1999

INFRUCTUOSA ENTREGA DE DEMANDAS

Jesús Aranda Ť Un grupo de cinco miembros del Comando Patriótico de Concientización del Pueblo (CPCP) intentó infructuosamente entregar en la residencia oficial de Los Pinos, y posteriormente en Palacio Nacional, una carta dirigida al presidente Ernesto Zedillo, para que, en su calidad de comandante en jefe de las fuerzas armadas, intervenga y ordene soluciones ``justas y apegadas'' al derecho constitucional que pongan fin ``a la represión, injusticia y avasallamiento'' de los derechos humanos de los militares, situación que -afirman- se ha recrudecido a raíz de la marcha del pasado 18 de diciembre en la que enarbolaron sus demandas en contra del fuero de guerra.

El referido documento -fechado el primero de enero pasado- señala que la manifestación del CPCP fue el resultado de ``una acto desesperado'' para que el Ejecutivo, el Congreso de la Unión y el pueblo de México conocieran ``las injusticias que el sector militar sufre a manos de los propios funcionarios castrenses, quienes no respetan sus derechos humanos'', además de pedir la intervención presidencial para que ``los presos políticos y de conciencia, militares y civiles del país, sean puestos de inmediato en libertad''.

En medio de empujones, gritos y jaloneos, el ex capitán Alberto Enríquez del Valle se acercó a la reja de la residencia presidencial con la intención de entregar el escrito -firmado por el teniente coronel Hildegardo Bacilio Gómez-, en virtud de que hasta la fecha, las demandas de este movimiento no han ``movido la conciencia'' del secretario de la Defensa Nacional, general Enrique Cervantes Aguirre, para que realice una ``recapitulación y un análisis lógico e inteligente'' de las causas que originaron la citada manifestación.

Sin embargo, el jefe de guardias presidenciales, general Mariano Pastrana, salió a su encuentro antes de que llegara al enrejado y lo tomó con fuerza de los hombros.

``¡Suélteme!, yo no soy militar, soy civil y no tiene por qué agarrarme'', dijo molesto el ex capitán, mientras decenas de reporteros, fotógrafos y camarógrafos eran testigos de la escena.

Desconcertado, el general Pastrana -quien cubría su uniforme bajo una chamarra- tuvo que soltarlo y le dijo que ese no era el lugar indicado para recibir la misiva. Aseguró que en Palacio Nacional tenía que entregar el documento.

-¿Usted no va a recibir la carta para el señor Presidente?

-No.

Asediado por los reporteros, para conocer su opinión por la actitud del general que no recibió el documento, Enríquez del Valle dijo después del altercado:

``Mi opinión es que pretenden crear una cortina de humo, que se quiere ocultar este movimiento que es real y que es auténtico. Taparlo significa que quieren ocultar la verdad..., el señor Presidente está rodeado de gente que le quiere ocultar la verdad de las cosas''.

Esperanzado añadió: ``Voy a Palacio Nacional, donde debe haber una Oficialía de Partes para recibir los documentos dirigidos al señor Presidente. Creo que la corrupción es tan grande y el deseo de tapar nuestro movimiento es de tal magnitud que se niegan a ver su trascendencia''.

El personal del Estado Mayor Presidencial no salía de su sorpresa, a pesar de que sabían de la llegada del grupo para las 17:30 horas, y de haber ordenado que soldados vestidos de civil y granaderos estuvieran atentos para impedir su llegada a la residencia oficial. El ex capitán Enríquez, así como los tenientes Luis Gerardo Avila Guzmán, Carlos Alberto Guindo Pérez, Gerardo Torres Ramírez, Manzano Ramírez y Bernal Vázquez, cruzaron temerariamente la avenida Parque Vía para aparecer ``de repente'' ante la puerta principal de Los Pinos.

Minutos después de que partieron los manifestantes, arribó al estacionamiento un camión militar con elementos de la Policía Militar quienes llevaban cascos y escudos antimotines, y fueron ubicados para cualquier contingencia. Asimismo, el personal uniformado que custodia la residencia oficial del lado del bosque de Chapultepec fue removido por personal vestido de civil con la orden de ``no dejar pasar a nadie''.

En entrevista previa, el teniente Luis Gerardo Avila Guzmán -quien al igual que sus compañeros iba vestido de civil-, había declarado que a raíz del surgimiento del comando, el secretario de la Defensa Nacional ordenó el retiro de la acción penal en contra de 70 elementos -de los 1500 militares que están bajo proceso-, y aunque reconoció que hasta el momento no han recibido represalias en sus personas o familiares, denunció que los interrogatorios seguidos a los más de 60 miembros del Ejército se habían dado tanto en la Procuraduría General de Justicia Militar, como en la prisión castrense del Campo Militar Número Uno.

Tanto él, como Enríquez, insistieron en que su manifestación era pacífica y legal, que únicamente exigían justicia. Para que a quienes se les sigue proceso penal se le paguen sus sueldos completos y que, además, se respeten los amparos concedidos inicialmente por jueces federales en contra de las órdenes de aprehensión libradas en su contra.

Del mismo modo exigen que se les permita -como lo establece la ley-, que en lugar de firmar todos los días y permanecer en el Campo Militar Número Uno de 7:00 a 12:00 del día, se les permita firmar semanalmente.

El grupo del CPCP llegó a Palacio Nacional pasadas las 18 horas. Enríquez del Valle solicitó se le dejara pasar a hablar con el general Alfonso Mancera Segura, comandante de la Primera Región Militar. En respuesta, personal vestido de civil cerró el portón de Palacio Nacional ante las protestas de los denunciantes.

Insistió, ante las grabadoras, que la intención del comando es la ayudar a la democratización del país y de las fuerzas armadas por la vía legal, sin embargo -sostuvo-, hay temor de recibirnos. ``Nos cerraron las puertas de Palacio Nacional a cinco elementos, cinco personas vestidas de civil, no venimos armados, no traemos explosivos, no traemos nada...''

-¿Y ahora, qué van a hacer?

-No sé, no sé si vayan a tomar esto como traición a la patria. A lo mejor le pedimos ayuda -dijo en tono burlón- a Bill Clinton, a Jacques Chirac, Amnistía Internacional o la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; no sé, aquí no se puede, tal vez al Papa.

Ya en tono serio añadió: ``Hasta aquí estaban fijadas nuestras metas, hasta el señor Presidente''.

Aseguró que no teme por su situación por ser civil -es decir, ex capitán-, aunque dijo que le preocupan sus compañeros que continúan en el Ejército y ``que tuvieron el valor de acompañarme''. Vamos a ver cual es el resultado y en que termina la cacería de brujas que ha comenzado el secretario de la Defensa Nacional en contra de sus propios compañeros de armas.

Concluyó diciendo que ``un número bastante considerable'' de elementos en activo en el Ejército simpatizan con su movimiento, pero que no lo hacen público por temor a represalias.