Las muertes por desnutrición son el corolario de una larga cadena de tropiezos voluntarios --neoliberalismo infrenable-- e involuntarios --embates de la naturaleza-- que involucran incontables áreas del saber y la responsabilidad humana. Debatir si la desnutrición es o será amenaza para nuestra pervivencia es impropio; la cotidianidad de los decesos por desnutrición o sus complicaciones en diversos sectores y tiempos, es suficiente motivo para aseverar que la humanidad ha visto ya menguada su condición por las hambrunas o por el abandono social en las grandes ciudades.
Es también irrisorio pensar que la naturaleza es la culpable de todo. Los disparates de las políticas y de las increíbles diferencias económicas entre una nación y otra, así como las cegueras de varias religiones que siguen conminando a sus feligreses para que se reproduzcan ilimitadamente, son igualmente mortíferas que las sequías o los huracanes. La diferencia estriba en que las segundas nos visitan de cuando en cuando; en cambio, las amenazas humanas, siempre están. La sobrepoblación y algunas de sus consecuencias permiten otra lectura de la desnutrición.
La resultante de políticas equívocas --errores modificables-- y la ``biología de la Tierra'' --fenómenos impredecibles-- pueden resumirse en la pregunta que Joel E. Cohen, experto en poblaciones, formuló recientemente: How many people can the earth support? (The New York Review of Books, octubre 8, 1998). Al analizar algunos de sus datos y mezclarlos con reflexiones propias, extiendo su preocupación, ¿es aún posible modificar el destino del binomio ser humano-Tierra?
Comenta Cohen que mientras hace dos mil años la población de la Tierra era de 250 millones de personas, en 1830 la habitaban mil millones. Un siglo después, en 1930, el número se había doblado, y para 1974 la cifra se había duplicado nuevamente: 4 mil millones. En números absolutos, y éste es uno de los datos ``más amenazadores'', se sabe que los primeros mil millones se congregaron entre la aparición del hombre en la Tierra y 1830, y que los últimos mil millones se agregaron en sólo doce años. El problema actual, pero sobre todo futuro de la sobrepoblación, se entiende mejor cuando se escucha a los demógrafos: deforestación, desertificación, envenenamiento del agua potable, pérdida de reservas naturales, erosión de la capa de ozono, lluvias ácidas, pérdida de tierras para cultivo, consumo de recursos minerales, contaminación de los mares, etcétera. Estas agresiones contra la Tierra, a su vez, han condicionado una serie de movimientos nocivos: mientras que en 1800 una de cada 50 personas vivía en ciudades, en nuestros tiempos sólo una de cada dos son citadinas.
En el mismo ensayo aparecen otros datos: en 1995, el ingreso anual de los mil 200 millones de habitantes de los países ricos era de 19 mil 300 dólares per cápita, mientras que el de los restantes 4 mil 500 millones era de mil dólares anuales. Dentro de los últimos, los 2 mil millones más pobres percibían tan sólo 400 dólares --un dólar por día. Agregan los expertos que una de cada tres personas está infectada por tuberculosis, que la mitad de los seres humanos carece de baño y que mil millones de adultos son analfabetas.
Agregan los estudiosos que el promedio de hijos en los países pobres es 4.5, en tanto que en los ricos es de 1.6; que en los próximos años, por lo menos 130 millones de niños y niñas en el Tercer Mundo no podrán acudir a la escuela y que 750 millones de personas tuvieron hambre ayer, la tendrán hoy y también mañana. Finalmente, y a pesar de que se espera que en el siglo XXI la tasa de fertilidad disminuya a 2.5 hijos por mujer, se calcula que antes de que empiece a decrecer la población, es probable que en el 2050 ésta llegue a 12 mil millones.
Cohen, escéptico pero esperanzado, asevera que el problema fundamental en relación con la población ``...no es sólo números de personas, aun cuando los números y las estadísticas ofrecen datos significativos que no permiten que nos engañemos. El punto crucial en relación con la cuestión de la población es la calidad de vida de los individuos: la posibilidad de participar en lo que define al ser humano: trabajar, jugar y morir con dignidad. Tener la sensación de que la vida de uno tiene significado y está relacionada con las vidas de otras personas''.
Queda la impresión, ``no orwelliana'', sino real de que la Tierra sobrevivirá sólo si se modifican algunas lacras económicas y humanas. ¿Será factible apelar a la conciencia e inteligencia de políticos y religiosos?