Poulenc, figura emblemática de la cultura francesa
Pablo Espinosa n El año musical se inicia hoy con una celebración emblemática de la cultura francesa: el centenario del compositor Francis Poulenc, nacido el 7 de enero de 1899 en París, ciudad donde falleció en 1963.
En la -dirían los clásicos- ciudad luz, pero también en Amiens, Besanon, Caen, Compiegne, Lille, Marsella, Niza, Estrasburgo, urbes francesas como en otras muchas ciudades de todo el planeta, se realizarán conciertos, rescates, conferencias, reflexiones en torno de esta figura que para los franceses representa un visado cultural contextualizado en el esplendor de principios de siglo, cuando París era capital cultural indiscutible pues ahí vivían y producían, entre otros creadores, Erik Satie, Claude Debussy, Maurice Ravel, Pablo Picasso, Jean Cocteau, James Joyce, Leger, Breton, Elouard, Gris, Braque, artistas todos ellos con quienes convivió y de cuyo intercambio nutrió su obra Francis Poulenc.
Profundidad de una obra
Ciertamente las marquesinas están iluminadas con los valses de los Strauss, no obstante la importancia y hondura de la obra de Poulenc, conocido medianamente, si no es que nulamente en los ámbitos cosméticos. El conocimiento y reconocimiento de Poulenc ocurre, en cambio, en el ámbito de lo verdaderamente trascendente, justo es por tanto mencionar un montaje inolvidable en Bellas Artes hace no muchos ayeres: José Antonio Alcaraz dirigió escénicamente la puesta en escena de la ópera La voz humana, que constituye un tour de force para soprano (Patricia Mena fue la protagonista).
La celebridad mayor de Poulenc es debida a su Concierto para dos pianos, cuyo segundo movimiento es considerado por muchos uno de los máximos acercamientos al espíritu de Mozart en manos de otro compositor. Las hermanas Labeque (Katia y Marielle) poseen una de las versiones discográficas mayores, junto a otras hermanas angelicales: Guher y Suher Pekinel.
Se consigue también, por cierto, un tesoro: en la serie Masterwork Portrait (Sony) el volumen MPK 47684, en el que Francis Poulenc interpreta obras propias y de Erik Satie, inspirador espiritual del Grupo de los Seis, al que pertenecía (con Tailleferre, Auric, Durey, Honegger y Milhaud) el maestro Poulenc, activadores todos ellos de la vanguardia dotada de antisolemnidad, rigor y humor, entre otros caros ingredientes.
Se inicia, pues, el año Francis Poulenc.