Letra S, 7 de enero de 1999
Aunque estoy enfobaproado hasta el cuello porque mi casa no es mía sino de Banamex. Aunque con la alta traición de los panistas me digan que me rebajarán casi 100 mil pesos de una deuda infinita. Aunque mi hermana perdió su hogar y mi cuñado una camioneta. Aunque yo sé que esto a usted, señor José Angel Gurría, no lo conmueve porque el secretario de Hacienda está para otras muchas cosas, menos para escuchar los clamores de un pueblo depauperado hasta lo imposible. Aunque ya he visto que lo único que le interesa al elegante ministro de finanzas es salvarle el pellejo a los obesos banqueros. Aunque me digan que usted es un tal por cual, yo todavía mantengo viva una brevísima esperanza.
A los buenos cristianos nos enseñaron que lo último que se pierde es la fe. Con ese último reducto de fe estoy esperando una respuesta, una señal mínima de su parte para poder decirles a Juan, Alejandrita, la loca Raúl y la mamá de Nacho, y miles de seropositivos más, que también aquí se nos hará el milagro. Que los 600 millones que se necesitan para sus tratamientos por fin fueron aprobados por los señores diputados, ya que usted, José A. Gurría, con el poder que el Ejecutivo le ha confiado (otra vez la fe) así lo ha solicitado en su presupuesto para el próximo año.
Véalo de esta manera y convencerá a su jefe y a quien haga falta persuadir: por cada peso invertido en este magno proyecto para levantar de su postración a miles de Lázaros, el gobierno y el país se ahorrarán diez veces más en recursos que se habrán de gastar en camas, curaciones, personal de salud y fuerza laboral. Haga sus cuentas y lea la exitosa experiencia de Brasil. Voltee y mire por un momento al Africa y todos sus muertos y años de reversa en su desarrollo. Entienda que los nuevos fármacos funcionan y alargan la vida y regresan la alegría a los condenados a una agonía lenta y desgastante. Llámele al doctor De la Fuente para cerciorarse de que el sida se va convirtiendo a todo vapor en la principal causa de muerte para los hombres y las mujeres jóvenes en este país.
Ya tiene nuestras peticiones en su escritorio. No pierda la fe, no pierda la humanidad.
La sexualidad prohibida: intolerancia, sexismo y represión
Edgar González Ruiz
Grupo Interdisciplinario de sexología (GIS), México, 1998.
En materia de educación y derechos sexuales, el impulso modernizador en México registra avances considerables. Se han abierto mayores espacios de expresión ciudadana y foros de discusión sobre estos temas en los medios de comunicación, también los programas de televisión y radio que desde hace años libran cotidianamente la batalla contra la intolerancia represiva, han podido afianzar sus posiciones y hoy cuantifican positivamente sus logros. De manera paralela, y con una beligerancia exacerbada, los grupos de presión ultra conservadores han hecho todo lo posible por neutralizar o detener estos avances. En su prólogo al libro de Edgar González Ruiz, La sexualidad prohibida, Carlos Monsiváis señala el propósito más evidente de la embestida derechista: ``amagar, crear por medio de los amagos la sensación de falta e intentar volver a introducir la culpa en una sociedad que ya se ha librado de ella''.
La tarea a que se dedica desde hace ya una década el investigador y periodista Edgar González Ruiz es señalar, mediante una investigación acuciosa y en lo posible exhaustiva, las redes operativas y de complicidad que diversos grupos de empresarios, eclesiásticos, comunicadores y hombres políticos, han tejido a lo largo de este siglo para frenar el proceso de secularización de la sociedad mexicana. La sexualidad prohibida: intolerancia, sexismo y represión (GIS, 1998) retoma, actualiza y afina las perspectivas generales presentadas en un libro anterior del autor, Conservadurismo y sexualidad (Rayuela Editores, México, 1994). ¿Cuáles son los grupos de presión política detrás de los intentos de prohibir, por ejemplo, la llegada de la cantante Madonna a México, o la exposición pictórica de Rolando de la Rosa, o la difusión de campañas explícitas de prevención del sida? El señalamiento de González Ruiz no se limita a un simple inventario de membretes y de siglas, sino que elabora un paciente seguimiento de trayectorias individuales y colectivas, de carreras dedicadas a hacer prosperar la idea de una patria ideal anclada en el medioevo y en el fervor inquisitorial.
¿Cómo establecer la línea divisoria entre la convicción ideológica del cruzado y la defensa del interés empresarial? ¿Entre la fe espiritual y el oportunismo político? Entre los aspectos más interesantes que señala el autor en su investigación figuran, por un lado, el proyecto histórico de la derecha mexicana de fusionar vida política y vida religiosa, y por el otro, la certidumbre de que esa misma derecha obstaculiza sistemáticamente los esfuerzos comunitarios tendientes a promover una educación sexual racional y científica, y las labores de prevención de enfermedades sexualmente transmisibles, incluido el sida.
En un primer capítulo, ``Los caminos de la intolerancia'', el autor hace una rápida revisión de la censura moral y religiosa en México: los anatemas contra los primeros desnudos en el cine, la quema de libros de texto gratuito, la quema en el Zócalo de libros considerados pornográficos, la decisión burocrática de prohibir Los chicos de la banda, de Matt Crowley, con dirección de Nancy Cárdenas, o el acto de ``desagravio'' a la vírgen luego de que el cineasta chileno Alejandro Jodorowsky filmara escenas de La montaña sagrada en el atrio de la Basílica de Guadalupe. Edgar González desmonta los mecanismos de la censura, la presión conservadora para evitar la exhibición de La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, la acción de los fanáticos que ayer exigieron la prohibición en Acapulco de la comedia musical Hair y hoy condenan, en diversos estados gobernados por el panismo, el uso de la minifalda o la publicidad de los brassiers Wonderbra. Y el fracaso histórico de esas tácticas. Los espectadores terminan procurándose en video pirata las cintas prohibidas, y ganan notoriedad algunas obras que sin la promoción conservadora habrían pasado hasta desapercibidas. Los retrocesos y caídas de la moral conservadora sólo enfatizan el vigor y el carácter incontenible del avance civilizador.
En el segundo capítulo, ``La ética de la abstinencia'', el autor estudia la figura y el pensamiento del papa Juan Pablo II y su influencia en las posturas de la jerarquía católica mexicana y en la beligerancia de los grupos ultraconservadores aferrados a los ideales del matrimonio cristiano o la abstinencia. En el capítulo siguiente, ``Sexismo y represión'', González revisa la doble moral que prevalece en la sociedad mexicana, con su exaltación de la virginidad y la abnegación femeninas, y la defensa de un ideal patriarcal donde el varón toma por la mujer las decisiones más importantes, incluidas las relacionadas con su propio cuerpo. Esta doble moral rechaza la educación sexual porque ``ofende'' la virtud de las jovencitas, y al mismo tiempo convierte a las mujeres violadas en culpables de su propio infortunio, llega también a preferir el deceso de una mujer en manos de una comadrona inexperimentada antes que aceptar la necesidad de una interrupción voluntaria del embarazo. Una y otra vez, el libro documenta la paradoja de una proclamada voluntad de defender la vida a costa muchas veces del sacrificio de otras vidas. En el caso de la prevención del sida, el desprecio es elocuente: la ultraderecha reserva a los enfermos el limbo terrenal y exclama indignada: ``ellos se lo buscaron y ahora reclaman derechos'', instaurando así una división tajante entre víctimas inocentes (niños y mujeres embarazadas) y víctimas culpables (los eternos proscritos de la moral tradicional: homosexuales, sexoservidoras y usuarios de drogas).
En su cuarto y último capítulo, ``Estructuras políticas de la represión sexual'', el autor elabora una radiografía de las organizaciones y grupúsculos conservadores con mayor actividad en México, desde la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) hasta Pro Vida, sin olvidar a la Unión Nacional Sinarquista, el Movimiento Familiar Cristiano, Vida Humana A.C., y siniestros grupos de choque como el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), tan presente en los años sesenta. El autor señala la infiltración actual de los líderes de esos grupos en las esferas de la vida política y económica de México, así como en los medios de comunicación, muestra también su vinculación con redes internacionales como el Opus Dei o los Caballeros de Colón o los Caballeros de Malta.
¿Para qué sirve toda esta información, esta acumulación de evidencias y redes de complicidad a nivel nacional y mundial? La respuesta constituye al mismo tiempo un acercamiento al punto de vista del autor: contribuir a que los sectores progresistas de México dispongan de una información oportuna y confiable acerca de los antecedentes, ideología y tácticas del conservadurismo sexual. Una perspectiva posible para un próximo libro de González Ruiz, sería el poder de penetración que hoy intentan conquistar estos grupos conservadores a través del espacio cibernético. El fundamentalismo moral trata de encontrar en las redes de Internet, en la propia revolución tecnológica, una ruta milagrosa para proseguir la Gran Cruzada, ese empeño que consiste, como lo señala Carlos Monsiváis en su prólogo, en ``retroceder a la sociedad entera al siglo XVII, a la esclavitud del confesionario''. (Carlos Bonfil)
En el caso de la prevención y tratamiento del sida a nivel mundial, una de las realidades más desalentadoras es la persistencia de desigualdades en el acceso a los medicamentos antivirales y a una información oportuna y seria. La mayoría de los países en desarrollo no sólo no pueden brindar a las personas infectadas las terapias de punta que les permitan vivir mejor y más tiempo, sino tampoco una información actualizada que les permita protegerse de la infección o elevar su calidad de vida.
La revista POZ en español ofrece a miles de lectores hispanohablantes, dentro y fuera de Estados Unidos, acceso a la información sobre sida. De esta manera satisface la demanda creciente de una comunidad latina dentro de la cual se registran diariamente un número muy importante de nuevas infecciones por el virus que causa el sida.
El número de invierno de esta publicación está dedicado a ``Los que Hacen la Diferencia'', a los activistas y celebridades que han dedicado sus esfuerzos a luchar por los derechos de la gente con VIH, informar a la población sobre la prevención de la infección, o atender a quienes viven con el virus.
El número de invierno de POZ en español cubre la información más reciente acerca de medicamentos y tratamientos en un par de excelentes crónicas de la XII Conferencia Mundial sobre el Sida en Ginebra, y en su sección ``Las Gacetas'', ofrece noticias sobre el acceso a tratamientos en Latinoamérica, la decisión de la Suprema Corte de E.U. de amparar a las personas con VIH dentro del ``Acta sobre Estadounidenses Incapacitados''.
Asimismo, ``Las Gacetas de Latinoamérica'' (elaborado desde México por el equipo de Letra S) explora aspectos de la epidemia en esta región.
POZ en español ofrece también un amplio mosaico cultural, el registro de los distintos rostros de la epidemia a través de numerosos testimonios personales, pero también de las múltiples redes de solidaridad que esta comunidad ha levantado contra la ignorancia, el miedo, la discriminación sexual y el desprecio a sus derechos elementales.
La labor de POZ en español y de su director, Gonzalo Aburto Iniesta, quien fuera un destacado militante del movimiento gay en México antes de radicar en Nueva York, es un ejemplo para quienes trabajan cotidianamente en el combate a esta pandemia.
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