Adolfo Sánchez Rebolledo
La sombra de Fox
Vicente Fox avanza en el PAN sin que nadie le haga sombra. La última batalla política la acaba de ganar dentro de su partido sin disparar un solo tiro. La decisión de Felipe Calderón de no postularse para ocupar un nuevo periodo en el cargo confirma que la selección del candidato a la Presidencia será un mero trámite para investir al gobernador guanajuatense. Parece muy difícil, casi imposible, que algún otro consiga remontar la ventaja actual de Fox, en el hipotético caso de que alguien se echara al ruedo para taparle el ojo al macho de la democracia. Pero no se ve ni quién ni cómo.
Fox ha logrado atraer a los más amplios sectores del panismo sin descuidar sus relaciones con el mundo del poder, sobre todo económico. Ha intentado vender con éxito relativo la pueril idea de que Guanajuato es una isla o, más que eso, una Arcadia perdida en el Bajío profundo, más o menos liberada del destino de crisis que corresponde al resto de la nación. En sus inacabables giras publicitarias, el gobernador sostiene una y otra vez que la bonanza de su estado natal es resultado de sus buenos oficios como funcionario en mangas de camisa con el don de la ubicuidad, pues aparece lo mismo en Los Pinos que en las capitales del dinero y la inversión. Y sus palabras, aunque algunos no lo crean, caen en los oídos receptivos de una clase media que no puede acumular otra cosa que no sea rencores y resentimientos. No hay nada extraño en ello: el gobernador es un político esponja, capaz de succionar las ideas más diversas para armarlas según su muy personal rompecabezas. Lo mismo aparece suscribiendo una convocatoria para elaborar alternativas al neoliberalismo, junto a personalidades de la izquierda, que admirando a Lech Walesa cuya gesta anticomunista es, al parecer, mucho más que un objeto de admiración personal: un manual político de lectura obligatoria.
Estas facetas de la actividad pública de Vicente Fox son bastante conocidas y, según quien lo diga, muy criticadas como simple populismo de derecha, con lo cual en ocasiones se pretende reducir su papel, incluso dentro del panismo. Sus oponentes no ven otra cosa que sus reiteradas fantochadas ni ven mérito posible en el lenguaje trivial de sus comunicaciones. Critican el estilo pero no sus planteamientos y ese es un error.
Fox ganó la disputa sobre la banca --y con ella la guerra por la candidatura-- elevándose por encima de sus correligionarios que veían en la caída de Guillermo Ortiz una victoria. ``El PAN está en vísperas de ser gobierno --dijo el gobernador guanajuatense--. Debemos mostrar en los hechos lo que queremos enfrentar en el futuro: un Congreso vigilante y receloso de su investidura, pero respetuoso de los otros poderes de la nación.''
Y más adelante: ``En el juicio político lo que priva es el castigo público a un funcionario público, que en las condiciones que vive el país se torna en una batalla político-partidista. En el caso particular del Banco de México, resulta importante alejar la discusión de la negociación o de condiciones partidistas''.
Mientras otras fuerzas partidistas se han dormido en sus viejos y nuevos laureles, esta falta aparente de trabas ideológicas le ha permitido a Fox buscar adeptos en todas partes, ir más lejos que ningún otro dirigente de la derecha mexicana en la propuesta de construir una gran alianza de todas las fuerzas opositoras como única vía para liquidar electoralmente al PRI. Si por ahora eso no es posible, Fox trabajará para emerger como el futuro candidato de la unidad, en un país que tendrá que reconstruir todo el sistema político en condiciones lamentables. ¿Podrá alguien evitarlo?