Luis Javier Garrido
El aliado

Los acuerdos secretos de Ernesto Zedillo y la cúpula del PAN a fin de hacer aprobar al Congreso, a espaldas del país, el ``paquete económico'' para 1999, no han hecho más que evidenciar una vez más el desafío frente al cual están los mexicanos: la ``alianza estratégica'' entre el PAN y el salinismo, con tal de hacer prevalecer sus intereses económicos comunes, está dispuesta a asaltar el poder -a cualquier precio- en el 2000.

1. El Congreso de la Unión no legisló en los años dorados del sistema priísta, y continúa sin hacerlo en este fin de siglo, cuando las políticas presidenciales son respaldadas por la nueva derecha, redefinida como ``la mayoría PRI-PAN''. Las leyes continúan elaborándose como en el pasado, en las oficinas gubernamentales; sigue sin haber negociaciones parlamentarias, pues las que se dan (entre panistas y gobierno) tienen lugar en Los Pinos, en Hacienda o, como en 1998, en el Club de Banqueros. Las comisiones no discuten los dictámenes y no cumplen más función que la de encubrir el autoritarismo prevaleciente, y el pleno no pasa de ser un foro donde la oposición expresa su inconformidad, pues los pactos neoliberales lo han reducido a un ritual seudodemocrático donde todo se avala y nada se decide.

2. ¿A quién creerá que engaña el CEN del PAN con su demagogia propagandística, que está pagando por cierto con los recursos del pueblo? Las negociaciones que el PAN se jactaba había hecho con el PRI para reducir los impuestos, fueron hechas en Los Pinos por Diego, y el gobierno logró se le autorizara una recaudación mayor que en su proyecto Y el dictamen aprobado, que los legisladores panistas se ufanaron había sido obra suya, fue redactado en la Secretaría de Hacienda.

3. Los diputados y senadores del PRI y del PAN en la 57 Legislatura se han encargado de mostrar en los dos últimos años que no hay ``transición democrática'' alguna en México, y que las expectativas que algunos dirigentes políticos y analistas pretendieron generar en 1997, tras las elecciones federales, sobre la configuración de un supuesto ``bloque opositor'' mayoritario (PAN-PRD) en la Cámara de Diputados, el cual iba a corregir el rumbo nacional, eran a todas luces falsas, pues de un autoritarismo de viejo cuño (sustentado en un partido de Estado) se ha ido pasando a uno nuevo, disfrazado de una aparente pluralidad (sustentado en el binomio PRI-PAN), y que ha resultado mucho más intransigente que el anterior.

4. La responsabilidad histórica del PAN por el retroceso legislativo que se vive en el país no se puede ya ocultar. En 1997, los panistas hicieron creer a un sector del PRD y de la ciudadanía que el proceso de formación de las leyes cambiaría en la forma y en el fondo, pues ellos estaban dispuestos a establecer con el PRD: a) nuevos términos de negociación con el Ejecutivo federal, y b) modificar las políticas gubernamentales; lo acontecido muestra todo lo contrario. En las formas, las cámaras vivieron una pérdida de dignidad, y en el fondo se aprobaron las iniciativas de Los Pinos: un Presupuesto de Egresos y una Ley de Ingresos contrarios a los intereses de la nación y a los que sólo se les hicieron modificaciones irrisorias.

5. Y todo ello, una vez más, con el apoyo del PAN, un partido que se pretendía de oposición y que preconizaba renovar las maneras de hacer política y tener una alternativa de gobierno, y que terminó en estos dos sexenios por contribuir al envilecimiento del quehacer político en los mismos términos del PRI, y todo por una razón.

6. El PAN, se olvida, representa los mismos intereses económicos de los tecnócratas que controlan al PRI, y que tienen muy bien maiceada (y disciplinada) a la burocracia gobernante. Los bien llamados ``neopanistas'', que son mayoría en el blanquiazul, se asemejan a sus socios salinistas en que no actúan por principios sino por intereses, y que por lo mismo carecen de ética en su vida pública. En el PAN de hoy en día no queda nada o casi nada del proyecto de Manuel Gómez Morín, de 1939, más que el desprecio conservador que guardan algunos de sus dirigentes por las causas populares y ese viejo encono sicopatológico hacia el cardenismo.

7. El gobierno desarrolló desde 97 una campaña dolosa para hacer creer que el país había llegado a una nueva etapa, que llamó de ``la normalidad democrática'', y avalado por los diputados Santiago Creel (PAN) y Porfirio Muñoz Ledo (PRD), insistió en que en lo sucesivo el Congreso sería autónomo, que Zedillo era un ``presidente acotado'', pues los diputados ejercerían un contrapeso real y habría un diálogo abierto entre los poderes, nada de lo cual era cierto. Lo que se siguió dando no fue más que lo cierto: el escenario preparado por Carlos Salinas de la (vergonzante) ``alianza estratégica'' del PAN con el gobierno, para sustentar al presidencialismo y mantener las mismas políticas antinacionales.

8. La alianza del PAN con el gobierno es también, sin embargo, una cruzada contra Cuauhtémoc Cárdenas y esto quedó al descubierto con la intentona frustrada por desprestigiar al gobierno de la capital, al que dejó endeudado la administración priísta, tratando de recortarle 7 mil 500 millones de pesos de su posibilidad de endeudamiento.

9. El desastre legislativo de 1998 puso en su sitio al PRI y al PAN, las dos fuerzas del salinismo, que no respetaron el mandato ciudadano del 97, pero también entrañó una nueva lección sobre los límites del sistema representativo.

10. Los tecnócratas priístas y los panistas, que buscarán de la mano asegurar la mayoría en el 2000, no han medido todavía lo que va a ser la respuesta popular a sus arreglos.