Soldados en las carreteras y en las playas, helicópteros militares entre el mar y la selva. Pero, ¿dónde estamos? ¿Acaso en la costa de Chiapas? No. Se trata del llamado corredor turístico Cancún-Tulum, 120 kilómetros de hoteles de lujo, balnearios, sitios arqueológicos y montones de negocios, generalmente vacíos, que pueden servir, por qué no, para blanquear dinero del narcotráfico.
A seis semanas de las elecciones, Quintana Roo parece haber sido tomado por el Ejército para que el ``gobierno'' federal -tanta es su debilidad- arreste al gobernador Mario Villanueva Madrid, a quien sus amigos en Chetumal llaman el Boca Chueca. En vísperas de la tradicional ceremonia de genuflexiones y bravatas de Tlatelolco, Gobernación y Los Pinos, que año con año anteceden a la certificación de la Casa Blanca, la administración del doctor Zedillo necesita una cabeza para entregarla en bandeja a Washington. Y por lo visto la ha encontrado.
En un hotel de Boca Paila -30 kilómetros al sur de Tulum-, hace unos días ocurrió algo que revela cuál es el clima político imperante en la esfera del gobernador. Sucede que llegó un inspector de Chetumal, acompañado de un compadre, y pidió hablar con el dueño. ``Soy yo'', dijo éste. Empapados en sudor, el funcionario y su amigo aceptaron la invitación de tomar asiento, y no rechazaron las cervezas, el platito de chilmole de cerdo, el cebiche de langosta, los plátanos con arroz frito ni las ofertas del patrón.
No querían dinero el inspector y su cómplice. ``Si nos das una tarjeta para que vengamos a comer con la señora y los nenés, ja, yo no digo que no tienes licencia de alcoholes''. Con una amplia sonrisa, el hotelero mejoró la propuesta. ``Ven cuando quieras y te presto una cabaña para un fin de semana''. Cerrado el trato sin apretón de manos, que no se antoja costumbre de por aquí, los visitantes alcanzaron la puerta y el inspector dijo: ``Si tienes palancas en Chetumal, apúrate a arreglar tu licencia. Mario va a caer el día menos pensado''.
``Si hoy fueran las votaciones, Mario ganaría pero de calle'', asegura un político de Cancún, sentado a la mesa de un café en Chetumal, cerca del palacio de gobierno y no lejos del malecón. ``Aquí la gente lo quiere, ha dado trabajo, él conoce a todo el mundo. En donde quiera que se para, él sabe los nombres de los mayas.''
Señalado por el gobierno estadunidense como político vinculado al negocio de la droga, Villanueva Madrid cometió, hace años, la torpeza de enemistarse con el cónsul de Clinton en Cancún, y desde entonces lo persigue una leyenda negra. Quienes oyen lo que se dice en los círculos concéntricos del Ejecutivo estatal, no desmienten esas multitudinarias sospechas. ``Buen político, Mario sí es, que ni qué. Lástima que se le pasó la mano'', agrega el hombre del café.
-¿Entonces por qué se le dividió el partido?
-Pues porque se peleó con el viejo Joaquín, el papá de Pedro, ése que anduvo en Chiapas con lo del diálogo, ¿no?, que nunca fue a Chiapas; sólo cuando ya lo iban a quitar, entonces cogió el avión y fue a conocer esas tierras.
``El papá, que es el que mero manda en Quintana Roo; bueno, Mario se peleó con la familia, ¿ja? El viejo quería que Addy, su hija, la hermana de Pedro, fuera gobernadora. Pero Mario se inclinó por Joaquín Hendricks.
-¿Y Zedillo también se inclinó por él?
-Seguramente hubo acuerdo. El presidente vino a pasar el 31 a Cozumel, y se tuvo que sentar con el viejo Joaquín; si no le hubieran garantizado que se iba a sentar con el viejo Joaquín, Zedillo no viene. Así son las reglas en Quintana Roo.
No obstante la escisión de la clase política, los empresarios de Cancún piensan que su colega, el hotelero en ciernes Gastón Alegre, candidato del PRD contra Hendricks y el aparato estatal priísta, no tiene la menor posibilidad de ganar la gubernatura el próximo 21 de febrero, siete días después del encuentro Zedillo-Clinton en Mérida, donde presumiblemente será ofrecida en bandeja la cabeza de Villanueva Madrid.
Alegre -personaje que inspiró a don Gastón de Rocha y de Gorra, el banquero de El gran teatro del Fobaproa- ha sostenido una relación más bien errática con el partido que representa. Destapado por el PRD, recibió duras impugnaciones de los núcleos del sol azteca, tanto en el campo de por acá como en la ciudad de México. Ante esas presiones, fue revocado por algunos días -hecho que movió a júbilo a cierto columnista- y luego, en una segunda marcha atrás, fue confirmado otra vez como el dueño del rostro que debería ser multiplicado hasta el infinito en los carteles de la divisa negra y amarilla.
Sin embargo, uno recorre los caminos de Quintana Roo, ve pasar los pueblos que asoman a la carretera -de Cancún a Tulum para ricos, de Tulum a Chetumal, vía Carrillo Puerto, para pobres-, se fija en los anuncios espectaculares que venden resort & spa, court & beach, horse back rides, explore a natural wonder, y por ningún lado aparece la propaganda electoral de Gastón Alegre. Su campaña no se ve: los empresarios que lo apoyan, o están quebrados o no le están metiendo dinero. Y las bases, los indígenas de Playa del Carmen, Tulum Pueblo, Carrillo Puerto y puntos intermedios no se animan a perder una tarde, y con este sol, y pintar una barda, garrapatear una manta aunque sea con faltas de ortografía.
La contienda se da entre Hendricks y López Mena, el candidato del PAN, un hombre con aspecto de típico beneficiario del Fobaproa que, de tan arraigado y popular que se cree, nadie sabe su nombre de pila, porque no lo pone en sus cada vez más abundantes carteles, tocados sin duda por la inspiración de algún bardo del Caribe: ``López Mena sí vale la pena''.
Sus posibilidades son nulas, dicen los viejos priístas: el aparato electoral de Villanueva Madrid está mejor afilado que nunca, más, incluso, que en 1993, cuando el inminente huésped de Almoloya era tan sólo un aspirante al gobierno y vendía su imagen con una especie de crucigrama formado por su nombre, Mario, y el de su partido, PRI, lo que daba una extraña palabra que se repetía en todos los postes de luz, en todas las tienditas misceláneas, en todas las salpicaderas de los taxis y en la parte posterior de todos los autobuses: ``PRI-Mario''.
La campaña electoral de López Mena, mucha gente lo cree, no llevará al poder al hombre que, según los publicistas del centro contratados por Felipe Calderón, supone que su proyecto, sea cual fuere, vale la pena. Pero López Mena podría darle cierta credibilidad al acuerdo establecido entre PRI y PAN para que éste último gane la alcaldía municipal de Cancún, donde el partido del régimen que agoniza ha postulado a una lideresa de colonias populares, tipo La Paca, ``impresentable para nuestros visitantes extranjeros'', de acuerdo con el racismo de la clase media que baila en el Hard Rock Café y en lugar de hamburguesa come whoppers.
¿Cuándo caerá Villanueva? Zopiloteando, los políticos de Chetumal especulan: si el doctor Zedillo se las ve muy negras antes de la visita de Clinton, caerá en la recta final de la campaña y dará más votos al PAN y quizá al PRD, o tal vez aumente el abstencionismo, pero no dañará a su partido. Villanueva ha construido una maquinaria tan bien aceitada y eficaz, que mañana mismo podrían guardarlo en la cárcel sin que semejante escándalo afecte la tendencia que, se sabe de antemano, recogerán las urnas.
Por lo pronto, según se ve, el ``gobierno'' federal toma sus providencias. A raíz de un deslumbrante hallazgo más del ``procurador'' Jorge Madrazo Cuéllar, el país descubrió que el aeropuerto de Cancún está ``completamente en poder del narcotráfico''. Por ese motivo, desde diciembre pasado la terminal aérea, conectada internacionalmente con vuelos directos a Estados Unidos, Cuba, Europa, Argentina y Perú, ha sido puesta bajo la vigilancia estrecha de los agentes de la PGR, mientras el Ejército patrulla carreteras, playas y los cielos de la costa, desplazando de esa función a la Marina.
Con el peso de las fuerzas armadas en torno del gobernador que -se dice en Chetumal- no planea escapar porque ``no tendría caso'', la administración de Zedillo prepara su segundo asalto contra un miembro del narcosindicato de gobernadores del sureste. El primero quedó registrado el 18 de enero de 1995, cuando el joven Esteban Moctezuma, jugando al aprendiz de brujo en Gobernación, trató de conseguir la renuncia de Roberto Madrazo al ``gobierno'' de Tabasco.
Madrazo, quién lo ha olvidado, estuvo de acuerdo en dimitir, mientras charlaba con Moctezuma en Bucareli, pero una vez que hubo llegado a Villahermosa auspició una asonada ``popular'' con 2 mil pandilleros a sueldo, y se rebeló contra el hombre de Los Pinos, amenazando por las interpósitas personas de sus cómplices con decretar la autonomía de Tabasco y separarlo de la Federación. De inmediato, el Congreso de Puebla, bajo la batuta de Manuel Bartlett, emitió una declaración de apoyo a Madrazo, al mismo tiempo que Rubén Figueroa se manifestaba en Chilpancingo en igual sentido.
La primera consecuencia terrible de aquella derrota presidencial no fue el desplazamiento de Moctezuma del puesto de mando (si bien caería en junio, después de la matanza de Aguas Blancas, ordenada por Figueroa), sino la decisión impuesta al ``gobierno'' federal de lanzar al Ejército contra los zapatistas. Ahora, con Figueroa fuera de combate aparente y con Bartlett a punto de abandonar el poder, el doctor Zedillo se dispone a volver a la carga rumbo al sureste, incursionando esta vez por Quintana Roo y teniendo como jefe de operaciones a Francisco Labastida, que así arrecia, dentro del PRI, su lucha prelectoral contra Bartlett.
La huella del narcotráfico se aprecia a lo largo del corredor turístico Cancún-Tulum. Sobre la esplendorosa franja de la costa, cada tantos kilómetros brotan los nuevos centros vacacionales de lujo. Playas como Xcacel o Chemuyil, que hasta donde sabíamos pertenecen a la nación, bajo la administración de Villanueva se han convertido en cotos privados de consorcios hoteleros como Meliá que, fama es, guardan inquietantes relaciones con el mundo de las sustancias ilícitas.
Pero el caudaloso dinero del narco no se lava sólo en esas obras, sino que adopta sistemas más discretos como las tiendas especializadas en vender diamantes y relojes de oro que hay en Cancún, Cozumel e Isla Mujeres, e incluso en el modesto centro comercial de Playa del Carmen.
Pensada como una zona de descanso para el culto y rico turismo europeo, que en esas playas de talco y en esas aguas de esmeralda finaliza su periplo por Palenque, Chichén Itzá y Tulum, la franja costera de Quintana Roo poco a poco se transforma en una prolongación de la península de Florida, con parques de atracciones donde los niños pueden nadar con delfines y los adultos refocilarse con la Polaroid o la camarita de video delante de los asombrosos e inexplicables voladores de Papantla, que la inefable directora del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Teresa del Conde, ha tenido a bien instalar en Tulum, como un gancho visual para las columnas de apabullados y acalorados turistas, que pagan un dólar y medio por estacionar su vehículo, un dólar por viajar en trenecito del estacionamiento al sitio arqueológico y dos más por penetrar en el espacio amurallado de las ruinas.
Y uno, que recorre el mall contiguo, echando de menos los MacDonalds y los TacoBell que llegarán de un momento a otro, no tiene otro remedio que ponerse a pensar en que nuestros funcionarios culturales se han salido con la suya desde que en 1996 mandaron a imprimir folletos de circulación restringida, promoviendo la ocupación de las zonas arqueológicas más importantes del país para que la sagrada voluntad del dinero hiciera de ellas ``nichos de venta'', que a todo hay que sacarle jugo y mientras más pronto mejor porque el día de mañana quién sabe, y entonces hay que apurarse.
La noche del 31 de diciembre, el dueño del hotel de Boca Paila dijo: ``Guillermo Ortiz está celebrando con el Presidente en Cozumel, 90 kilómetros al norte de aquí, y Roberto Hernández, el dueño de Banamex, está en su finca residencial de Chalchumuc, 40 kilómetros al sur de aquí. No cabe duda, estamos como Cristo: en medio de dos ladrones''.
El refugio de Roberto Hernández en Chalchumuc, no lejos del búnker de Pablo Escobar Gaviria, que se quedó en obra negra cuando mataron al célebre capo colombiano, es un asunto digno de escándalo. El banquero, según denuncias de la prensa local, está edificando su palacio -todo parecido con la casa del Negro Durazo es mera coincidencia, quizá- dentro de la reserva de la biosfera, y para asentar el muelle que conecta la mansión con la playa ha debido arrasar, vaya paradoja, con un banco de mangle protegido por todas las leyes estatales, federales y mundiales en materia de conservación del ambiente.
A pesar de ello, siempre enérgica, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente declara a los periodistas que ``multará a los infractores de Chalchumuc si en un plazo razonable no presentan los permisos de construcción correspondientes''. Y con eso, es de suponerse, el magnate de Banamex tiembla.