No ha estado mal la elección de Genaro David Góngora Pimentel como nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Es hombre de enorme experiencia judicial, académico muy distinguido, autor de obras importantes de amparo y derecho constitucional y, por si fuera poco, un excelente orador.
El problema es que en este momento la Corte carga con una solución muy discutida y discutible sobre anatocismo, que ha disminuido el prestigio que, con su nuevo diseño, alcanzó al resolver, con fundamentos de sobra, problemas ancestrales del derecho, como era, sin duda, confundir a los trabajadores al servicio de empresas paraestatales con servidores públicos, como lo hace el artículo primero de la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado, que ya ha sido declarado inconstitucional. Y por los mismos rumbos, también dejó sin efecto lo establecido en el artículo 68 de la misma ley, que impide que en un organismo estatal haya más de un sindicato. La Corte reconoció la pluralidad sindical en el Estado.
Desde mi punto de vista, quizá egoísta, de laboralista escamado, me parece sin embargo que el nuevo presidente tendrá que resolver un problema evidente que deriva de la falta de experiencia laboral de que adolecen muchos de los miembros del Poder Judicial Federal.
Alguna vez, charlando con un ministro de la Corte, le daba a conocer mis puntos de vista sobre ese problema que deriva, simple y sencillamente, de que quienes ingresan al Poder Judicial Federal, lo hacen como secretarios de estudio y cuenta, generalmente de jueces de distrito y éstos, por distribución de funciones, no conocen prácticamente de asuntos laborales, salvo cuestiones mínimas de competencia o de personalidad, o temas de huelga que nada tienen que ver con los problemas cotidianos del derecho del trabajo. El siguiente escalón es ser secretario de algún magistrado de un tribunal colegiado de circuito quienes, a su vez, son antiguos jueces ascendidos y que, por lo mismo, carecen, por lo general, de experiencia laboral. En realidad los temas que tratan fundamentalmente los jueces de distrito son administrativos, civiles y penales, ya que de asuntos de trabajo no tienen, por lógica, mayores conocimientos.
Me decía mi interlocutor que existe una especie de academia de formación del Poder Judicial Federal y que los candidatos son sometidos a exámenes minuciosos. Algo dijo precisamente el presidente Góngora Pimental sobre esa preparación, en su toma de posesión.
La verdad es que aprender a ser juez en las aulas es lo mismo que creer que se es abogado porque se tiene el título. A mis alumnos en la facultad les digo que al terminar la carrera habrán aprendido dos cosas: un nuevo lenguaje, bastante pedantón, y un catálogo de libros que pueden consultar. Pero saber derecho, ¡ni hablar!
Cuando en el remoto año de 1954 entré a trabajar de secretario de acuerdo de la Junta Central de Conciliación y Arbitraje, con una carrera razonable y ya experiencia docente como profesor de derecho civil y concluidos los estudios del doctorado, de derecho laboral no tenía ni idea y quien me enseñó las primeras cuestiones procesales de trámite fue mi secretaria, Sarita Murillo. Y tardé muchos años, ya con experiencia inclusive de dictaminador y después de litigante, y algunas conferencias por donde se ofrecía, para empezar a sentirme si no especialista, al menos aficionado al derecho laboral.
Me parece que el Poder Judicial Federal, en nuestra materia, debe alimentarse con funcionarios de las juntas de conciliación y arbitraje (mientras subsistan, que ojalá duren poco) que tengan méritos suficientes y, entre ellos, un expediente limpio de presunciones negativas. El ascenso de un presidente de junta especial a juez de distrito puede ser un paso lógico. Y, además, indispensable.
Le deseo a Genaro David Góngora Pimentel la mejor de las suertes. Aunque, ciertamente, su tarea no puede depender de la suerte. Pero méritos le sobran.