La Jornada 10 de enero de 1999

Dos veces

MAR DE HISTORIASŤ Cristina Pacheco

Dos veces

EL: Insististe en que nos quedáramos aquí para hablar y ahora resulta que no dices nada.

ELLA: Comprende: no es fácil para mí hablar de estas cosas.

EL: ¿Y crees que sea fácil oírlas? Por si se te olvidó: soy tu marido... Todo esto es absurdo, no tiene caso.

ELLA: Te equivocas: creo que es importante para cada uno de nosotros y para nuestra relación. ¿Te das cuenta de lo que acabo de decir? Nuestra relación. Llevaba años sin mencionarla. Era algo que estaba allí, envejeciendo, como nosotros o nuestros muebles.

EL: En los años que llevamos de vivir juntos nunca mencionaste el tema.

ELLA: Porque no me daba cuenta. Si lo hice fue gracias a tu hermana Lucila.

EL: ¿Quieres decirme qué tiene que ver en esto?

ELLA: Indirectamente, mucho. Verla de pronto tan animada, tan vital, me hizo reaccionar y sentí ganas de salirme por un momento de mi vida.

EL: Estás diciendo estupideces.

ELLA: Y tú estás empleando la misma frase que pronuncias cuando no quieres tomar partido o responsabilizarte de tus actos.

EL: No te entiendo.

ELLA: Porque no quieres.

EL: Es que ya no sé de qué diablos estamos hablando.

ELLA: De nosotros, de las cosas que nos han sucedido.

EL: Por ejemplo...

ELLA: Cuando te adivinaba interesado en otra mujer y me atrevía a decírtelo, tu respuesta era contundente: ``Estás diciendo estupideces. Son cosas que te imaginas''. Tanto lo repetiste que acabé por creerlo. Ahora comprendo por qué: era más fácil y menos doloroso que ver lo que nos estaba sucediendo.

EL: Momentito, no quieras confundirme. Vamos por partes: ¿te fuiste con Damián para vengarte por aventuras que me atribuiste? Por mi madre que jamás hubo...

ELLA: Por favor: en este momento lo de menos es si tus aventuras ocurrieron o no. Lo que digo es que ahora entiendo por qué lo hacías y que me duele no haberlo comprendido antes.

EL: Y qué dijiste: ``A este imbécil lo convenzo de que me confiese sus aventuras y así tendrá una buena justificación para mis cosas''.

ELLA: Lamento que pienses tan mal de mí cuando lo que quiero es explicarte que no actué movida por el deseo de venganza ni mucho menos, sino para sentirme viva otra vez.

EL: ¿Y no encontraste mejor manera de lograrlo que portándote como si fueras una puta?

ELLA: No tienes derecho a insultarme.

EL: Mira quién lo dice.

ELLA: Nunca te he insultado.

EL: Y el cuento de lo que hubo entre Damián y tú, ¿no crees que sea una ofensa?

ELLA: Por favor, date cuenta de que pude haberte ocultado las cosas y sin embargo no lo hice. Deberías...

EL: ¿Agradecértelo?

ELLA: Sé que eso es imposible, pero al menos trata de valorarlo como un acto de lealtad.

EL: Qué bueno que siempre tengo a la mano el diccionario. Leal, lealtad: ``Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad...'' Estarás de acuerdo en que tú hiciste precisamente lo contrario: te largaste con un tipo.

ELLA: Las cosas no son así.

EL: Entonces ¿cómo? A ver, explícamelo, pero bien, porque hasta ahorita tengo la impresión de que hemos estado dándole vueltas a las mismas estupideces. Es más: te propongo que dejemos el asunto para después.

ELLA: ¿Después? ¿Cuándo?

EL: No sé, otro día.

ELLA: Y mientras, ¿qué hago con todo lo que siento y lo que pienso? No se trata de un recibo o una foto que pueda meter en el cajón de un mueble.

EL: Y dale con los muebles. ¿Qué tienen que ver con que te hayas ido con Damián? Ah, sí, ya me acordé; que de pronto los viste viejos y te entraron ganas de renovarlo todo. ¿Sabes cómo se llama eso en buen castellano?

ELLA: Ya me imagino lo que estarás pensando, pero por favor trata de ver lo que hubo antes: soledad, frustración, angustia, miedo de que pasaran los años.

EL: Miles de mujeres experimentan ese tipo de sentimientos y no por eso actúan como putas.

ELLA: No grites, te van a oír.

EL: Mírala, qué cuidadosa: tienes miedo de que nos oigan pero no lo tuviste de que te vieran con Damián.

ELLA: Aunque no hubiera sido así pensaba decírtelo. Es lo que estoy haciendo.

EL: Si hay algo que no soporto es el cinismo. Mejor me voy.

ELLA: No, esta vez no permitiré que te vayas y que me dejes cuando más te necesito.

EL: ¿Se puede saber para qué?

ELLA: Para que me ayudes a entender lo que sucedió y a salvar nuestra relación. Es lo que más me interesa en la vida.

EL: Por lo que hiciste uno podría imaginar lo contrario.

ELLA: Me explico que pienses de este modo pero al menos trata de comprender por qué lo hice. Llegó el momento en que necesité gritar desde el fondo de mi vida.

EL: No tienes que ser tan cursi para justificarte. Además, tú misma dijiste que ya no tenemos derecho a seguir actuando como adolescentes. Dí las cosas como fueron: conociste a un tipo y te gustó, tanto como para olvidarte de que eres casada.

ELLA: ¿No fuiste tú quien primero se olvidó...?

EL: ¿De qué hablas?

ELLA: ¿...de que tu esposa es antes que nada una mujer?

EL: No sé por qué lo dices, pero tengo la conciencia tranquila. Digo, si no te hubiera querido, ¿crees que me habría preocupado por dártelo todo?

ELLA: Cosas...

EL: ¿Qué dijiste?

ELLA: Estás hablando de cosas. No me falta ninguna: refrigerador, lavadora, estufa, horno de microondas, equipo de sonido, el coche. Sumando lo que nos costaron y lo que hemos invertido en reparar todos esos aparatos acepto que me quieres muchísimo.

EL: No te burles.

ELLA: No lo hago, sólo te doy la razón.

EL: Entonces, ¿de qué te quejas?

ELLA: No me quejo, sólo quiero hacerte una pregunta: ¿recuerdas cuándo fue la última vez que me besaste en la boca?

EL: ¿Te soy sincero? No. ¿Y tú?

ELLA: Años. Me di cuenta el día que tu hermana Lucila regresó de Mazatlán. Se pasó la tarde diciéndome que estaba enloquecida por la manera en que Esteban la besaba.

EL: Pues me parece muy mal que lo haya hecho. Esas cosas son íntimas. Además, juro que en estos momentos lo que menos quiero es hablar de Esteban.

ELLA: No estoy hablando de él sino de cómo cambió a tu hermana, y sin imaginarlo también nuestra relación. Lucía me despertó, me hizo darme cuenta de que los años pasaban junto a nosotros sin que la vida se detuviera y nos arrastrara. ¿Nunca has tenido esos pensamientos?

EL: No más preguntas, por favor.

ELLA: Yo sí, a partir de que Lucila se puso a contarme sus locuras con Esteban. Te confieso que al principio me resultaba un poco aburrido, repetitivo; pero después, no sé cómo, fui yo quien empezó a hacer preguntas acerca de lo que habían hecho, a dónde habían ido. Vas a odiarme, pero llegué a sentir los besos... Durante algún tiempo el mecanismo dio resultado, pero luego ya no fue suficiente y...

EL: Por favor, no sigas contándome esas cosas. ¿No te das cuenta de que me hacen sufrir?

ELLA: ¿Lo dices para que me siente culpable?

EL: No, quizá sólo para manifestarte que te amo y no sé otra manera de decírtelo.

ELLA: A los dos se nos habían olvidado las palabras.

EL: Podemos aprenderlas otra vez y repetirlas juntos.