La Jornada 11 de enero de 1999

La transición a la democracia, frenada por intereses particulares: Luis Villoro

Luis Villoro es categórico: ``Los personajes definitivos en la historia mexicana del siglo XX no tienen nombre: son los mexicanos que pretendieron primero un país con mayor justicia. Para ello hicieron una revolución, y todavía hoy pretenden un país con mayor dignidad. Son los que resisten contra quienes traicionaron la revolución que ellos mismos hicieron''.

Ahora, si bien esos ``personajes definitivos'' no tienen nombre, Villoro sí reconoce hombres, con nombre y apellido, que lograron ``expresar mejor los anhelos más profundos'' de esos mexicanos anónimos. ``Diría que en el campo de la política podemos mencionar a Emiliano Zapata y a Lázaro Cárdenas. En el campo de la cultura, a José Clemente Orozco, Silvestre Revueltas y Juan Rulfo. En su obra, ellos lograron plasmar y expresar los anhelos más profundos de aquellos mexicano anónimos. Sabemos que el arte depende mucho de los conocimientos personales y de un punto de vista particular, no hay un saber objetivo. Con ese criterio, Orozco, Revueltas y Rulfo son tres grandes artistas que expresaron, quizás mejor que muchos otros, anhelos, deseos y dolores muy profundos del mexicano y de su tragedia interior''.

Con Emiliano Zapata ``se da la primera gran manifestación en el siglo XX de toda una corriente que quiso fundar en el país la independencia, basado no en las ideas importadas del liberalismo que tenían las revoluciones democráticas europeas y estadunidense, sino que quiso expresar un país más real, el que se basa en la vida auténtica de las comunidades, de los municipios; la vida de la gente de abajo, que trabaja y labora en sus localidades, y esa visión del México local, del México real, la tiene mejor que ninguno el movimiento encabezado por Zapata''.

En cuanto a Lázaro Cárdenas, sostiene Villoro: ``Es obvio que hay en el cardenismo un intento de expresar justamente ese anhelo de justicia que no se había logrado manifestar cabalmente en la revolución carrancista. Y se da esa vuelta al anhelo eterno de justicia y de independencia del pueblo mexicano''.

Por lo que toca a la cultura, el autor de En México, entre libros. Pensadores del siglo XX (FCE, Colegio Nacional) considera que en Orozco ``hay sin duda una visión de la Revolución mexicana y de la historia de México que no se queda en la superficie, que no es puramente ideológica, como pueden serlo muchos cuadros de Diego Rivera. En Silvestre Revueltas, aunque se trate de una obra muy pequeña, parca cuantitativamente, hay también por medio del lenguaje musical ese descenso en las expresiones más puras de nuestro pueblo. Y lo mismo podría decir de Rulfo. Por eso me fijo en ellos''.

-En cada uno de esos ámbitos, ¿quiénes retoman aquellas banderas?

-Una vez más, diría que el personaje que retoma esas banderas no tiene nombre. Son los pueblos indígenas, particularmente los que se rebelaron en el sudeste de México, en Chiapas, los que retoman esas banderas y vuelven a expresar su repudio a quienes han olvidado ese anhelo de justicia y de dignidad que se había manifestado desde comienzos del siglo XX.

-En el terreno específico de la filosofía y de la historia de las ideas, ¿podemos hablar del desarrollo de una corriente de pensamiento propiamente mexicana?

-Efectivamente. Sobre todo en la segunda parte del siglo XX ha habido los inicios de la creación de una comunidad filosófica mexicana, pero también de lengua española. Pero esos inicios de una comunidad filosófica son apenas eso, inicios, porque la reflexión filosófica no puede nacer más que en el seno de una comunidad de interlocución, de crítica. Por eso, hablar de una corriente filosófica mexicana sería muy dudoso. De lo que podemos hablar es de una posibilidad de despertar la filosofía a una comunidad creativa nueva. Ya hay indicios. Y mencionaría corrientes, más que nombres.

``Me parece que por primera vez, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo, se han puesto como tarea hacer una filosofía rigurosa, crítica y profesional, cosa que no existía antes. Esa filosofía más rigurosa, crítica y profesional se dio tanto dentro de la corriente marxista como dentro de las corrientes que primero fueron fenomenología y existencialismo y después pueden considerarse dentro de la denominación muy amplia de la filosofía analítica, que abarca muchas distintas subcorrientes.''

Otro aspecto que Luis Villoro considera decisivo en el México del siglo XX es la aparición y desarrollo de los medios electrónicos de comunicación: ``Han transformado terriblemente nuestra vida. El enorme desarrollo de las comunicaciones, desde la palabra escrita hasta los nuevos medios -Internet, los satélites-, está ligado a lo que se ha dado en llamar la globalización del mundo. Indudablemente, nuestro país ha recibido en las últimas décadas una sacudida muy grande por la apertura a esa globalización. El desarrollo de las comunicaciones permite una interrelación entre todos los países que rompe su aislamiento, que puede llegar a colaborar en la constitución de una cultura comunicativa viable, una cultura que sería múltiple en la base pero unificada en la cima. Pero también tiene su lado perverso y oscuro que es, de hecho, estar al servicio de una cultura comercializada y dominante que expresa intereses muy concretos de fuerzas económicas y políticas trasnacionales, que no son controladas por los países. Esa doble cara de la comunicación es la que trae consigo la globalización''.

-En el ámbito de la así llamada cultura popular, ¿qué personajes rescataría como significativos en este siglo?

-Bueno, cultura popular es la que está viva en las comunidades, en los pueblos. Creo que en pocos países se tiene y se muestra como aquí la creatividad y diversidad enorme del arte popular. Eso que con cierto desdén llamamos artesanía es manifestación de una cultura popular viva desde hace muchos siglos. Es una cultura viva, de una enorme creatividad y riqueza. Y los artífices de esa cultura son muchas veces anónimos.

``Cultura popular es también la cultura urbana, sin duda. Cultura popular es también la creación de miles y miles de personas que en las ciudades han podido expresar sus formas de vida. Esa cultura popular se expresó durante muchas décadas en México. Pienso en formas sumamente aceptadas en todo el país, que tuvieron muchísima difusión. Me refiero a la música vernácula, a todas las formas musicales, el danzón, la canción ranchera. Yo viví todo eso cuando era joven, cuando era niño. Esa expansión de la música popular se manifestó incluso en el cine, el que era visto aun en los pueblos más remotos del país, que tenían su pequeña sala donde la gente iba a ver a Jorge Negrete, a Pedro Infante. Y se ha manifestado en muchas formas también lingüísticas, modos de hablar, etcétera. Quien ha recogido y reflexionado con gran lucidez sobre esas formas es Carlos Monsiváis. Hay que ver la obra de Monsiváis, y puede recuperarse un poco de lo que fue esa enorme creatividad.''

-¿Con qué momentos o escenas históricas de este siglo se quedaría?

-Puedo hablar de lo que he vivido. Creo que el movimiento estudiantil de 1968 es uno de esos grandes momentos. Aunque era profesor y mayor que los estudiantes, fuimos muchos los que vivimos un momento de enorme esperanza, de gran impulso por crear un México democrático, por romper con muchas trabas. Desgraciadamente terminó en masacre por la ceguera y la estulticia de las estructuras gubernamentales.

``Otro momento que puedo mencionar, anterior al 68, fue el mitin en el Zócalo cuando triunfó la Revolución cubana, que todos esperamos que fuera el inicio de una nueva aventura socialista, pero con libertad, con democracia. Es lo que esperábamos. Desafortunadamente, hoy no podemos decir que así haya ocurrido. Pero en ese momento, con una gran alegría, todos conmemorábamos la caída de un dictador espantoso como Fulgencio Batista y la victoria del pueblo hermano de Cuba. Recuerdo a Lázaro Cárdenas subido al techo de un auto, dando la bienvenida a ese despertar del pueblo.''

-Sin pedir que profetice, ¿cuál es su expectativa razonada para el próximo siglo?

-Desgraciadamente no puedo ser muy optimista. La llamada transición a la democracia que muchos esperábamos ha sido frenada por los intereses particulares, y cada vez parece más difícil de lograr. Me temo que, por lo menos en los primeros años del siglo que viene, seguiremos en ese proceso de descomposición de la nación y del Estado. Sin embargo, simultáneamente me parece que hay las luces y los gérmenes de un nuevo proyecto de nación, de un nuevo Estado. En algún escrito he llamado a ese Estado plural. Un nuevo Estado cuyas fuerzas fundamentales van a crear ese nuevo proyecto nacional en el que participarían, por una parte, los pueblos indígenas que luchan por lograr, por fin, la dignidad que se les ha negado. Por otra, un sector importante de la sociedad civil que ya ha llegado al límite de la tolerancia hacia la corrupción y el desmoronamiento del Estado actual, y que se está reorganizando en su anhelo de un país más limpio, más justo.

``No creo que el siglo XXI pueda traernos algo deseable si no somos conscientes de la necesidad de una cambio radical en el proyecto de nación. Pero esa conciencia tarda mucho en madurar y en ser aceptada por la mayoría de los habitantes del país. Creo que es un proceso lento, pero puede ser un elemento de esperanza.''