Pedro Miguel
Los niños de Jordan

En recuerdo de Rodolfo Peña

Las drogas ilegales, como cualquier otro producto de este valle de gérmenes, están sujetas a las tendencias generales de los avances tecnológicos. Para mantenerse en el mercado, los fabricantes y los mayoristas deben producir y comercializar cosas cada vez más pequeñas, cada vez más baratas y cada vez más eficientes: miniaturización, competitividad y calidad son, a fin de cuentas, los retos de la industria en el fin del milenio. En Estados Unidos, en materia de drogadicción y narcotráfico, tales tendencias han producido un auge de las metanfetaminas y han vuelto a poner de moda la heroína, en detrimento de la cocaína y la mariguana.

Este fenómeno ha sido puesto en el debate público por el propio vicepresidente Al Gore, cuya apacible expresión corporal lo mantiene a salvo de toda sospecha en cuestión de consumos ilícitos. El viernes pasado, en Des Moines, Iowa, que solía ser una sociedad tan ajena a los sobresaltos como el propio Gore, éste acusó a las metanfetaminas de amenazar nada menos que ``el tejido social'' de la región. Funcionarios de la DEA, citados por Reuters, coinciden: tanto las sustancias mencionadas por el segundo de Clinton como la heroína se han convertido en drogas recurridas por gente de todas las clases sociales, y su uso tiende a expandirse en todos los sectores de la población, y con particular rapidez, en los entornos rurales.

Los precios de estos fármacos prohibidos han experimentado una perceptible caída en el curso del último cuatrienio: una onza de heroína costaba, hacia 1995, entre 3 mil y 7 mil dólares, mientras que hoy en día su cotización oscila entre mil y 3 mil dólares. En cuanto a las metanfetaminas, su costo por libra ha pasado de un rango mínimo de 10 mil a 5 mil dólares en las bolsas de valores de la cuadra.

Sobre la calidad del producto, el grado de pureza de la heroína corriente que se consigue en los mercados de Estados Unidos se ha incrementado de 25 a 50 por ciento, hace cuatro años, a 99 por ciento en el presente, de acuerdo con reportes de la DEA que atribuyen a este hecho el aumento de muertes por sobredosis: 4 mil anuales, en promedio, en los últimos tres años, comparadas con las 2 mil anuales que se registraban a mediados de los setenta, en la oleada anterior de entusiasmo heroinómano.

Y qué decir de la miniaturización: un portafolio lleno de heroína tiene más poder de sugestión --por así llamarlo-- que un camión entero de mariguana, aunque los conocedores afirman que los efectos de ambas sustancias son claramente diferentes.

El hecho es que, en Estados Unidos, por diez o 15 dólares, cualquier granjero, estudiante, corredora de bolsa o estrella de cine, puede pasar una noche de fábula: según puede inferirse del comportamiento del mercado, las estrellas se ven mejor con una dosis de metanfetaminas (meth, como se les conoce popularmente), o con un piquetito de heroína, que con un telescopio ecuatorial.

Por lo que respecta a los turistas químicos, ojalá que gocen de sueños felices, si ése es su gusto, y que tengan el sentido común para no atascarse hasta quedar tiesos y fríos e ingresar en la estadística. Pero hay un problema adicional: sus manías se están volviendo un argumento para acusar a México, una vez más, de ser el principal proveedor de viajes prohibidos.

Phil Jordan, ex funcionario de la DEA, lo expresó a Reuters, con ese tono melodramático, patriotero e insoportable que precede al chantaje y a la presión política: ``Los precios bajan, la pureza aumenta y eso está matando a nuestros niños''. Tanto Jordan como Robert Castillo, agente especial a cargo de la oficina de la DEA en El Paso, afirman que se incrementó el volumen de la heroína y las metanfetaminas que llegan de México. Lo atribuyen a que los cárteles de nuestro país están dejando de lado el negocio de la cocaína y volcándose al mercado de heroína y meth porque es más lucrativo y de ese modo no tienen que compartir sus utilidades con los colombianos.

A ver qué día la sociedad estadunidense deja de atribuir los resultados de su propio tedio y su desesperanza a peligros y conjuras del exterior. Por una razón que no alcanzamos a entender, y que escapa a los radares y los sistemas de inteligencia de la DEA, la CIA y el Pentágono, ``los niños'' mencionados por Jordan han decidido matarse solos.

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