Deseo ser la voz de mis ancestros, un chamán, dice Guayasamín
Pl, La Habana, 12 de enero Ť Oswaldo Guayasamín inaugurará los 2 mil 500 metros cuadrados de murales de la Capilla del Hombre el 24 de junio del 2001, cuando el sol caiga verticalmente sobre la ciudad de Quito, en un día sin sombras.
Al borde de los 80 años, el artista trabaja incansablemente. Para la terminación de los frescos del templo -que él considera una especie de Capilla Sixtina de América- faltan cuatro o cinco meses de ardua labor. Pinta conmocionado por las matanzas de la conquista, la esclavitud y la colonización en América.
De andar lento, pero vivaz en la conversación, el más célebre pintor ecuatoriano afirmó -en entrevista con Prensa Latina, durante su reciente estancia en La Habana- que ya está terminado 30 por ciento de los murales, sueño que al fin pudo concretar después de 40 años de acariciarlo.
A pesar de los más de siete mil cuadros, concebidos desde la adolescencia y dispersos en colecciones de todo el mundo, Guayasamín afirma que hace apenas dos décadas siente que puede pintar con su voz interior, al margen ya de toda influencia de sus admirados maestros de siempre, Goya, El Greco, Velázquez y Rembrant.
Si bien su pintura es de una línea agresiva y fuerte, en la que muchas veces predominan los colores gris, azul, negro y otros que contribuyen a dar la sensación de angustia y opresión, el artista asegura preferir todos los matices de la paleta, aunque sus temas lo lleven a elegir en muchas ocasiones las tonalidades sombrías.
Guayasamín asegura que no es exactamente en el corazón donde el hombre siente los mayores estremecimientos espirituales, sino en el arco epigástrico, a mitad de las costillas, al final del esternón. ``Ahí están las emociones más graves, duras, ese es el sitio emocional por excelencia del cuerpo humano''.
Identificado con la pintura de la angustia, la explotación y la miseria, tiene zonas poco conocidas en su obra, por ejemplo el erotismo, colección que conserva para su propio disfrute y el de sus allegados. En esos cuadros está la belleza de las mujeres que ha amado en su peregrinar.
``He pintado una cantidad de erotismo muy grande, erotismo duro y puro. Son pinturas de piel adentro, pero si alguien quiere verlas ahí están. Si me piden una exposición, pongo unos 200 cuadros eróticos para reventar.
``Para retratar a una mujer hay que acostarse primero con ella, saber cómo es por dentro, conocer su sensualidad, estar muy cerca de ella para entender ese ser tan distinto, cerrado, misterioso. Sólo en la cama se destapan un poco.''
Heredero de la tristeza
A su amigo, el presidente cubano Fidel Castro, suele retratarlo con música de Schumann, al tiempo que hablan de lo humano y lo divino. El primer cuadro que hicieron juntos fue en 1959, durante un cuarto de hora, en medio del ajetreo del flamante gobierno.
Guayasamín confiesa ser un hombre triste, fácilmente conmovible hasta las lágrimas. Asegura que su tristeza es una herencia de la miseria tan grande en que nació, de la discriminación en su infancia por su origen indio.
El pintor gusta de leer a Pablo Neruda y Julio Cortázar, sin embargo prefiere al peruano César Vallejo, ``un hombre ligado a mi visión del mundo; con dos o tres palabras describe una tragedia humana''.
A Neruda lo visitaba con frecuencia en Isla Negra. Bebían juntos, pero nunca hablaban de la obra personal. Neruda escribía Canto General y Guayasamín pintaba una de sus series inspiradas en América.
Otro de sus amigos fue el muralista mexicano José Clemente Orozco, quien lo adiestró en la técnica del mural.
Guayasamín se ve aún como un indio, como milenario hombre que mira al mundo moderno con la visión de sus ancestros. ``Quiero ser la voz de ellos'', asegura.
``Para estructurar un cuadro hago muchos bocetos, pero a la hora de pintar sale algo completamente nuevo, mágico, inesperado. Soy ejecutor del pensamiento de mis antepasados. Siento que soy un chamán''.