Novo contribuyó a la leyenda que asumiría como viacrucis y gloria
César Güemes Ť Hace 25 años que Salvador Novo no hace más su soneto usual para diciembre. El, que buscó la forma hasta encontrarla, la del verso medido estrictamente, la del teatro en clave de sátira o de certero apunte, la de la prosa prolija, murió el 13 de enero de 1974. No parece que fue ayer. Aunque su obra, realizada con un secreto de ímpetu vital que se llevó adonde esté, permanece tan fresca como al momento de cocinarse.
Es cierto que no suenan por ahí las trompetas de los homenajes. Es verdad que su obra, dispersa en decenas de títulos, circula y recircula en librerías de viejo. No se levantará hoy en su honor ninguna estatua. La palabra, nada menos pero nada más, es la que lo mantiene. Seguramente no fue otra su apuesta. A nada se dedicó que no tuviera que ver con la lengua. Testigo de ello es el volumen La estatua de sal (CNCA), con prólogo de Carlos Monsiváis, acaso única manera concreta, válida y plausible de recuperarlo.
El Novo memorioso, directo, inusitado pero innegable novelista, está ahí, en esa autobiografía que por fin puede ver la luz pública.
Vivir entre restricciones morales
Salvador Novo vino al mundo en 1904, cuando era imposible pensar que en la ciudad de México, su patria chica, cabrían tantas almas y tantos autos dejarían de circular varias veces a la semana. Fue otro país el suyo, más habitable por lo que a espacio físico toca, pero complicado por sus restricciones morales. De la primera parte de su existencia, sabemos que hizo estudios de derecho, que fue profesor de la Escuela Nacional Preparatoria, del Conservatorio Nacional y de la Escuela de Arte Dramático del INBA. Para 1920 había publicado ya en México Moderno y enseguida en Prisma. Más tarde sería coeditor de las revistas Ulises (1927) y Contemporáneos (1928).
Con Xavier Villaurrutia fundó después el Teatro Ulises, a fin de dar a conocer en el país la obra de autores extranjeros o de nacionales poco difundidos. Maduro ya, entre 1946 y 1952 fue responsable de la Dirección de Teatro del INBA y en 1947 contribuyó a la fundación del Partido Popular. En el 53 creó el Teatro de la Capilla y tuvo participación después en el departamento de publicidad de la Secretaría de Relaciones Exteriores y en el departamento editorial de la SEP. El resto fue escribir y, en su caso, defender la postura propia en cuanto a la vida personal se trataba.
Estratega del deseo
En el prólogo a La estatua de sal, dice Carlos Monsiváis: ``De entre los `heréticos', ninguno es tan cabalmente escandaloso como Salvador Novo, a cuyo personaje edifican o instrumentan por partes iguales sus poderes de provocación, y el cerco heterosexista, esa operación que elige disidentes notorios para apuntalar el paradigma de la Virilidad Patria. Pero si el acoso y la satanización son inclementes, es notable la contribución de Novo a la leyenda que será su vía crucis y su gloria. En él la provocación se vuelve el instrumento de la salud mental. Todo lo ostenta, su relación con los choferes, con los luchadores, con los soldados, y ese no dejar dudas equilibra la obviedad con la valentía''.
Y es que nadie, con palabras, pudo demostrarle al escritor lo indemostrable. Prosigue Monsiváis líneas adelante:
``Novo es ejemplar en diversos sentidos: es un escritor a quien siempre se asocia con la provocación y es un provocador que triunfa postmortem al emparejarse los tiempos con su obra y su actitud; es un gay que le concede un rostro talentosísimo a su predilección, y es, sin la búsqueda de martirio, un admirador puntual de Oscar Wilde, sin duda su modelo de poses radicales; es un practicante del `afeminamiento' que al subrayarlo satisface las expectativas del voyeurismo moral; es un estratega del deseo que, transcurrida su juventud, ensalza el poder de la compra, así eso se traduzca en la frustración amorosa: La ley de de la demanda y de la oferta/ que me ha enseñado su sabiduría/ lleva el fácil amor hasta mi puerta./ Y sin embargo, a veces, todavía/ sobre el crespón de mi esperanza muerta/ vierte su llanto la melancolía.''
Dentro de su obra poética pueden contarse: Poemas de infancia (1915 a 1916), Poemas de adolescencia (1918 a 1923), XX Poemas (1925), Tres poemas (1927), Epigramas (1930), Espejo (1933), Nuevo amor (1933 a 1948), Seamen rhymes (1933 a 1934), Romance de Angelillo y Adela (1934), Décimas en el mar (1934), Poemas proletarios (1934), Frida Kahlo (1934), Never ever (1934 a 1935), Un poema (1937), Dueño mío, cuatro sonetos inéditos (1944), Florido laude (1945), Decimos: ``Nuestra tierra'' (1949), Sonetos (1954 a 1974), Dieciocho sonetos (1955), Sátira (1955) y Poemas (1961 a 1969).
Su teatro comienza en 1924 con La señorita Remington y no se detiene: Divorcio, del mismo año; El tercer Fausto (1934), Don Quijote (1947), El coronel Astucia (1948), La culta dama (1951), El joven II (1951), Diálogos (1956), A ocho columnas (1966), Yo-casta o casi (1961), Ha vuelto Ulises (1962), Cuauhtémoc (1962), La guerra de las gordas (1963), El sofá (1963) e In ticítézcatl (1965).
Por cierto, dos años después de escrita esta obra, obtiene el Premio Nacional de Literatura.
Enfrentar la desnudez anímica
Su prosa, que le valió ser cronista de la ciudad, puede encontrarse en La vida en México (durante los periodos presidenciales de dos generales, Lázaro Cárdenas y Manuel Avila Camacho; y de Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortines), así como en Return ticket, La educación literaria de los adolescentes, Canto a Teresa, Contienente vacío, En defensa de lo usado y otros ensayos, Nueva grandeza mexicana, Este y otros viajes, El teatro inglés, Breve historia de Coyoacán, Letras vencidas y en la recopilación Toda la prosa.
Al entrar en la disección de La estatua de sal, dice el autor del prólogo:
``En 1945, escribir (con la intención evidente de su publicación algún día) la memoria de la lujuria diferente, es un acto de valentía. Novo se sabe, y con detalle, todavía objeto de burlas y denigraciones, y por eso creo que le ve sentido a su versión más bien triunfalista de la movilidad y la fijeza homosexuales, de las recompensas y el castigo que le sobrevienen a quienes interrumpen su ascenso y se dan vuelta para contemplar, altaneros, el castigo a las ciudades de la llanura.
``Por razones muy atendibles (atizar el desprestigio es incurrir en riesgos múltiples), queda claro que confesarse en público, ante un vasto horizonte de lectores conocidos y desconocidos, es asumir entre otros el riesgo de la absoluta desnudez anímica. El proyecto del libro se abandona, y al hacerlo, Novo muy posiblemente renuncia a su prosa más viva y personal.''
Las peripecias que cuenta el autobiografiado devienen, ciertamente, radiografía personalísima e interior. Acudamos a la voz del propio Novo:
``Clarita regresó de Europa, su natural, arrebatadora alegría, se acentuaba ahora por el refinamiento que allí había contraído: la cocaína. Guardaba los polvos cristalinos en una cajita metálica revestida de piedras falsas, y me enseñó a sorber el deleite de aquel aguzamiento repentino, creciente, pervasivo y total de la inteligencia en acecho y en percepción de rasgos y detalles no advertidos en la torpeza del estado normal. Me apresuré a compartir con Xavier y Delfino mi descubrimiento de un nuevo goce. El recetario a mano de mi tío Manuel me hacía fácil hurtarle una hoja, escribir `Rpe. Clorhidrato de cocaína, 1 gmo.' y un garabato por firma. Cualquier botica surtía la receta: a 2.50 pesos el gramo de la más pura cocaína. Aunque empezábamos los toques en algún recinto cerrado, la hiperquinesia nos lanzaba a caminar sin tregua ni fatiga por las calles; a hablar, drenados de toda mezquina necesidad: hambre, sueño.
Un libro extra
``Los actos sexuales pasaban a segundo término. El goce estaba en aquella exaltada nerviosidad, en aquella cenestesia depurada, superior y magnífica que afinaba hasta el paroxismo todas las percepciones y disecaba las metáforas más inesperadas y lúcidas cuando elaboraba, bajo los efectos de la droga, poemas que el insomnio lleno de estruendosas palpitaciones cardiacas pulía en mi mente.''
Lo sexual, que pertenece a Novo y a los lectores del volumen, cunde. En la prosa aparecen nombres, tamaños, colores, aromas. Se acompaña el libro de la versión facsimilar del plan de la obra, de puño y letra de Novo, más 19 sonetos que comienzan con:
``Escribir porque sí, por ver si acaso/ se hace un soneto más que nada valga;/ para matar el tiempo, y porque salga/ una obligada consonante al paso...'', y concluyen con ese otro que inicia diciendo ``Dura visión aflige a los longevos/ -cáscara inútil en desierto nido-:/ ver que se apaga en ellos la libido/ -urgencia y potestad de los mancebos...''
Hace cinco lustros murió Salvador Novo, y si bien no parece que fue ayer, el viejo zorro publica un libro extra, así nada más, para que no digan. Pero sobre todo, para que digan.