Cultura propia y gobierno democrático, búsquedas del mexicano: Moreno Toscano
Arturo García Hernández Ť ¿Cómo pensar el siglo XX mexicano, pregunta la historiadora Alejandra Moreno Toscano, sin los ojos de Miguel Covarrubias? ¿Cómo, sin la palabra de Octavio Paz? ¿Cómo, sin la visión del astrónomo Guillermo Haro, sin el oído de Silvestre Revueltas y sin la sensibilidad de Frida Kahlo? Tampoco se puede imaginar el siglo que termina sin los desplantes y la terquedad de Diego Rivera, sin la capacidad de comunicación de Eulalio Ferrer en tiempos de Emillio Azcárraga (Milmo) o sin la capacidad de organización política de Alvaro Obregón.
Los anteriores son, para Moreno Toscano, algunos de los personajes que en los terrenos del arte, la ciencia, la cultura y la política definieron al México de esta centuria. En su relación, la historiadora también propone a mujeres como Lola Alvarez Bravo, Elena Garro, María Félix (``le dio un rostro al país, un rostro hermosísimo con el que el país se identificó. Eso tiene un valor cultural enorme'') y Dolores del Río, ``todas ellas rebeldes''; a José Vasconcelos y su proyecto educativo, así como ``la manera de leer al país'' ejercida por Carlos Monsiváis.
Radio, televisión y otros medios
Desde su perspectiva, asimismo fueron importantes y definitivos ``los ingenieros que hicieron todos los caminos, los que tendieron las redes ferroviarias y los médicos de los años veinte que definieron, con una visión, los sistemas de drenaje y la distribución de agua potable e imaginaron los servicios públicos de salud a cargo de los gobiernos. O también, ¿por qué no?, los que repartieron el pan hasta el último rincón de México, los que hicieron que la radio y la televisión se escucharan y vieran en el país, los investigadores que identificaron la flora y la fauna mexicanas. En fin, una enorme cantidad de especialistas que ha recuperado lo que es la riqueza del país''.
Si hablamos de radio y televisión tenemos que hablar del papel de los Azcárraga. ¿Cuál es su valoración del papel que jugaron? A fin de cuentas ¿fue positivo o negativo? -se le pregunta
-No me gusta plantearlo en términos de positivo o negativo, porque entonces no sería historiadora -responde-, sino cura. No. Me parece que es de un gran valor y tiene una influencia muy grande en la sociedad y su desarrollo, el reconocer nuevas formas de comunicarse y llevarlas hasta sus últimas consecuencias y explotar esos medios de tal forma que alcanzaran a todo el país.
``Ahora, el siglo XX fue de medios no interactivos -agrega-. Es la radio, la televisión, todos los medios tal como funcionaron en el siglo XX, son de una voz del amo que se multiplica. Pero el siglo XXI es de los medios de carácter interactivo. Entonces se dan otras posibilidades. Creo que en este momento el nuevo empresario de los medios o grupo de empresarios que sepan explotar esos medios (Internet, entre otros) hasta sus últimas consecuencias, deben tener 20 o 18 años''.
La autora del libro Turbulencia política. Causas y razones del 94 no tiene empacho en afirmar: ``El siglo XX mexicano ha sido riquísimo. Nos ha mostrado que al menos tenemos dos fuerzas. Una: a todo el siglo lo recorre la convicción de la necesidad de crear una personalidad y una cultura propias, independientemente de las crisis, de las buenas y malas épocas. Esta convicción se consolida alrededor de Vasconcelos para no perderse más que con la burocratización de los últimos años. A lo mejor se perdió algo de su materia, pero no de su aspiración. La otra fuerza es la ilusoria terquedad de quienes han pensado que el país se puede gobernar en forma democrática. Y a pesar de los fracasos y a pesar de la destrucción y a pesar de muertes, y a pesar de todos, siguen luchando por ella. Daría el ejemplo crucial de Francisco I. Madero, pero seguiría con los últimos ejemplos de las personalidades tercas que luchan por la democracia mexicana''.
Parte del saldo negativo que deja el siglo es la destrucción del medio ambiente natural, ``se acaban los bosques, los ríos están descuidados, nadie siembra, la historia del campo mexicano, de la hacienda, del ejido, del reparto del la tierra, del arrendamiento y la privatización ha sido, en pocas palabras, un verdadero desastre''.
Ante la observación de que figuran pocos políticos en su relación de personajes del siglo, argumenta: ``Mi personal punto de vista es que la política obedece y la sociedad es la que va indicando qué es lo que necesita, qué es lo que más le conviene. Pensar que los políticos hacen las políticas es una ilusión. Por mucho tiempo le hemos atribuido a la política la conducción general y olvidamos que el trabajo fundamental de la política es lograr que todos se pongan de acuerdo en lo que más nos conviene. No se puede olvidar lo que hicieron personajes como (Francisco) Villa o (Emiliano) Zapata, pero a fin de cuentas no eran políticos. Desde el punto de vista de organización, (Plutarco Elías) Calles, (Venustiano) Carranza y los constituyentes fueron importantes, pero yo creo que lo que define al siglo es realmente una sociedad que quiere cambiar sus instituciones y las resistencias que se derivan de las condiciones objetivas del mundo''.
De los momentos decisivos en el rumbo que tomó el país, Moreno Toscano distingue ``la reconstrucción revolucionaria: los años veinte fueron la mejor época de la inteligencia mexicana y son un momento interesante porque a su manera reconstruyeron todo, desde la moral hasta las calles''.
Otro momento fueron los años cincuenta: ``enmarcados en la Guerra Fría, reflejando la división del mundo entre los buenos y los malos, entre los comunistas y los no comunistas, entre los que tenían razón y los que estaban equivocados''. Fueron los años de mayor crecimiento, ``cuando hubo mayor disponibilidad de recursos, cuando México se industrializó, no porque las políticas económicas locales fueran inteligentes, sino porque tenían el mercado de los países que habían mandado a sus hombres a la guerra. Para Europa la guerra fue un desastre y para nosotros fue una época de enorme crecimiento. Por si fuera poco, recibimos a toda la inteligencia de Europa''.
Paradójicamente --y eso es lo preocupante para la historiadora--, ``en esos años se inhibió una de las características básicas del pensamiento humano, la capacidad de decidir por sí mismo, y se generó una cultura acomodaticia, de aguantar cualquier cosa, de dejar de pensar en lo que se cree para que no lo malinterpreten los otros, con una subordinación dramática que debe haber influido en nuestra propia incapacidad para aprovechar esos años de crecimiento (material) para un mayor desarrollo de la sociedad''.
Un tercer momento de alto significado histórico fue el 68: ``Es cuando la gente dice: `pensemos al país de otra manera'. El resultado (la matanza de Tlatelolco) golpeó mucho más por inesperado. Así no se esperaban las cosas. Hasta el final todo mundo apostó a que el gobierno dialogara. Y hasta el último momento todas las propuestas fueron de diálogo. Es más, iban a hacer una tregua para que pasaran las Olimpiadas. Es decir, el peso del 68 tiene más que ver con esta inmensa frustración: se esperaba que el país reaccionara más democráticamente''.
Los años de la ilusión del petróleo
Los tempranos setenta fueron ``la ilusión del petróleo'', que terminó derrumbándose: ``Parecía la lucecita al final del túnel. ¿Qué es lo que pasó? Pues que toda esa riqueza al final no se volvió riqueza social. Se volvió gasto gubernamental pero no riqueza social. Teníamos oficinas para todo, para resolvernos todos los problemas, pero eso también generó una cultura de la no participación y de la no responsabilidad y del no compromiso. Y posteriormente genera una pobreza inmensa cuando ya no hay oficina que le resuelva a uno los problemas. El ejemplo es nuestra relación con los indios: créditos sobre compras, compras sobre precios inventados, de ayuda. Todo lo reciben. En el momento en que el gobierno ya no te puede ayudar, ¿ qué pasa? Que no sólo ya no tienes nada, sino que no tienes siquiera reconocimiento''.
De cualquier modo, pondera la entrevistada, el saldo del siglo XX ``no debe ser tampoco pesimista. Posiblemente estos últimos años de los noventa se parezcan más a aquellos años veinte en que todo estaba por hacerse de nuevo. Hoy tenemos que inventar nuevas instituciones, que sean realmente útiles, tenemos que inventar realmente cómo vamos a resolver los problemas sociales, ya no sólo desde el punto de vista gubernamental, sino del de toda la sociedad. Tenemos que volver al campo, que haya bosques y ríos limpios...
``Hay una enorme tarea de reconstrucción por delante que, desde mi punto de vista, está asociada con los problemas de no atreverse a decir la verdad, heredados de los años cincuenta. Y es no reconocer que la verdad del otro tiene un valor. La gente tiene que decir su verdad y saber que esa verdad debe tener un lugar en el país. Y hablo de los chiapanecos, y hablo de los investigadores. Se trata de dejar atrás la idea, que fue útil en su tiempo, de un solo canal, de un solo camino, una sola indicación, unos solos colores y unos solos signos''.