Astillero Ť Julio Hernández López
Es posible que las pasiones políticas menores no permitan valorar a plenitud el esfuerzo que en terrenos bastante complicados está realizando la bancada perredista de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF).
Ciertamente, una parte importante de la dificultad para apreciar los esfuerzos y los resultados de esos legisladores capitalinos proviene de flancos internos del propio perredismo: por una parte, las enconadas pugnas entre grupos y corrientes; por otra, el perfil de un buen número de esos asambleístas, a quienes la abrumadora votación cardenista les llevó a ocupar una responsabilidad parlamentaria para la que no estaban preparados, así fuesen buenos activistas o gestores.
Con esas condiciones internas adversas, la aplastante (en lo numérico) mayoría del sol azteca ha debido hacer frente a la mayor experiencia y oficio de sus contrapartes, especialmente los priístas (entre los que destacan el coordinador Manuel Aguilera y otros diputados, como Oscar Levín Coppel y Octavio West) y, además, tocar (y modificar de manera trascendente, que es lo más importante) temas de dificilísimo manejo.
Uno de ellos, del cual aquí se ha hablado con abundancia, es la asistencia privada y quien había sido su jefe máximo. La enredada madeja de intereses involucrados en ese tema ha estado literalmente a la vista. La cúpula clerical, una parte de los apellidos famosos del mundillo de la llamada alta sociedad, consorcios televisivos y proyectos políticos oficialistas quedaron plenamente al descubierto.
Sin embargo, poco reconocimiento tuvo la entereza de los legisladores y legisladoras que empujaron la iniciativa de cambio en el terreno de la asistencia privada y, sobre todo, que aguantaron la campaña de difamaciones y engaños que se desató contra ellos en varios medios de comunicación, especialmente en canales de televisión beneficiados por concursos y promociones con los cuales ganaban audiencia explotando morbos y malas conciencias.
Ahora, esa mayoría perredista batalla de nuevo --a pesar de la imperfección con que está integrada, a pesar de los jaloneos internos--, en otro tema sustancial y trascendente: la vigilancia y control de la Contaduría Mayor de Hacienda, que ocupa desde hace cuatro años la señora Araceli Pitman.
Tal contaduría, y tal dama, desempeñan una función de primera importancia en el asunto también esencial del manejo de los dineros públicos en el gobierno de la capital del país. Con tanto personal como toda la Asamblea Legislativa (unos 400 empleados) y con más presupuesto que algunas secretarías importantes del gobierno capitalino, la dimensión y las características actuales de la citada Contaduría Mayor fueron concebidas e instaladas por Oscar Espinosa Villarreal como un seguro de vida para garantizarse unas espaldas a prueba de auditorías e investigaciones incómodas.
Poder sin control, contraloría sin contraloría, la citada contaduría es un órgano técnico que en teoría depende de la Comisión de Vigilancia de la cuenta pública, que en esta legislatura preside el petista José Narro. Errática al grado de haber hecho en varias ocasiones propuestas técnicas que han debido subsanar las mismas oficinas a las que dicha contaduría debería corregir y castigar, la oficina de la señora Pitman se ha convertido en una instancia claramente encubridora y cómplice de los múltiples saqueos al erario durante la administración de Espinosa Villarreal.
Impuesta por Espinosa, fiel a Espinosa, la señora Pitman no encuentra gran cosa que reclamarle al ex regente. En más de una ocasión, además, sus opositores han sospechado que de esa oficina han salido las filtraciones que han permitido a algunos personajes del pasado gobierno poner tierra de por medio y evadir acciones judiciales.
Sin embargo, la señora Pitman está inamovible en su puesto. Los contralores, estableció el oscarismo tan amante de las leyes y la honestidad, deben ser ajenos a los vaivenes de la política partidista, de tal manera que a la dama referida se le nombró durante el oscarismo para que se mantuviese durante largos años en su cargo sin que nadie (sobre todo si ese nadie era el cardenismo) pueda destituirla.
Ayer, como en el caso de la asistencia privada, la talla de los intereses en juego pudo medirse por el tamaño y la textura de la reacción de los afectados. Más de 200 mandos medios y superiores de la Contaduría Mayor de Hacienda, según información del reportero Raúl Llanos, dejaron sus oficinas para ir a la ALDF a protestar por la iniciativa de ley que pretende corregir las desviaciones oscaristas.
Indignados, los subordinados de la señora Pitman se manifestaron contra la pretensión de que la Contaduría deje de ser guardaespaldas de funcionarios corruptos. Con pancartas en mano, fieros opositores, activistas enérgicos, los burócratas de alto nivel defendieron sus empleos y a su jefa.
Como en el caso de la asistencia privada, en el de la Contaduría está en curso una batalla importante y complicada. La señora Pitman podría defenderse e interponer un amparo contra la iniciativa de ley que le sería adversa, valiéndose del principio de no retroactividad.
En el fondo, lo que se busca es alcanzable: que dicha Contaduría no se convierta en feudo ni en tintorería de cuentas pasadas ni en un poder sin control.
En esa tarea, la bancada perredista que coordina Martí Batres, con su mayoría absoluta, tiene una nueva batalla trascendente por cumplir.
El llamado de Calderón
Felipe Calderón Hinojosa ha pasado por una etapa de reflexión personal en la que ha debido analizar lo hecho durante su periodo como presidente nacional del PAN. Ante la necesidad de definir si se presentaba como candidato a la reelección, el joven michoacano decidió abstenerse y dejar el paso a otros aspirantes.
Libre ya de las tensiones del ejercicio pleno del poder, comenzando a preparar una salida que, por su edad, bien puede ser sólo una tregua, Calderón Hinojosa hizo ayer un llamado a evitar la polarización política que se vive en el país y a buscar acuerdos nacionales.
El michoacano advierte del riesgo de que las virulencias, el envenenamiento, el crispamiento, lleven a la violencia física. En 1993 nadie preveía escenarios extremos como los que en 1994 llegaron a los homicidios políticos. Hoy, en 1999, los riesgos mayores de la vida pública parecen estar en ese plano viscoso de la violencia como método para impedir cambios, para frenar procesos.
Astillas: Se ha ido José Barroso Chávez de la presidencia de la Cruz Roja Mexicana. En su lugar ha quedado, de manera interina, José Calderón quien, entre otras, hizo declaraciones reconfortantes: ``Cada quien, en conciencia, debe decidir cuál es la mejor manera de protegerse, sea el condón o cualquier otra, y no corresponde a la Cruz Roja imponer puntos de vista''É En contraparte, La Güera, Periquín, o como quiera usted llamarle al líder cetemista de cabello teñido que se hace llamar Leonardo Rodríguez Alcaine, emitió ayer sonidos raros con los que retó a reporteros a que le demostraran que hay trabajadores en pobreza extrema: ``Dígame usted en dónde está la pobreza extrema. Los desempleados ganan mucho más que yo. El más pobre, un payasito, gana 300 pesos diarios. ¡Es increíble! Y lo más grave es que no pagan impuestos'', según reportó Elizabeth VelascoÉ Otro declarante distinguido de ayer fue el gobernador de Durango, Angel Sergio Guerrero Mier, quien se sumó al esbozo de cargada que se está dando en favor de Francisco Labastida Ochoa para que sea candidato del PRI a la Presidencia de la República. ``Estoy convencido de que sería excelente candidato'', dijo don Angel Sergio del secretario de GobernaciónÉ Y en Guerrero, donde la política está que arde rumbo a las elecciones de febrero, Mariano Palacios Alcocer dijo que su partido no desea que haya conflictos poselectoralesÉ En Tlaxcala, Alfonso Sánchez Anaya logró reunir en su toma de posesión como gobernador a Cuauhtémoc Cárdenas y a Porfirio Muñoz Ledo. Con ésta, son tres las gubernaturas que tiene el PRD (las otras son la del Distrito Federal y la de Zacatecas). Un razonable optimismo de los directivos del sol azteca les hace creer que en Baja California Sur también está al alcance de la mano el poder, con Leonel Cota como candidato. Respecto a Tlaxcala, hay que recordar que uno de los que buscaron con denuedo la candidatura perredista, que finalmente quedó en Sánchez Anaya, es familiar político de Muñoz Ledo.
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