La Jornada sábado 16 de enero de 1999

BRASIL Y MEXICO: POBREZA Y CRISIS

El desplome de la bolsa de valores brasileña y la devaluación del real --fenómenos que provocaron fuertes caídas en los mercados financieros mundiales y acrecentaron las presiones contra las monedas de múltiples países latinoamericanos-- son, a fin de cuentas, una muestra más de los efectos perniciosos del modelo económico vigente en numerosas naciones de América Latina.

Mientras la pobreza, el desempleo y la desigualdad crecen a pasos agigantados, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos se han obstinado en mantener una política económica excluyente y de índole recesiva que sacrifica el mercado interno, la inversión productiva y el poder adquisitivo de los salarios en aras de atraer el capital especulativo y mantener finanzas públicas ``sanas''. Como se ha comprobado reiteradamente en los últimos años, las consecuencias del mantenimiento de este modelo económico son de signo negativo, pues las inversiones especulativas aportan muy poco al desarrollo de los países en los que se asientan y, por el contrario, generan graves inestabilidades cuando son retiradas de manera brusca y masiva. Al mismo tiempo, el alto costo que deben pagar las llamadas ``economías emergentes'' por atraer los capitales foráneos (elevadas tasas de interés) se traduce inevitablemente en el estrangulamiento de los sectores productivos, en la depresión de los mercados internos y en el crecimiento desmesurado de las carteras vencidas de empresas y personas.

El reciente desplome de la economía brasileña es un ejemplo más de lo dañino que resulta para las sociedades la aplicación de las políticas económicas preconizadas e impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial: luego de una fuga masiva de capitales (que en los últimos meses redujo las reservas del banco central brasileño de 70 mil a 45 mil millones de dólares), el gobierno de Fernando Henrique Cardoso se vio obligado a devaluar el real, a establecer un régimen cambiario de libre flotación, y podría implantar un nuevo programa de choque para intentar atemperar el torbellino económico en el que se encuentra. En un país donde la pobreza ha llegado a límites exasperantes, la aplicación de una política económica aún más severa y restrictiva augura mayor desasosiego para millones de brasileños y un creciente riesgo de estallidos sociales. Sin embargo, el gobierno de Brasil parece decidido a mantener a toda costa un modelo económico que ha mostrado su fracaso, su incapacidad para propiciar el bienestar de su población y que sólo favorece a una minoría.

En México, desafortunadamente, el panorama económico tampoco resulta alentador. La industria y el campo nacionales atraviesan por una severa crisis, millones de mexicanos subsisten en condiciones de pobreza extrema, los salarios son insuficientes para cubrir las necesidades mínimas de incontables familias mexicanas y muy poco es lo que se ha realizado para incentivar el mercado interno y reducir la dependencia del exterior. Pese a este panorama difícil y desesperanzador, el gobierno de México sigue aplicando una política económica que ha sumido al país en las peores condiciones de pobreza y desigualdad de la historia reciente. Por ello, sorprenden las declaraciones formuladas por el presidente Zedillo, durante su visita a Costa Rica, en el sentido de que la historia más negra de América Latina es la del populismo.

Ciertamente, los regímenes populistas latinoamericanos no contribuyeron a mejorar las condiciones de sus gobernados y cayeron en el descrédito víctimas de su propia corrupción y anquilosamiento. Pero, en lo que concierne a México, el mantenimiento, desde los años 80, de un modelo económico de corte neoliberal ha tenido como consecuencias --salvo breves periodos de bonanza en el ámbito macroeconómico-- el empobrecimiento acelerado de la población, el cierre vertiginoso de miles de pequeñas y medianas empresas, el aumento de la desocupación y de la economía informal, y el ahondamiento de las desigualdades sociales. ¿Dónde ubicarán los mexicanos a los ``hacedores de miseria'', si consideran que de 1983 a 1997 el salario mínimo, según cifras oficiales del INEGI, se ha desplomado en 65 por ciento?