Luis González Souza
México a consulta

No se necesita ser zapatista para saberlo, basta un poco de honestidad: México está urgido, no de una sino de muchas consultas a la sociedad. Estas no estarían de más; aun si el rumbo de México estuviese claro, de todos modos ayudarían a fortalecer consensos y a alimentar una democracia efectiva. Pero un rumbo claro no es precisamente lo que hoy distingue a México. En el mejor de los casos, hoy no tenemos un consenso en torno al futuro más deseable.

En el peor y más palpable de los casos, el rumbo de México apunta hacia el precipicio. Con mayor razón, entonces, México necesita no una sino muchas consultas. Si de veras creemos en la democracia, la opinión mayoritaria y fidedigna de la sociedad -sin distorsiones representativas- es lo único que puede devolver a México un proyecto de nación. Tan sólo por ello debería apoyarse la consulta propuesta por el EZLN, y que ya está haciendo suya buena parte de la sociedad. Si se miran bien las cuatro preguntas de esa consulta, equivalen a otras tantas piedras angulares del nuevo proyecto nacional que con tanta urgencia requerimos. La primera pregunta tiene que ver con nuestro mayor lastre histórico y cuya superación, por ende, sería la primera piedra de una nación revigorizada. Nos referimos al lastre del racismo, que ha desembocado en una discriminación cada vez más insoportable (y estúpida) contra los pueblos indios de México, ni más ni menos, sus fundadores. Es hora pues de responder con toda honestidad, qué hacemos con los indios: ¿los exterminamos, los expulsamos, los mantenemos en calidad de animales o los incorporamos al país? A muchos ofende la simple pregunta, pero bastante más ofensivo es seguir jugando al racismo encubierto.

La segunda pregunta no es sino el corolario jurídico de la anterior. Si en verdad queremos incorporarlos, evidentemente habría que comenzar por reconocer, de la mejor manera, los derechos de los pueblos indios. Enseguida habría que determinar si la mejor manera de hacerlo es con la iniciativa de la Cocopa, o con otra: ¿la de Zedillo? ¿la del PAN?

La tercera pregunta involucra un problema mucho más espinoso de lo que suele creerse: la militarización. Ya obvia sobre todo en Chiapas, incluye algo peor que las armas: la militarización de las mentes. Abierta o soterradamente, ¿cuántos hoy en México claman por una mano dura? Más vale saberlo, de una vez por todas. Urge delinear, y bien, las filas de la democracia y las del (¿proto?) fascismo.

Y la cuarta pregunta también tiene que ver, ya en forma directa, con el gran reto del México actual: la transición a la democracia. Tan sólo para prevenir desencantos, sería muy bueno precisar qué tipo de democracia queremos: ¿una donde las autoridades sigan usando su elección como un cheque en blanco para hacer y deshacer como les venga en gana, y otra donde aprenden a ``mandar obedeciendo'', es decir, gobernar con apego al mandato de la sociedad? Mandato que, por cierto, ha de verificarse una y otra vez; y para ello, nada mejor que las consultas.

Sin duda el nuevo proyecto nacional necesita muchas otras piezas. Pero las cuatro anteriores son básicas. Por ello es importante apoyar la consulta que culminará el próximo 21 de marzo en torno al reconocimiento de los derechos indígenas y el fin de la guerra de exterminio que, dígase lo que se diga, sigue caminando en Chiapas (por lo pronto). Y guerra que, de proseguir, hará del todo inútil la propia discusión sobre el proyecto nacional. No habrá ya nación que discutir.

Aquí aparece otra razón de suyo suficiente para apoyar esa consulta. Descarrilado el diálogo por el incumplimiento gubernamental de los acuerdos de San Andrés, y empantanado por el duelo de iniciativas (Cocopa vs Zedillo y anexas), nada mejor que el dictamen de la propia sociedad. En otras palabras, la consulta también puede y debe parar la guerra. Puede y debe restablecer el camino del diálogo y la paz.

Pero si nada de ello es cierto, que sea la propia sociedad quien lo diga. No más, los voceros del racismo, del guerrerismo o del autoritarismo, a fin de cuentas la misma familia y con el mismo propósito: abortar el de por sí embrionario tránsito de México a la democracia, aun si ello entraña el exterminio no sólo de los indios sino de todo México.

PD a la Cocopa: ¿De veras no ven importante apoyar la consulta? ¿Tienen algo mejor para coadyuvar a la paz, o para defender su propia iniciativa de ley?

[email protected]