Crisis, destino recurrente con el actual sistema económico: analistas
León Bendesky, especial para La Jornada, La Habana, 18 de enero Ť El Palacio de las Convenciones es nuevamente el escenario de una reunión para discutir los problemas económicos mundiales. En esta ocasión abordan especialistas de varias partes del mundo el tema Globalización y problemas del desarrollo.
El asunto, que está sin duda en el centro de la atención de los círculos académicos, políticos y de los organismos multilaterales, no tiene todavía el glamour de aquella multitudinaria reunión realizada aquí mismo en 1984 y en la que se discutió el tema de la deuda externa de América Latina.
La convocatoria es amplia, como suele ocurrir en este tipo de actividades organizadas por Fidel Castro, quien mantiene su poder de atracción entre muchos círculos alrededor del mundo y que presidió hoy las sesiones de trabajo.
El programa anuncia 61 participantes de varios países, entre invitados especiales, conferencistas y ponentes, en sesiones maratónicas que comienzan a las nueve de la mañana y se extienden hasta las 11 de la noche. Así que muchos tendrán la palabra en este foro.
La globalización, como concepto, se está convirtiendo en una especie de trampa, ya que se le describe de distintas maneras; se le mira desde diversos ángulos y se le ensalza o se le critica con mayor o menor vehemencia. Pero la denuncia está entrando en una fase de rendimientos decrecientes cada vez más rápidos.
Después de la era de oro del capitalismo, que ocurrió al término de la Segunda Guerra Mundial y llegó hasta los primeros años de la década de 1970, el sistema se ha caracterizado por una dificultad para sostener el ritmo de crecimiento de la producción, las remuneraciones y el empleo y, sobre todo, por su inestable funcionamiento financiero. Manifiesta una más definida tendencia a las crisis, incluso a aquellas que pueden llegar a ser de dimensiones sistémicas.
Los patrones de la globalización indican que las corrientes comerciales han aumentado, y que los flujos financieros se han expandido de manera notoria, pero ello no ha llevado a cerrar la brecha entre los países ricos y los pobres, ni a fortalecer las condiciones de existencia de la población. Los países del Este asiático, que fueron los nuevos protagonistas del sistema económico internacional, han ido encontrando restricciones de los privilegios que gozaron durante el periodo de la guerra fría, su estrella declina y ya no aparecen como ejemplos de milagros económicos.
La estructura de poder en la economía mundial se ha ido transformando a lo largo de más de dos décadas, reconstituyendo los centros y redefiniendo las periferias. Los problemas que genera el modo de operación de la economía capitalista rebasan la capacidad instalada de pensamiento para generar una forma más eficaz de administrarla. Ni desde el plano de la elaboración teórica de la economía, ni desde aquel del quehacer político de los Estados, o de la gestión de los organismos multilaterales surge un liderazgo capaz de convocar a definir un orden económico que sea más sostenible en su dimensión social.
No se mal interprete, pues no pienso en utopías, ni lo planteo en el terreno de la moral, sino que lo ubico en el marco de lo políticamente práctico. Desde una perspectiva histórica parece como si se tuviera que llegar a expresiones mucho más graves de conflicto en la sociedad para que se provoque de manera más decisiva la necesidad de actuar. Esto ocurrió en 1944, cuando se presentaron el Plan Keynes y el Plan White y se ejerció un claro predominio político surgido de las condiciones de la guerra. Y todo esto dicho sin romanticismo de ninguna índole sino, otra vez, en el sentido práctico del poder. Queda la impresión de que están ausentes las contrapartes del diálogo convocado en La Habana. El intercambio se está dando entre un abultado grupo de quienes están esencialmente de acuerdo, con las divergencias del caso, en su postura frente a la globalización.