El inminente arribo a México de Karol Wojtyla, elegido pontífice el 16 de octubre de 1978, bajo el nombre de Juan Pablo II, me impulsó a escribir a propósito de la presencia de Cristo en las imágenes en movimiento. México, siempre fiel es el único espacio hispanohablante cuya cinematografía aborda la trágica historia del galileo fundador de la Iglesia que ahora conduce el que fue arzobispo de Cracovia. Tratamiento que comienza con un filme dirigido por José Díaz Morales, Jesús de Nazareth (1942) y cuyo papel principal estuvo a cargo de José Cibrián. Tres años más tarde, Miguel Contreras Torres hace referencia a la vida amorosa de Jesús en María Magdalena y Reina de reinas. En ambas cintas, Luis Alcoriza dio aliento al resucitado.
Ahora bien, si Contreras Torres narró la relación adulta del nazareno, Miguel Zacarías, por el contrario, presentó a Cristo en la pantalla como niño en Jesús, el niño Dios, como hijo de familia en Jesús, María y José y como redentor en Jesús, nuestro señor. Encarnaron a Jesús, como menor de edad, Alfredo Melhem; a Jesús hijo, Jorge España (cinco años) y David Bravo (12 años); a Jesús adulto, Claudio Brook. La trilogía fílmica de don Miguel es de 1969 y fue realizada a color. Unicamente falta citar, para completar la lista de producciones mexicanas sobre este tema, dos filmes: uno, realizado en 1952 por Miguel Morayta, El mártir del calvario. Esta vez el protagonista fue Enrique Rambal cuya actuación aún resulta memorable. La segunda cinta la dirigió Julio Bracho, en 1965, y encabezó la cartelera con el sugestivo nombre de El proceso de Cristo.
Para continuar este recorrido memorístico acerca del transvase al celuloide de la vida y la pasión de Cristo, acerquémonos al cine de Norteamérica cuyos realizadores son los que más ocasiones han reproducido en el negativo al galileo (22 veces), desde una inicial, Passion (1897), financiada por la Casa Lubin, y otra de idéntica factura, Del pesebre a la cruz, protagonizada por Robert Henderson -primer actor yanqui que otorga carne y sangre en los fotogramas al mesías- pasando por Intolerancia (1927), de Cecil B. de Mille, y ya en nuestro tiempo La más grande historia jamás contada (1965), de George Stevens; Jesús de Nazareth (1977), de Franco Zeffirelli; La última tentación de Cristo (1988), de Martin Scorsese.
Francia, la hija predilecta de la Iglesia ha ``resucitado'' al nazareno en los inmaculados lienzos ocho veces, a partir de cuatro brevísimos filmes mudos realizados en 1897 con el título de La pasión, debidos a los hermanos Lumiére más otros tres, también silenciosos, a cargo de Zecca, Meliés, Jasset, en 1902, 1903 y 1905, respectivamente, hasta La Vía Láctea (1969), de Luis Buñuel.
Si la memoria no me engaña, la católica, apostólica y romana Italia, en cambio, sólo cuatro veces ha transvasado el Viacrucis a las imágenes: Christus (1917), de Giulio Angamaro; Poncio Pilato (1961); El evangelio según San Mateo (1964), de Pier Paolo Passolini, con Enrique Irazoqui encarnando en las politizadas secuencias a Jesús, e Il Messias (1976), de Roberto Rossellini.
Retornemos al continente americano, porque aún me resta citar Jesús de Montreal (1989), del canadiense Denys Arcand, película que viene a ser la más reciente transcripción a las pantallas de la presencia de Jesús, en nuestro endemoniado planeta azul.
Para terminar, una pregunta que me fatiga desde que decidí estructurar este texto. ¿Acaso la cinematografía polaca ha recreado la vida de Jesucristo en las dúctiles imágenes? Tal vez la respuesta la posea aquel que a partir de mañana estará entre nosotros. No olvidemos que Karol Wojtyla nació en Polonia, en Wadowide, el 18 de mayo de 1920. Es un polonés de ``pura cepa'' con vocación universal.