La Jornada 20 de enero de 1999

Vincularse con los amerindios, razón de ser de André Michel

Merry Mac Masters Ť André Michel nació en Francia (Avignon, 1945), pero nunca fueron de su grado los franceses. Después de prepararse como profesor de dibujo, a los 18 años dejó su país natal, cual Gauguin moderno rumbo a la Isla de Mauricio, en Indico, donde empezó a pintar. Allí conoció a una persona que tenía una galería de arte en Montreal, Canadá, que lo invitó a exhibir en 1970. Mientras duró la exposición, Michel aprovechó para visitar muchas partes de este país, entre ellas, el norte de Quebec.

De estilo figurativo, porque hacía retratos, el joven pintor vio al ``norte'' como un espacio interesante, ``casi abstracto'', que permitiría que su cultura madurara. Un día al estar dibujando se le aparecieron algunos indios montañeses. Uno se le acercó, vio lo que dibujaba y preguntó: ``oye, pero, ¿qué estás haciendo?''. Michel contestó que dibujaba lo que veía. El otro le reviró: ``¿por qué no tomas una foto?, sería más rápido''. Dos semanas después, alguien tocó a la puerta de su taller. Era el más pequeño de los tres indios y venía a ofrecerle pasear con ellos por el bosque. Ese fue el primer vínculo del pintor con los pueblos amerindios, relación que creció y devino razón de ser de su vida.

Hablar para no desaparecer

En un principio mientras los indios cazaban o pescaban, Michel se dedicaba a sus dibujos. Poco a poco, sin embargo, empezó a fijarse en las actividades de sus nuevas amistades. Así fue como comenzó a dibujar, primero, a uno, después, a otro, y a otro. Luego, y por su condición de nómadas, sus anfitriones iban dejando objetos que ya no usaban y que el artista recogía. Después de dos años ya tenía más de 300 piezas. Primero, pensó en obsequiarlas al Museo Nacional de Quebec, sin embargo personas allegadas al recinto hicieron la observación que muchas veces los antropólogos y etnólogos iban, estudiaban las colecciones, pero nunca dejaban ningún escrito al respecto. A fin de no caer en ``esa trampa'', decidió crear su propio espacio.

Así fue como, en 1975, nació el museo Sept-Iles (de las siete islas), en un lugar donde se realizaban trueques entre los colonizadores y los indios. Paralelamente, Michel recuperó cerca de 45 mil piezas arqueológicas esparcidas en las universidades estadunidenses, canadienses y quebequenses. Una década después el recinto había adquirido una colección que rebasaba las normas museológicas. Entonces, decidió construir otro en Sept-Iles.

Michel abandonó el norte y se fue a Mont-Saint-Hilaire, en Montreal. Los indios que integraban el consejo de administración del museo se fueron retirando porque éste, finalmente, estaba en territorio ``blanco''. Hace tres años, no obstante, el jefe del pueblo montañés le pidió a Michel que volviera a hacer un museo de las culturas indígenas, pero en su territorio. Esta nueva empresa fue inaugurada en junio de 1998 a sólo 300 metros del primero, debido a la delimitación de las reservas indias.

El artista no ha limitado su afán de proteger y difundir las culturas autóctonas de Quebec, sólo a su labor museística. En 1978 fundó un grupo de danza folclórica que ha hecho giras por todo el mundo. Y es que Michel sostiene que mientras más se habla de un pueblo, menos posibilidades hay de que desaparezca. También ha grabado discos compactos y editado libros.

Incluir las tres Américas

Michel trabaja en un proyecto largamente acariciado: una casa de las culturas amerindias que incluiría las tres Américas, norte, centro y sur, porque tiene la firme creencia de que la ``lección'' que tienen que dar los pueblos indígenas en las sociedades moderna y tradicional es la misma ``aquí o allá''.

El proyecto, sin embargo, le ha traído enemistades porque significa el arribo de indios a esa ciudad ``blanca y burguesa''. Pero Michel cuenta con el apoyo de los gobernantes locales.

Viajero incansable de las ``tres'' Américas, hace tres años Michel llegó a Pátzcuaro a dibujar las comunidades indígenas de la región. Fue invitado a exponer en el palacio municipal de esa población de Michoacán, y ahora la muestra se exhibe en el Museo Nacional de Culturas Populares.

Por otro lado, apunta que ninguno de sus personajes es inventado. Aunque plasma la realidad ``tal cual'', su obra también encierra una búsqueda plástica y un refinamiento en cuanto a los modos de expresión. Cabe mencionar que el Museo del Hombre, en París, acaba de organizar una retrospectiva importante de su obra. El artista afirma que realiza ``centenares'' de bocetos antes de pintar un cuadro. De un tiempo para acá gusta de contraponer un objeto tradicional con algo de la vida moderna. Asimismo, en todos sus óleos hay una lectura doble.

(André Michel. Los indios montañeses de Quebec. Entre dos mundos se exhibe hasta el 24 de enero en el Museo Nacional de Culturas Populares, avenida Hidalgo 289, Coyoacán.)