Entre la abulia y el radicalismo, la sección 9 resiste el acoso del SNTE
Claudia Herrera Beltrán /II y última Ť Confrontada con el grupo hegemónico del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), la sección 9 enfrenta problemas internos que la hacen aún más vulnerable: escasa participación de sus agremiados, posiciones excluyentes y la pérdida de control sobre algunos grupos ``acelerados''.
Sin embargo, con la detención de cinco profesores, entre los que se encuentra la secretaria general de la sección, Blanca Luna Becerril, y el enfrentamiento con el SNTE, la participación de los maestros en las movilizaciones se incrementó y las fuerzas internas hicieron a un lado sus diferencias.
Por las características ``de régimen autoritario'' del sindicato magisterial, los dirigentes de la sección 9 no pueden bajar la guardia ni dejar de movilizarse, ``pero han tenido problemas para combinar esto con el respeto a los cauces institucionales'', pues son representantes y gestores de 58 mil maestros de preprimaria y primaria del Distrito Federal, explica Aurora Loyo, experta en sindicalismo magisterial.
Según la investigadora de la UNAM, estas tensiones internas contribuyeron a que los maestros llegaran a la violencia y cometieran ``torpezas'' impensables en los movimientos de 1958 y 1989, que se distinguieron por el respeto a los ciudadanos y por mantener una actitud cívica en sus marchas y plantones.
La ocupación de la sede del SNTE, donde un grupo de policías fue golpeado y encerrado en una camioneta, y la irrupción en el Senado de la República hacen suponer a la investigadora que existen ``infiltrados'' de grupos ajenos al magisterio.
El constante contacto de los maestros con sectores marginados de la ciudad de México ha propiciado una estrecha relación entre el magisterio y el Movimiento Urbano Popular, formado por grupos cuyas tácticas han sido de confrontación, como es el caso del Frente Popular Francisco Villa.
Por otra parte, el SNTE entrega cada mes una cuota mínima de 130 mil pesos para sostener a la sección 9 y obstaculiza la gestión administrativa.
Mientras, la disyuntiva de los dirigentes de la sección 9 es mantener una postura retadora ante los embates institucionales o abrirse al diálogo y a los acuerdos.
En varios estados, miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), grupo disidente al cual pertenece la sección 9, dicen estar preocupados por la falta de capacidad negociadora del magisterio capitalino. En una reunión, representantes de la sección 7 de Chiapas aseguraron, con base en sus propias experiencias, que el ``radicalismo'' no funciona. En 1989 el SNTE les impuso una comisión ejecutiva y en los siguientes tres años un comité institucional.
Integrantes de las secciones 22 de Oaxaca y 18 de Michoacán dicen estar en contra de negociar con el SNTE, pero les preocupa la capacidad de movilización del magisterio capitalino, pues la misma dirigencia de la sección 9 reconoce que la participación de los profesores ha bajado.
De radicales a reformistas
Desde 1989, cuando la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) conquistó la sección 9, sus líderes son catalogados entre los más radicales del magisterio disidente. Asimismo, se les considera antielectorales y vinculados con organizaciones gremiales y grupos sociales marginados.
Con la llegada de Blanca Luna Becerril a la secretaría general, esta postura pareció cambiar. Las corrientes internas que impulsaron su candidatura decían estar a favor del diálogo, la inclusión y la recuperación del apoyo de las bases magisteriales.
Nueve días antes de que Luna fuera electa dirigente de la sección 9, el profesor Juan Calvo defendía su postulación en un congreso y señalaba que era momento de impulsar un proyecto de profunda democratización y dejar fuera ``el sectarismo'' y la improvisación.
Entonces, el grupo identificado como ``ultra'' y que había manejado la sección desde 1989, reconocía en voz de Néstor Trujano (ahora detenido) que se habían cometido errores, pero que a cambio se había mantenido un proyecto disidente pese al acoso del SNTE.
La lucha más intensa de la sección 9 ocurrió en 1989 cuando, con profesores de otros estados, el magisterio capitalino hizo marchas y paros que derivaron en la caída del líder magisterial vitalicio Carlos Jonguitud y del dirigente de la sección, Serafín Ramírez. Por primera vez, los maestros tenían la oportunidad de elegir a sus representantes sindicales en un proceso abierto.
Fue en ese año cuando el grupo impulsado por maestros del oriente de la ciudad y señalado como ``ultra'' --ahora denominado Colectivo Magisterial Independiente-- comenzó su carrera de tres comités con la secretaría general en su poder. Primero fue Daniel Sandoval (1989-1992), luego Lilia Vázquez (1995-1998) y Gonzalo Martínez Villagrán (1995-1998).
Por años, esos dirigentes de la sección 9 fueron vistos como antielectorales. Y lo eran hasta los comicios de 1997, cuando apoyaron dos candidaturas a diputados, se adhirieron a la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas y promovieron el voto.
Daniel Sandoval, ex secretario general de la sección 9, admitía el año pasado que su grupo antes era renuente a participar en las elecciones, pero ante la posibilidad de elegir a un gobierno democráticamente se convirtió en promotor del voto.
Refugio de organizaciones sociales
En el local sindical de Belisario Domínguez 32 se realizan diariamente, en promedio, tres reuniones de organizaciones sociales amigas de la sección 9, señala el informe de labores de Martínez Villagrán, anterior dirigente sindical. Según sus cálculos, en tres años se realizaron 2 mil 980 reuniones de este tipo.
A partir del movimiento magisterial de la década pasada, con la caída de Jonguitud, ese edificio se ha convertido en casa de organizaciones sociales marginadas o de personas con pocos recursos que viajan a la ciudad de México a presentar alguna queja.
Son tantos los grupos que la sección 9 apoya que la más reciente auditoría recomendó a la Secretaría de Finanzas que tuviera cuidado con sus acciones solidarias. Sólo entre enero y junio de 1998, diez por ciento de un millón 672 mil pesos que gastó la sección correspondió a aportaciones para ayuda.
Por esas instalaciones sindicales han pasado desde normalistas rurales hasta miembros del Movimiento Proletario Independiente, del Frente Popular Francisco Villa, del Frente Zapatista de Liberación Nacional y del FAC-MLN.
Hace seis meses, en entrevista, el ex secretario general Gonzalo Martínez Villagrán señalaba que su apoyo a grupos ``hostigados'' les había ganado acusaciones y persecución. ``Antes nos vinculaban con movimientos armados, con Sendero Luminoso, y decían que financiábamos a los zapatistas''. En ese entonces decía que el gobierno quería librarse de la sección 9 porque ésta era un ``dique'' para el modelo neoliberal.