Carlos Marichal
Brasil y México: ventajas de una alianza futura

La crisis económica que se desató en Brasil la semana pasada revela, de nuevo, cuán severamente pegan las tormentas financieras a los países en vías de desarrollo en esta época de globalización. Pero a la inversa, puede observarse que en el caso de quiebras en las economías más importantes del Tercer Mundo, el impacto deja de ser local y se transmite casi instantáneamente a los mercados de capitales internacionales. Ello implica que los mayores deudores -como Brasil o México- tienen algunas cartas fuertes que pueden usar en futuras negociaciones internacionales si saben utilizarlas con astucia.

Es importante notar que desde mediados de este decenio, las mayores crisis financieras a nivel mundial han tenido lugar en unos pocos países que, sin embargo, tienen un gran peso geopolítico y económico. El primer país en ir a la quiebra fue México en 1995 a partir de la devaluación del peso.

Le siguió Rusia en agosto de 1997 y casi simultáneamente Corea e Indonesia, prolongándose sus respectivas crisis hasta ahora. Faltaba Brasil, que -como la octava economía más grande de la tierra- se temía sufriera una crisis igualmente grave. En cada caso, las bolsas mundiales sufrieron los efectos de estos cataclismos y la respuesta del Fondo Monetario Internacional -con apoyo del gobierno de Estados Unidos- fue organizar paquetes de rescate de aproximadamente 40 mil millones de dólares para cada uno de los países mencionados que estaban en quiebra, con excepción de Rusia, a la cual se le ofreció algo menos. La idea detrás de estos fondos de emergencia consistía en asegurar a los grandes inversores de que las pérdidas no fuesen tan graves como para generar una catástrofe financiera generalizada en el planeta.

Los países deudores, por consiguiente, han recibido apoyos importantes para intentar sostener sus reputaciones en los mercados internacionales pero el precio que han tenido que pagar ha sido altísimo. Esto se ha confirmado de manera dramática en México, donde las medidas de austeridad impuestas han prolongado la crisis económica durante ya más de cuatro largos años. Es más, todos los países mencionados tienen grandes dificultades para escapar de ese calvario de desempleo, quiebras de empresas y baja en el nivel de ingresos del conjunto de la población que se está convirtiendo en una cruz muy pesada para cientos de millones de seres humanos al finalizar este milenio.

Dadas estas circunstancias, cabe preguntar si no existe otra forma más efectiva de enfrentar similares crisis en el futuro. Para ello pareciera conveniente que México y Brasil contemplaran un intercambio formal a fin de determinar si no puede esbozarse una estrategia común o paralela para disuadir a los inversores internacionales de seguir alentando el juego de la volatilidad financiera internacional. Es más, esta convergencia les proporcionaría a ambos países una mayor fuerza en negociaciones subsiguientes con el FMI o con el G-7, en tanto la amenaza de una quiebra o de un cambio estrátegico en las políticas de Brasil y México de tipo simultáneo tendría repercusiones enormes. No obstante, para que acuerdos de esta naturaleza prosperen es necesario que se deseche el nacionalismo excluyente que ha separado tradicionalmente a los dos gigantes de América Latina. Más valdría adoptar un nacionalismo globalizador, fincado en nuevas alianzas estratégicas, para enfrentar las cambiantes estructuras de poder a nivel mundial.