Porfirio Muñoz Ledo estaba seguro de que su participación en la contienda por la candidatura en el Distrito Federal representó el empujón para que Cárdenas obtuviera los puntos de la victoria.
El banquito de Porfirio incluyó el debate de febrero de 1997, cuando él se ufanó: ``La mayoría de los ciudadanos todavía me dicen senador'', sólo para obtener esta respuesta de Cárdenas: ``No se trata de venir a decir quiénes son los mejores, pues si de eso se trata yo aduciría que cuando voy por la calle me dicen presidente''.
Camino al 2000, Porfirio no quiere poner más el banquito.
``Claramente hay un precandidato a la Presidencia de la República en el partido, que soy yo'', dijo el miércoles pasado.
Y su decisión abre un nuevo capítulo en la historia de los desacuerdos -incluso enfrentamientos- entre las dos principales figuras del Partido de la Revolución Democrática: la condena a Porfirio por su entrevista con Carlos Salinas en 1991, el choque por la reforma electoral de 1994, el debate entre ``transición pactada'' y ``gobierno de salvación nacional'' -realizado en Oaxtepec, hace cuatro años-, la acusación de Porfirio de que Cárdenas se reunió con Salinas en 1988... por citar algunos episodios.
``Las criaturas bicéfalas pertenecen a la mitología'', decía Muñoz Ledo cuando le ganó una a Cárdenas (el congreso perredista de 1995).
Porfirio contra Cuauhtémoc. Cuauhtémoc contra Porfirio. Otra vez.
¿Por qué se lanzó Porfirio? ``Porque quiere asegurar la candidatura del Distrito Federal. Es su manera de amagar y amarrar'', dice un funcionario del gobierno de Cárdenas.
Otros perredistas desestiman esa idea, porque no ven en el camino a nadie que pudiera disputar a Muñoz Ledo la candidatura a jefe de gobierno del Distrito Federal. ``Se lanzó porque no puede vivir sin los reflectores, no hay más'', dice un miembro del comité nacional del PRD.
Intereses y méritos
El 8 de enero, Andrés Manuel López Obrador cerró así su mensaje al Consejo Nacional: ``En la elección de nuestro candidato presidencial, aspirantes y dirigentes tienen el gran compromiso de evitar fisuras y promover coincidencias. Muchos pueden ser los méritos y las aspiraciones personales, pero éstas tienen como tope los intereses superiores del partido, que son los mismos intereses del pueblo de México''.
El lanzamiento de Muñoz Ledo adelantó los tiempos y se cruzó con el relevo del propio López Obrador.
Las candidaturas tienden a reducirse mientras la polémica sobre el candado estatutario que imposibilitaría a varios de los más fuertes aspirantes a contender está en manos de una comisión impulsada por López Obrador.
``Los órganos correspondientes cuidarán que haya legalidad, equidad e imparcialidad en el proceso que hoy se inicia'', dijo el presidente nacional perredista en el pleno del Consejo Nacional.
La rebatinga será fuerte y las diferencias muchas. Pero un sondeo informal con los aspirantes a suceder al tabasqueño revela un dato: ninguno estaría con Muñoz Ledo.
La senadora Amalia García, quien había sido cercana a Porfirio durante largo tiempo, adelantó su apoyo a Cárdenas, incluso propuso que el jefe de gobierno capitalino comenzara su precampaña.
En las últimas semanas han crecido las posibilidades de que otra senadora, Rosalbina Garavito, se convierta en fuerte candidata, pues algunos aspirantes declinarían en su favor.
Ese hecho tampoco favorecería a Muñoz Ledo. En 1993, tras ser electo presidente nacional del PRD, Porfirio promovió la destitución de Garavito como coordinadora de los diputados federales. En atención ``al nuevo equilibrio de fuerzas'', argumentó entonces, llevó a ese cargo a Ricardo Valero, uno de los pocos perredistas -para contarlos sobran los dedos de una mano- considerado parte del equipo de Muñoz Ledo.
Lo que se ha querido ser
Febrero de 1997. Debate Porfirio-Cuauhtémoc en el Poliforum. Muñoz Ledo alude a los fracasos electorales de su oponente: ``Hay que ser congruente con lo que se ha sido, y lo que se ha querido ser'', dice.
El intercambio tiene momentos rudos. Me dicen senador, arguye Porfirio. A mí presidente, replica Cárdenas quien también habla del ``orden'' en su vida.
La elección no deja dudas: Cárdenas se impone a Muñoz Ledo tres a uno.
Ahora, el senador Mario Saucedo recomienda a Porfirio que no le entre a la contienda por la candidatura presidencial. ``Sería apabullado'', prevé.
En 1997 Porfirio reconoció los resultados, pero en octubre pasado los atribuyó a los escasos recursos y la poca promoción, además de la influencia de los ``grupos corporativos'' del PRD.
Romper el hielo
En febrero de 1991, Porfirio Muñoz Ledo se reúne con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. Ambos deciden hacer público el encuentro.
Las mareas se agitan.
El propio Muñoz Ledo reconoce que Cárdenas no estuvo de acuerdo con la reunión que, según él mismo, estuvo dedicada a ``analizar la situación mundial''.
Porfirio dijo entonces que su entrevista con Salinas, ``a título personal'', podría ser útil para crear condiciones y ``romper el hielo''. Pero también adelantó: ``Sólo el tiempo dirá si tuve la razón o no''.
En 1995 Porfirio abrió fuego con la revelación de que Cárdenas se reunió con Salinas en 1988. El ahora jefe de gobierno lo negó.
El mejor de nosotros
En julio de 1993, Muñoz Ledo gana la presidencia del PRD con poco menos de la mitad de los votos. Cárdenas no le cierra el paso, pero también apoya a la trisecta, corriente que logra la secretaría general para el ahora senador Mario Saucedo.
``Espero que su presencia al frente del PRD contribuya a encontrar el consenso para la reforma política'', sigue rompiendo el hielo el presidente Carlos Salinas de Gortari en una carta de felicitación.
Para entonces, Cuauhtémoc Cárdenas ya es candidato. Diversas voces, incluso en en el PRD, alertan sobre los peligros de iniciar ``tan pronto'' la carrera.
``Es preferible correr los riesgos de un tiempo largo que mantener preparativos y confrontaciones ocultos de la opinión pública, como se hace desde el lado oficial'', dice Cárdenas en febrero de 1993, cuando faltan un año y cinco meses para la elección presidencial.
A las diferencias entre ambos líderes se suma la conducción de la campaña presidencial. Cárdenas crea su propio equipo que trabaja al margen, a veces en oposición al comité nacional que preside Porfirio.
Pese a todo, el 17 de octubre de 1993, cuando Cárdenas rinde protesta como candidato a la presidencia en medio de un acto masivo, y en medio de la euforia, Muñoz Ledo sentencia: ``Es el mejor de nosotros''.
El destape de Luis Donaldo Colosio y el alzamiento zapatista marcan los meses siguientes.
Porfirio Muñoz Ledo se cuenta entre los principales promotores del Acuerdo por la Paz que firman todos los partidos y candidatos. Como resultado de éste y del empuje perredista ocurre la tercera reforma electoral del sexenio salinista, la cual da pie a una riña pública entre Cárdenas y Muñoz Ledo.
Cinco días antes del asesinato de Colosio, el PRD programa un gran mitin en el Zócalo de la ciudad de México.
Enterado de que Cárdenas criticaría el contenido de la reforma Muñoz Ledo se adelanta e improvisa: valora los ``avances sustanciales'' de la reforma como el papel de ciudadanos en órganos electorales y las sanciones para algunos delitos en los comicios: ``No es ciertamente lo que desearía el PRD, pero es lo que hemos demandado desde 1989'', dice.
Cárdenas se va a fondo: ``No puedo avalar una decisión equivocada, que así la veo, porque eso sería traicionar mis propias convicciones al dejarnos atados, sin la posibilidad siquiera de señalar o denunciar resultados viciados, favorezcan a quien favorezcan, que pudieran surgir de una elección conducida con parcialidad.''
El desacuerdo se traslada a la fracción perredista en la Cámara de Diputados que desde 1991 había vivido un equilibrio frágil. Los diputados se dividen a la hora de votar.
Entonces, algunos líderes perredistas de primera línea consideraron que Porfirio Muñoz Ledo no había consultado con Cárdenas los acuerdos finales y que de ahí venía el choque.
Otros, como Samuel del Villar -crítico persistente de Muñoz Ledo y hoy procurador del DF- consideraron que Porfirio negoció solo, incluso lo acusaron de violar los acuerdos del Congreso.
Muñoz Ledo remató cuando dijo que la reforma electoral era una derrota para ``los duros'' de todos los partidos.
Desde la segunda vuelta de Cárdenas muchas cosas han cambiado para el PRD. Ya no llegará a la elección presidencial sólo con expectativas y un candidato que llena plazas: en la elección de julio de 1997 obtuvo el 25% de los votos, es la segunda fuerza en la Cámara de Diputados, y ha conquistado las gubernaturas de Tlaxcala y Zacatecas, además de avances en otras entidades. Y, claro, su joya, el Distrito Federal.
Con ese escenario, a fines de octubre pasado, Muñoz Ledo decidió autodestaparse como precandidato a la presidencia. En las semanas siguientes, agarrado de una frase de su correligionario, insistió en que la definición de Cárdenas estaría sujeta a su desempeño como gobernante de la capital del país.
Golpeado en la Cámara de Diputados por el PRI y el PAN, sin posibilidades de mantenerse como el articulador de los acuerdos -como hizo en el arranque de la legislatura- debido a la polarización causada por temas como el Fobaproa y el paquete económico, Muñoz Ledo se quedó sin el brillo que le dio el discurso de respuesta al tercer informe presidencial.
Las cosas marchaban al gusto de Porfirio hasta que un centenar de diputados federales, de quien es coordinador, dieron a conocer una carta de apoyo a la precandidatura de Cárdenas y anunciaron la formación de comités para promoverla.
Porfirio Muñoz Ledo estuvo enterado de que la carta circulaba en San Lázaro desde mediados de diciembre pasado. Ese hecho, comenta un legislador, hizo que Muñoz Ledo apresurara la presentación de su corriente Opción Nueva República, que entre sus personajes destacados tiene a Ricardo García Sáinz, Layda Sansores y Ernesto Navarro.
Muñoz Ledo habló incluso con algunos de los promotores de la carta, como el diputado Jesús Martín del Campo, para demandar que detuvieran la recolección de firmas con el argumento de que sería equivalente a descalificar su gestión.
No sólo no la detuvieron, sino que la entregaron a Cárdenas en un acto público, después del cual los golpes se sucedieron.
``Independientemente de quién sea el candidato, ustedes deben contribuir a fortalecer al PRD, el único partido que está luchando por una transformación democrática'', se mantuvo en la raya Cárdenas, en una cena donde varios legisladores insistieron en que él es ``el candidato natural del PRD''.
Al día siguiente, encorajinado, Muñoz Ledo dijo: ``Eso es antidemocrático, porque supondría que los demás o somos anormales o somos sobrenaturales''.
Después de un alud de declaraciones de perredistas de todos los calibres, Muñoz Ledo pidió el jueves que ``ya le bajen'' a los ataques, aunque -acto seguido- puso en duda que un centenar de diputados hubieran apoyado a Cárdenas. Calculó el número real en 45.
Los promotores de la carta de apoyo a Cárdenas consideran que los diputados que apoyan a Muñoz Ledo son unos 15.
Y así seguirán las cosas hasta que se defina el candidato, con el episodio intermedio de la elección del nuevo presidente del PRD.
Muñoz Ledo quitó el banquito. Cárdenas quiere su tercera vuelta. El duelo promete.